La política se transformó en una actividad que dejó de necesitar cierta solidez intelectual, destreza para interpretar los hechos sociales, económicos y políticos, además de cierta maestría para lograr persuadir a un interlocutor , compuesto, tanto por la ciudadanía a la que pretende captar, o a otros candidatos o referentes políticos o funcionarios dispuestos a rebatir sus argumentos, su descripción de la realidad o sus posiciones ideológicas para un lado u otro de esos grandes metadiscursos que en una época constituía cierto sustento ideológico sobre los que se sostenían argumentos, económicos, enfoques sociales, concepciones e instrumentos adecuados para lograr ampliar derechos tanto sociales, como así ampliar y mejorar el sistema de participación democrática.
Los hombres y mujeres que llegaban a establecer cierta influencia sobre el electorado, y más aún aquellos que lograban arribar a puestos relevantes en la conducción de una nación, solían dejar huellas conceptuales e ideológicas, formas de consenso e instrumentos de resoluciones a conflictos que podían parecer irresolubles o salir de las crisis económica que requería de originalidad para ser resueltos.
Quedan huellas, experiencias que pueden ser recogidas y superadas frente a los nuevos desafíos a los que seguramente se enfrentarán los renovados protagonistas. Se iban cimentando un bagaje de teorías y experiencias, instrumentos e interpretaciones, fracasos y renovados caminos que esa nación lo atesoraba como el nudo central y orientados de su historia política a donde podían acudir, como ya dijimos nuevas camadas de referentes que aspiraban a conducir el destino de su país o de ser parte de distintos instrumentos y estructuras decisorias para mejorar no solo el porvenir de su nación, sino, también y sobre todo, el bienestar de su pueblo.
Cada nación, unida a un determinado continente estructuraba las políticas que sujetas a las experiencias vividas asumen el curso que su historia le determina como el más adecuada, no solo por arte de la ciencia social que mide un acontecimiento en función de los resultados y estos comparados con otros hechos de similar coyuntura política, económica y social determinan ser el más acertado. También porque los mismos están sustentados sobre una base ideológica, o podemos decir conceptual en donde la fuerza política deposita sus esperanzas y que tiene como eje el de mejorar el destino de su nación, el poder adquisitivo de su gente, el acceso a derechos que se deben ampliar ante una sociedad cambiante e ir dejando atrás los desequilibrios que existen en la comprensión de que todos son iguales y que esa igualdad está correspondida con un sinfín de obligaciones que van formando al ciudadano en su compromiso como ser social y generador de riquezas.
La cultura es ese bagaje que forja el comportamiento humano en una sociedad determinada, dentro de una cultura más amplia como es en nuestro caso la cultura occidental. La cultura enlazada con la historia de esa nación puede asumir un camino de compromiso colectivo, de responsabilidad ciudadana, valorando el esfuerzo y el trabajo, la capacitación y la humildad, la solidaridad y la empatía, la consideración al funcionamiento institucional que establece las leyes de esa nación, y el respeto a las libertades establecidas en ellas, como el derecho a la expresión, la libertad de prensa y al debate libre de ideas aunque estas no coincidan con los que coyunturalmente ostente el poder circunstancial de un país.
Cuando una nación alcanza determinados principios, un desarrollo sostenido y una educación que incluya a todos y de calidad, de mayor exigencia, los debates, las diferencias ideológicas, conceptuales podrían llegar a enriquecer ese bagaje cultura que como decíamos al principio es el nudo histórico – cultural – conceptual sobre los que un país se sostiene, mejora y amplía sus capacidades.
Argentina se encuentra encerrada en un laberinto de obstáculos, caminar hacia atrás y encontrar en dónde fue que comenzamos a perdernos puede ser una tarea titánica, pero también, sumamente esclarecedora, pero es necesario comprender que un análisis serio sobre ese pasado tiene que estar despojado de prejuicios y abordar cada momento de crisis, de esas que fueron bisagra y que nos llevaron hacia este presente confuso y desesperanzador. Todo análisis requiere de herramientas deductivas adecuadas poniendo en cuestión todo, para luego recoger lo que en su momento no ayudó a mejorar y descartar para no repetir eso que nos fue alejando de cierto destino que allá por la década del ochenta parecía venturoso.
Convengamos para comenzar, que por más de cuatro décadas la clase política, los acontecimientos sociales, los enfrentamientos y una gran avalancha de confusiones ideológicas, fueron arrasando con la sensatez, y si bien somos hijos de la posmodernidad, en donde todo está puesta en cuestión, es esa misma modernidad que nos permite enriquecer el análisis y abordar los micros conflictos, el micro poder que se fue extendiendo como ciertas corporaciones que comenzaron a ser instrumentos que fueron forjando el destino de acuerdo a sus intereses corporativos. Como hijos de la posmodernidad ya no nos sujetamos a esos metas discurso que en un determinado tiempo copto a algunas naciones del mundo durante y post guerras mundiales. Desde ahí fue que la confección ideológica distorsiono nuestra actualidad, revoluciones socialistas trasformadas en dictaduras, consignas progresistas sujetas a restricciones y cancelación, el discurso único, el pos discurso, el progresismo ya no está relacionado a la igualdad, a la inclusión y a la ampliación de derechos, sino a interpretar los acontecimientos dentro del marco de la geopolítica, entonces, y solo para citar un ejemplo la ex URSS en manos de Stalin hoy de una autocracia capitalista mata a ciudadano inocentes en Ucrania y la justificamos como si estuviera en juego en ese genocidio la disputa Este – Oeste. La Nicaragua de Ortega puede hacer lo que quiera contra las libertades y reprimir a su pueblo, porque alguna vez hubo una revolución libertaria. Para qué seguir si supongo ya se entiende el concepto.
El peronismo, El Kirchnerismo, El Albertismo, Los Movimientos Sociales, El Partido Comunista, Etc. Hoy en el gobierno no representa más que el reparto de un poder ya sin futuro, sin ideas, sin discusiones conceptuales, sin ideología, más que un puñado de acciones erróneas que sumergieron al país no solo en la miseria sino que con sus políticas han contribuido a acrecentar los obstáculos para comenzar a dar la discusión sobre nuestro futuro.
Los políticos ya carecen de ideas, solo un manojo de consigna, como así también sus seguidores, que en su mayoría reflejan la puja distributiva, unos más poder, otros más bolsones de alimentos, la izquierda ya no elabora discusiones políticas sobre la educación, el progreso, el enriquecimiento intelectual de la clase obrera para alcanzar el ascenso social. Hoy sale a la calle a defender a políticos que coyunturalmente les proporcionan cierto espacio de poder y ciertos beneficio de rentabilidad con los cuales sostienen un aparato movilizador del prebendalismo.
No quiero estigmatizar a nadie, solo intento dar un vago reflejo de que tipo de bagaje cultural estamos construyendo, si solo se trata de llegar y durar, no de construir, de avanzar, de crecer y mejorar las condiciones de vida de la gente. Podemos decir cualquier cosa, justificar cualquier latrocinio y nadar contra la corriente, total parece que nadie nos juzga o, a nadie le interesa, la historia revive los hechos cada vez con mayor crueldad, algún día, cuando los acontecimientos de hoy se analizen con seriedad notaremos cuán bajo hemos caído y que lejos estábamos de encontrar frente a todas las voces disonantes que hoy apabullan en la banalidad, que lejos nos encontramos de ser una nación con ideas. En caso que algún día encontremos el discurso, la ideología y las acciones que nos retomen el camino que alguna vez abandonamos.
Osvaldo Gonzalez Iglesias
Editor