Ni siquiera la derrota en las legislativas de 2021 representó una crisis de la magnitud de la que ha desatado Martín Insaurralde en el kirchnerismo bonaerense. Este poderoso dirigente, tanto en el ámbito político como económico del conurbano, se ha convertido en el epicentro de un temblor político con consecuencias imprevisibles. Esta crisis pone en duda dos aspectos clave de la estrategia de Cristina Fernández: la posibilidad de reelección del gobernador Axel Kicillof y la conservación de Buenos Aires como un refugio kirchnerista en caso de derrota a nivel nacional.
El pánico generado por estos escándalos ha llevado a Kicillof a encargar mediciones provinciales para evaluar cómo afectan a su candidatura. Sin embargo, aún cuenta con un desafío importante, ya que la postulación de Patricia Bullrich en la boleta de Juntos por el Cambio podría impulsar a Néstor Grindetti, el candidato opositor. Además, la candidatura de Carolina Píparo, discípula de Javier Milei, también podría influir en el resultado electoral.
La caída de Insaurralde tiene dos víctimas políticas principales. En primer lugar, afecta a Kicillof, quien siempre resistió a Insaurralde debido a su imposición por parte de Cristina y Máximo Kirchner. Sin embargo, también fue Insaurralde quien facilitó la entrada de Kicillof al mundo de los intendentes del conurbano, donde el gobernador nunca se sintió cómodo. Aunque Kicillof destinó gran parte de su tiempo a distribuir fondos en la provincia, su comprensión de la lógica bonaerense siempre fue limitada.
La otra víctima política es Máximo Kirchner, ya que Insaurralde fue fundamental para consolidar su liderazgo en el peronismo bonaerense. Convenció a varios intendentes para que apoyaran a Máximo como titular del PJ, a pesar de la resistencia de algunos rebeldes. La renuncia de Insaurralde lo dejaría en una posición política más solitaria y sin un horizonte claro.
Las razones detrás de la renuncia de Insaurralde están relacionadas con la corrupción, la falta de transparencia y la impunidad, lo que se suma a la creciente preocupación por la reapertura de la causa Los Sauces-Hotesur que involucra a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en sospechas de lavado de dinero.
Insaurralde ha tenido un crecimiento político y económico desde la época de Eduardo Duhalde y Carlos Menem, respaldado por su suegro Hugo Toledo, un poderoso ministro de Obras Públicas durante el duhaldismo. Su influencia política se mantuvo incluso durante la única derrota del peronismo en la provincia desde 1989. Junto a Sergio Massa, fue clave en la aprobación de la ley que limita la reelección de intendentes a dos períodos, y luego en su modificación para eliminar los topes en 2021.
En los últimos años, Insaurralde construyó un poder discrecional en la provincia, influyendo en cargos importantes como la jefatura de Gabinete, la presidencia del Instituto Provincial de Loterías y Casinos de Buenos Aires, y el Tribunal de Cuentas de la provincia. Su relación con el juego y la feria de La Salada, que generan importantes ingresos en la política bonaerense, ha sido objeto de especulación.
El último escándalo de Insaurralde, relacionado con su viaje de lujo a Marbella y las acusaciones de corrupción, se suma a otras oscuridades en su historial, como el sistema de recaudación a través de empleados truchos de la Legislatura. Todo esto ha sacudido al kirchnerismo bonaerense, dejando a Kicillof en una situación incómoda y a Máximo Kirchner en peligro de quedar políticamente aislado. La crisis estalla a solo 18 días de las elecciones, donde el oficialismo se juega su suerte en Buenos Aires.