Donald Trump volvió a dejar claro que su política comercial se basa en imponer condiciones más que en negociarlas. “En cierto momento, simplemente enviaremos cartas a los países. Y creo que entenderán eso, diciéndoles: ‘Este es el acuerdo’. Pueden aceptarlo o rechazarlo. No tienen que usarlo. No tienen que comprar en Estados Unidos, como ya dije”, expresó el mandatario al arribar al Kennedy Center de Washington, donde asistió a un espectáculo musical.
Según precisó, estas misivas comenzarán a enviarse en un plazo de entre una y dos semanas, detallando los términos de nuevos acuerdos comerciales que, más que invitaciones al diálogo, se presentan como ultimátums. La estrategia, señaló Trump, replica la modalidad que ya aplicó con la Unión Europea.
La semana anterior, la Casa Blanca confirmó que el representante comercial de Estados Unidos, Jamieson Greer, remitió cartas a varios socios internacionales advirtiendo sobre la inminente expiración —el próximo 9 de julio— de la moratoria impuesta en abril sobre los aranceles. Washington había abierto entonces un compás de espera para facilitar negociaciones bilaterales.
“Estamos negociando con Japón, con Corea del Sur. Estamos negociando con muchos. Con unos 15 países. Pero tenemos más de 150 en lista de espera, y eso no es posible de manejar”, sostuvo Trump, revelando el alcance limitado de su estrategia bilateral, en contraste con el multilateralismo de etapas anteriores.
El mandatario también celebró el reciente acuerdo con China, alcanzado en Londres, al que calificó como “muy importante”. Según Trump, el pacto incluye la imposición de un 55% de aranceles sobre productos chinos —aunque expertos cuestionan esa cifra, ya que muchos de esos gravámenes estaban vigentes desde antes de su mandato— y, del lado chino, una tasa del 10% sobre bienes estadounidenses.
El entendimiento incluye cláusulas adicionales: la aprobación de visados para estudiantes chinos que deseen cursar estudios universitarios en EE.UU. y el suministro de minerales de tierras raras desde China, un recurso clave en industrias estratégicas como la electrónica, la defensa y la energía.
Pese a los anuncios, desde la suspensión de aranceles en abril, el único acuerdo formalmente suscripto por EE.UU. ha sido con el Reino Unido, un pacto de carácter preliminar con un socio con el que Washington mantiene superávit comercial. El acuerdo con China, aunque anunciado con bombos y platillos, aún no cuenta con validación oficial.
La política exterior comercial de Trump continúa apostando por relaciones bilaterales bajo presión arancelaria, desmontando esquemas previos y redibujando el tablero económico internacional a favor de los intereses estadounidenses, pero a costa del consenso diplomático. Su mensaje es claro: los socios pueden sumarse al nuevo orden o quedarse afuera.