El pasado domingo, los radicales bonaerenses se presentaron en las urnas con una participación reducida y un nivel de entusiasmo similar al de eventos anteriores. La UCR de la provincia había convocado elecciones internas para decidir el manejo del Comité de Buenos Aires, un proceso que resultó inesperado y revelador de las tensiones internas que atraviesan al partido. La elección, marcada por un escrutinio extendido y un resultado reñido, es vista como un punto de inflexión en la orientación que asumirá la UCR hacia el 2025.
Según el escrutinio provisorio, la lista encabezada por Miguel Fernández, apadrinada por Maximiliano Abad, logró un 55,38% de los votos frente al 44,62% de Pablo Domenichini, quien contaba con el respaldo de Martín Lousteau, Facundo Manes y Emiliano Yacobitti. A pesar de la aparente victoria del oficialismo, quedan impugnaciones que podrían alterar el resultado final.
En la noche electoral, ambos sectores reclamaron la victoria, reflejando el clima de incertidumbre que rodea a la UCR. Mientras que la lista oficial se adjudicó la victoria en seis de las ocho secciones electorales, la falta de datos definitivos alimentó las disputas entre los contendientes. Con un total de 39.688 votos para Fernández y 31.982 para Domenichini, el resultado parece haber consolidado la influencia de Abad y su grupo, aunque el sector de Lousteau no ha dado su brazo a torcer, especialmente en áreas clave como La Plata y el sur del conurbano.
El proceso electoral, en el que participaron poco más de 70,000 afiliados de un total de 600,000 registrados, refleja la dinámica interna del partido. Mientras que en el interior se notó una movilización más intensa, con Fernández logrando cerca del 70% de los votos en lugares como Junín, el conurbano y las grandes ciudades mostraron un fuerte apoyo a Domenichini, lo que indica la fragmentación de la UCR.
La candidatura de Fernández, conocida como “Unidad Radical”, se apoyó en diversas facciones, incluyendo al possismo, mientras que el sector de “Evolución”, liderado por Lousteau y Manes, presentó a Domenichini como su alternativa. El intento de alcanzar una lista de unidad fracasó, dejando al partido expuesto a divisiones internas que, según críticos como Fernández, son inapropiadas ante la situación económica y social del país. En este contexto, ambos lados buscaron evitar que el radicalismo bonaerense se convierta en un apéndice de la política porteña, enfatizando la necesidad de autonomía y un enfoque más centrado en las necesidades locales.
La reciente interna también pone de manifiesto las tensiones entre la UCR y el gobierno de Javier Milei, que surgen como un trasfondo en esta contienda. La oposición al oficialismo sostiene que la dirección actual está demasiado alineada con el gobierno libertario, lo que ha generado reclamos de renovación y unidad. Domenichini, quien ha clamado por un partido que se aleje de los extremos, logró retener el control en La Plata, pero la lucha por la identidad radical se mantiene latente.
En la Legislatura, el radicalismo se muestra dividido, con un bloque que incluye a diputados afines a Manes y Lousteau, y otro más alineado con Abad. La fractura se hizo evidente tras la reciente votación sobre el veto a la reforma jubilatoria, donde varios legisladores cambiaron su postura, lo que ha generado un clima de incertidumbre y tensiones internas.
De cara al futuro, la UCR se enfrenta a nuevos desafíos. Un próximo debate sobre el veto que Milei firmó para recortar el presupuesto universitario podría generar más fisuras dentro del partido, ya que, a pesar de la aparente unidad, las diferencias entre los distintos sectores siguen siendo profundas. La difícil búsqueda de un camino medio entre los extremos políticos se convierte en una tarea fundamental para el partido más antiguo de Argentina, mientras se preparan para definir su estrategia electoral en los próximos meses.