Debate y Convergencia

García Márquez, Nabokov, Kafka: La Difícil Relación de los Autores con sus Obras Póstumas

Gonzalo y Rodrigo García Barcha, hijos del renombrado escritor Gabriel García Márquez, han presentado recientemente la novela ‘En agosto nos vemos’, la cual consideran como el último esfuerzo creativo de su padre, incluso cuando él ya estaba experimentando pérdida de memoria. Aunque García Márquez expresó en su momento que “Este libro no sirve, hay que destruirlo”, sus hijos decidieron no hacer caso a sus palabras y conservar la obra. Al revisarla años después de su muerte en 2014, descubrieron en ella la esencia más sobresaliente del talento literario de su padre: su capacidad de invención, la poesía del lenguaje y su narrativa cautivadora.

Este acto de conservar y presentar la obra de un autor fallecido, a pesar de sus propias objeciones, no es algo único en la historia literaria. Similarmente, en 2009, la novela ‘El original de Laura’ de Vladimir Nabokov fue publicada póstumamente, a pesar de que el autor había ordenado que fuera destruida antes de su muerte en 1977. Nabokov había comenzado a escribir esta obra en 1975, cuando su salud empezó a deteriorarse rápidamente, pero su hijo decidió publicarla décadas después de su muerte.

Por otro lado, Franz Kafka también intentó destruir su obra literaria, ordenando a su amigo Max Brod quemar todos sus manuscritos tras su muerte. Sin embargo, Brod ignoró su voluntad y contribuyó a la publicación de obras como ‘El proceso’. En 2009, cientos de documentos ocultos de Kafka salieron a la luz en Jerusalén, revelando su vida y su obra literaria.

La relación conflictiva entre los autores y sus obras póstumas también se refleja en Virgilio, quien antes de morir en el año 19 a.C., ordenó que su épica ‘Eneida’ fuera destruida. Aunque Virgilio hizo esta petición a Augusto, éste decidió publicarla, desafiando los deseos del autor.

Por el contrario, J.D. Salinger, autor de “El guardián entre el centeno”, ordenó que se publicara todo lo que había escrito y no publicado antes de su muerte en 2010. A pesar de su renuncia a la fama y a la vida pública, Salinger continuó escribiendo en secreto, y su hijo decidió honrar su deseo de compartir todas sus obras, incluso las más íntimas y personales.

Estos ejemplos ilustran la compleja relación entre los autores y sus obras póstumas, donde los deseos del autor a menudo entran en conflicto con el deseo del público de conocer más sobre la mente creativa detrás de las páginas. En última instancia, la decisión de preservar o destruir una obra póstuma depende de una variedad de factores, incluyendo la interpretación y la voluntad de aquellos que quedan a cargo de su legado literario.

Además de estos ejemplos mencionados, hay otros casos destacados en la historia de la literatura donde se ha enfrentado la disyuntiva de preservar o destruir obras póstumas. Uno de los más famosos es el de Franz Kafka, quien en su lecho de muerte instruyó a su amigo Max Brod para que destruyera todas sus obras sin publicar. Sin embargo, Brod desobedeció esta voluntad y publicó muchas de las obras de Kafka, incluyendo “El proceso” y “El castillo”, que se convirtieron en obras maestras de la literatura universal.

Otro caso emblemático es el de Emily Dickinson, la célebre poetisa estadounidense del siglo XIX, quien dejó instrucciones para que sus escritos fueran quemados después de su muerte. Sin embargo, su hermana Lavinia encontró los poemas y decidió publicarlos, lo que llevó al reconocimiento póstumo de Dickinson como una de las figuras más importantes de la poesía en lengua inglesa.

Estos ejemplos muestran cómo las obras póstumas pueden ser objeto de controversia y debate, ya que a menudo plantean cuestiones éticas y estéticas sobre el legado de un autor y su derecho a controlar su propia obra después de su muerte. Sin embargo, también demuestran cómo la publicación de obras póstumas puede enriquecer nuestro entendimiento de la literatura y abrir nuevas perspectivas sobre la creatividad y el talento de un autor.

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