Entre desafíos y resistencias

A poco más de dos meses de asumir la presidencia, Javier Milei, respaldado por casi el 56% del electorado, ha implementado sus primeras medidas de gobierno alineadas con sus propuestas electorales. Estas acciones responden a la urgente necesidad de abordar la crítica situación dejada por la administración anterior, marcada por un evidente deterioro económico, político y social que sumió al país en niveles alarmantes de pobreza y marginación.

Con un 52% de la población en situación de pobreza y un 12% en condiciones de marginalidad, la herencia del gobierno precedente se tradujo en una dramática secuela de desafíos, tales como la decadencia educativa, la abrumadora deuda acumulada y el distanciamiento internacional, dejando a la juventud sin perspectivas de futuro y sin oportunidades en la escala social.

En este contexto, los instrumentos institucionales han demostrado su eficacia, evidenciado por el trabajo inédito de los diputados durante el mes de enero. Esta situación, hasta ahora sin precedentes en la historia reciente del país, refleja la urgencia de abordar las demandas ciudadanas y evitar la repetición de un pasado reciente donde el poder legislativo fungía más como escribanía al servicio de una líder que enfrentaba causas penales.

Las estructuras políticas, sin embargo, se han activado para resistir las reformas propuestas por el ejecutivo, especialmente aquellas dirigidas a eliminar privilegios arraigados durante años. Estos privilegios han contribuido al empobrecimiento generalizado, beneficiando a una pequeña oligarquía política, financiera, empresarial y gremial. Esta élite, indiferente a las necesidades de la sociedad, exhibe sus fortunas sin pudor, evidenciando la inmoralidad de un sistema que ha permitido la impunidad durante años.

En el intento por frenar las reformas y preservar sus intereses, esta oligarquía muestra su desdén por las necesidades básicas de los argentinos, desde la educación hasta la salud, perpetuando la desigualdad y la falta de recursos que deberían destinarse al bienestar de la población.

En este escenario de desafíos y resistencias, la gestión de Javier Milei se encuentra en una encrucijada crucial, enfrentando la necesidad de implementar reformas estructurales mientras lidia con la oposición de aquellos que han visto amenazados sus privilegios. La ciudadanía observa atenta, consciente de que el camino hacia la transformación implica superar las barreras impuestas por décadas de corrupción y desigualdad.

Incidentes y polarización: Reflexiones tras el debate en la Casa de la Democracia

En el marco del debate en la Casa de la Democracia, se vivieron lamentables escenas que empañan la importancia de mantener un ambiente donde las argumentaciones adquieran brillo y profundidad. El Kichnerismo, aferrado y temeroso del señalamiento por el desastre del cual son responsables, parece retornar a la política con un discurso que borra selectivamente el pasado, responsabilizando a figuras como Milei y Macri de la actual situación económica.

En medio de esta narrativa, la izquierda argentina emergió con denuncias de represión, cercenamiento de derechos y violación a las libertades, utilizando términos como dictadura. Sin embargo, su representatividad, inferior al dos por ciento, pone de manifiesto la falta de respaldo a sus consignas y actos, considerados desquiciados y malintencionados.

La vieja izquierda argentina, extraviada desde hace años, se ha vuelto funcional a la desestabilización y al resentimiento, sin lograr un eje de representación que dé sentido a su proyecto político. Más allá de sus intenciones progresistas, se asemejan más al autoritarismo que al progresismo, evidenciando similitudes con el fascismo.

La campora, representado por figuras avejentadas y acomodadas, se erige como defensor de la justicia, resistiendo la pérdida de sus privilegios en áreas como aerolíneas y medios públicos, etc. Su actitud en la calle deja expuesta su altanería e impunidad, escoltando a su líder (Máximo Kirchner), reflejan la imagen decadente de una dinastía intocable, una realidad grotesca en tiempos en que todos son observados, ellos se mueven como aun dueños del país, sin percibir los vientos de cambio.

