Irán ejecutó el año pasado a, por lo menos, 582 personas, un 75 por ciento más que en 2021, según han anunciado al unísono dos oenegés de derechos humanos, la noruega Derechos Humanos en Irán y la francesa Juntos contra la Pena de Muerte. Según estas dos organizaciones, la mayor parte de las ejecuciones se hicieron en secreto. Casi medio centenar de los ejecutados fueron presos políticos, encarcelados por su disidencia; el resto, presos comunes, condenados por asesinato o por tráfico de drogas.
El alza en la aplicación de la pena capital en Irán coincidió con el comienzo de las vastas protestas populares contra el régimen fundamentalista, que arrancaron en septiembre del año pasado tras la muerte a manos de la Policía de Mahsa Amini, una joven detenida por no llevar correctamente puesto el velo obligatorio.
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Las protestas en las calles de las principales ciudades de Irán se prolongaron hasta fechas recientes, y dejaron un reguero de muertos -522, según la oenegé norteamericana HRANA-, decenas de miles de detenidos y juicios rápidos que concluyeron en penas de cárcel y varias ejecuciones públicas.
Los ejecutados por su participación en las protestas aparecen en los documentos oficiales iraníes como «enemigos de Alá». La tesis fundamentalista de Jomeini sustenta que Dios necesita de los hombres para imponer su justicia divina ya en la Tierra, a golpe de horca, sin esperar al juicio final.
Protestas internacionales
Según el informe de las oenegés europeas, el ritmo de las ejecuciones de presos políticos se frenó por la presión de las protestas internacionales, pero se ‘compensó’ con un alza en la aplicación de la pena capital contra los traficantes de drogas.
La represión contra la disidencia ha ido paradójicamente en paralelo con los éxitos diplomáticos y militares de Irán en la región. A comienzos de este mes, Teherán y Riad reanudaron sus relaciones después de siete años de ruptura por el enfrentamiento militar en las guerras de Yemen y Siria, donde apoyan a bandos rivales. La decisión de Arabia Saudí de retomar también sus relaciones con Damasco, e impulsar la paz en Yemen, no deja lugar a dudas de que la victoria corresponde a Irán. El régimen de los ‘mulás’ no teme hoy a ningún poder exterior -EE.UU. se limita a imponer sanciones, e Israel tiene bastante con defender sus fronteras de los aliados de Teherán-, solo al enemigo que lleva dentro: su propia población.