Washington, EE. UU. – La administración Trump ha marcado una línea de fuego clara frente a los organismos multilaterales del hemisferio occidental: Estados Unidos seguirá siendo parte de aquellos foros internacionales que sirvan a sus intereses estratégicos. De lo contrario, optará por su salida inmediata. En este contexto, la Organización de los Estados Americanos (OEA) está en la mira directa.
Con una orden ejecutiva firmada por el expresidente Donald Trump, se inició una evaluación profunda sobre la pertinencia de seguir financiando y participando en instituciones internacionales creadas en el siglo XX. En este proceso, el Departamento de Estado —liderado ahora por Marco Rubio— ha tomado decisiones contundentes.
Para el presupuesto 2026, Estados Unidos ha asignado cero dólares al financiamiento de la OEA. Esta decisión política, si se mantiene, significará un golpe fatal al organismo regional, que depende en gran medida de las contribuciones estadounidenses para sostener su funcionamiento.
Rubio y Landau, al frente de la ofensiva diplomática
Rubio, conocedor del escenario latinoamericano y crítico permanente de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela, ha puesto a su subsecretario de Estado, Chris Landau, al frente de esta ofensiva diplomática. Landau, exembajador en México y con experiencia directa en varios países de la región, fue el encargado de presentar la postura oficial de Washington durante la reciente Asamblea General de la OEA celebrada en Antigua, Guatemala.
En su intervención, Landau no usó eufemismos: condenó con firmeza la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela y criticó la parálisis institucional de la OEA ante la crisis en Haití. En ambos casos, acusó al organismo de no haber tomado acciones concretas pese a la gravedad de los hechos.
«El año pasado, el mundo entero fue testigo de una elección robada descaradamente en Venezuela», dijo Landau. «¿Y qué ha hecho esta organización? Nada sustancial», cuestionó ante un auditorio que quedó en silencio.
Sobre Haití, fue igualmente categórico:
«Las pandillas armadas controlan las calles y los puertos. El orden público ha colapsado. Y de nuevo, ¿qué ha hecho esta organización?».
Una amenaza explícita: salida de la OEA antes de 2025
Landau dejó en claro que, si la OEA no adopta una postura firme y activa contra Maduro y la situación en Haití, Estados Unidos renunciará como miembro antes de que termine 2025. El mensaje, con tono de ultimátum, fue dirigido tanto al liderazgo del organismo como a los gobiernos que hoy se muestran reticentes a intervenir políticamente en la región.
Entre estos, destacan Brasil, Bolivia, Chile, Colombia y México, cuyos gobiernos progresistas han evitado confrontar abiertamente al régimen venezolano. En la otra vereda, Estados Unidos cuenta con el apoyo de Argentina, El Salvador y Paraguay.
Este choque ideológico interno anticipa una fuerte división en el seno de la OEA, que podría derivar en una fractura institucional sin precedentes.
Albert Ramdin, en el centro del conflicto
El secretario general de la OEA, Albert Ramdin, fue uno de los principales interlocutores de Landau durante la cumbre. Ramdin, quien llegó al cargo con el respaldo de Brasil, México y Colombia, ha mantenido hasta ahora una postura ambigua frente al régimen de Maduro, lo que ha generado tensiones crecientes con Washington.
La reunión entre Ramdin y Landau fue tensa, y dejó en evidencia las diferencias profundas entre la visión de la Casa Blanca y la de los sectores más moderados dentro del organismo. La presión de EE.UU. crece, y Ramdin deberá demostrar si tiene la capacidad diplomática de evitar una crisis institucional mayor.
Un pulso geopolítico en el corazón de América Latina
El fondo del conflicto no es únicamente institucional, sino geopolítico e ideológico. La administración Trump —ahora reforzada por figuras como Rubio y Landau— busca restablecer una agenda de firmeza hemisférica contra los regímenes autoritarios, en especial Venezuela, Cuba y Nicaragua. En cambio, gobiernos como los de Lula da Silva, Luis Arce, Gabriel Boric, Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum han adoptado posturas más tolerantes o pragmáticas frente a estos regímenes.
Este enfrentamiento, que ya se refleja en votaciones y resoluciones dentro de la OEA, podría escalar en los próximos meses si no se logra un consenso político sobre cómo actuar frente a los conflictos más críticos de la región.
Consecuencias posibles: el cisma regional
Si la OEA no reacciona con hechos concretos y continúa evitando tomar decisiones de fondo, no solo Estados Unidos podría abandonar el organismo. Según fuentes diplomáticas, Argentina, Paraguay y El Salvador también consideran seguir el mismo camino, en respaldo a la línea de Washington.
De concretarse esta ruptura, la OEA quedaría profundamente debilitada y perdería a sus principales financistas y actores políticos. El organismo, creado en 1948 para promover la democracia y la cooperación hemisférica, enfrentaría su crisis más severa desde su fundación.
Una advertencia final
En su discurso, Landau cerró con una frase que resume la postura estadounidense:
«Este no es un momento para meras palabras sobre solidaridad hemisférica. Es hora de que la OEA muestre resultados. Rechacemos los regímenes autoritarios y apoyemos a los pueblos de Venezuela y Haití no solo con palabras, sino con hechos».
Lo que viene
La OEA entra ahora en su receso de verano. No se espera ninguna decisión importante hasta septiembre. Sin embargo, el mensaje de Washington ya está sobre la mesa, y las capitales del continente deberán decidir si respaldan una acción firme contra las dictaduras de la región o si enfrentan las consecuencias de una posible desintegración del foro interamericano más importante del hemisferio.