Esos militantes, como se hacen llamar, obedecen a un líder, un hombre que no ha experimentado el trabajo y se erige como portavoz del pueblo, montado en una fortuna lograda sin esfuerzo propio, resultado de la corrupcion de sus padres lo que da cuenta sobre que valores se construyo la escena política durante todos estos años.

El temor de los legisladores por no destacarse en el actual momento político los coloca al borde de la desesperación, evidenciado cuando percibieron el desaire del recientemente electo presidente al realizar su discurso fundacional de espaldas a las butacas donde depositan sus ansias de protagonismo. En este contexto, la negociación política se erige como un instrumento vital de la democracia.

El debate parlamentario y las conclusiones por mayoría, se entiende, contribuyen a mejorar la calidad de las leyes. Sin embargo, es imperativo despejar la paja del trigo en este proceso. Algunos legisladores persisten en atrincherarse sobre los privilegios del pasado, negociando cada punto de la ley bajo la premisa de ser defensores de ciertos sectores posiblemente afectados por las medidas propuestas. Aquí es donde se debe aguzar la mirada para discernir la autenticidad de tales argumentos y cuánto encierran de estrategia para obtener espacios, poder o prebendas.

En este escenario, algunos diputados han intentado y logrado conciliar intereses, forzando resultados para dotar al gobierno de las herramientas básicas necesarias para llevar a cabo su plan de gobierno, en concordancia con las promesas electorales. A pesar de la inexperiencia y cierta soberbia del ejecutivo, algunos presidentes de bloque han logrado hacer que las cosas funcionen.

La conciencia general entre los legisladores es clara: la sociedad está observando y la situación actual no tolera más dilaciones. Todos son conscientes de que prolongar las discusiones solo contribuye a alargar la agonía, se impone la necesidad de actuar con prontitud para responder a las demandas ciudadanas y avanzar en la construcción de un marco legal que refleje las promesas realizadas en las urnas. En este contexto, la experiencia, la cooperación y el sentido de urgencia se convierten en elementos clave para superar los desafíos actuales y sentar las bases para un futuro político más eficiente y orientado al bienestar de la sociedad.

Corolario final: El Arte de Negociar en un Gobierno en Formación

En un escenario donde un gobierno sin experiencia y con una escasa representación legislativa o gubernamental se ve compelido a negociar para avanzar en sus propuestas, se enfrenta a diversas fuerzas políticas que defienden sus privilegios a expensas del posible fracaso de las reformas propuestas. Estos actores, apelando al viejo relato, siempre se posicionan en contra.

En este contexto, existen fuerzas políticas que buscan su espacio y están dispuestas a realizar acuerdos de gobernabilidad, mientras otras intentan construir, en el marco de las negociaciones, nuevos escalones de privilegios. La complejidad del panorama político exige la construcción de consensos y acuerdos para avanzar, pero también plantea el desafío de discernir entre quienes buscan genuinamente contribuir al bien común y aquellos que buscan preservar sus intereses particulares.

Dada la situación en todos los frentes del país, las reformas son consideradas imprescindibles, y una nueva frustración podría resultar fatal para el destino de todos. Mientras algunos agoreros insisten en su retórica, las mayorías silenciosas observan tímidamente. Este contraste destaca la necesidad de reconocer el protagonismo de las fuerzas silenciosas y respetuosas.

En el actual escenario, los actores ruidosos y discordantes ocupan los medios y son el centro de los acontecimientos políticos. En conclusión, sin la participación activa y respetuosa de las fuerzas silenciosas, la transformación se ve obstaculizada, y aquellos que alzan la voz con vehemencia pueden prevalecer. La negociación y el diálogo se presentan como herramientas esenciales para forjar un camino hacia el progreso, donde la inclusión y la representación de todas las voces resultan fundamentales para evitar la imposición de intereses particulares sobre el bienestar colectivo.

Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor

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