En el tablero político argentino, las piezas del ajedrez se mueven con celeridad mientras se aproximan las elecciones primarias (PASO). Algunos peones quedan atrás, cumpliendo su función en esta estratégica partida, mientras las torres se mantienen alerta para proteger los flancos. El alfil, hábil en sus movimientos, combate desde las diagonales, y los monarcas, ansiosos, contemplan la cercanía del desenlace. En el juego final, en esas ansiadas PASO, todo está en riesgo, incluyendo los anhelados, privilegios que otorga el poder político, ese que permite mirar hacia las masas y definir el futuro de millones de personas, en medio de asesores y magnates que influencian lo que se dice y, sobre todo, lo que se calla.
Dentro de este complejo escenario, surgen figuras como Sergio Massa, quien ha demostrado una notable habilidad para adaptarse a distintas situaciones. Su metamorfosis lo ha llevado a posicionarse como liberal o conservador según la ocasión, pero ahora parece dirigir su enfoque hacia los jóvenes adultos de La Cámpora, esos que nunca se van de la casa de sus padres, por su dependencia del Estado y la falta de experiencia laboral, considerándolos inútiles para cualquier función que no implique manejar recursos ajenos. Sin embargo, también se presenta como un paladín contra el FMI y un atento receptor de los reclamos de su jefa, Cristina Kirchner. Habla de soberanía y justicia, pero a la vez culpa a Macri por la situación económica actual, aunque lleva meses ejerciendo el control absoluto sobre el Estado sin asumir ninguna responsabilidad sobre la crisis inflacionaria que se acerca al 140%.
Por otro lado, emergen figuras como Javier Milei, quien se ha posicionado como un anti-casta, oportunista, capitalizando el sentimiento de descontento presente en la población, especialmente en los jóvenes. Su verborragia desmedida y soberbia, intenta demostrar que él tiene la capacidad de realizar un cambio radical y terminar con años de historia argentina. Su discurso sugiere que todos los demás son incompetentes y que solo él y su hermana representan la esperanza, como si fueran los mesías que salvarán al país. Sin embargo, surgen dudas sobre qué podría significar tener a alguien con tal esquizofrenia al frente del Estado, y la comparación con figuras como Cristina Kirchner parece recordarnos que cualquier cosa puede ser posible en la política.
En el panorama local, también se observan situaciones curiosas, como la de Martín Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires, quien ha basado su campaña en denuncias contra Jorge Macri y su candidato a primer concejal. Esto ha generado preguntas sobre por qué un candidato se enfrentaría a su propio partido y ex aliados, denunciándolos ante la justicia por temas como el domicilio que figura en su postulación, algo que, en realidad, ha sido una práctica común en la política argentina con ejemplos que incluyen a figuras de diferentes partidos.
Por otro lado, Cristina Kirchner y Patricia Bullrich parecen compartir cierta ambición de control absoluto del Estado, como si las instituciones fueran solo un estorbo que podría ser desplazado para llevar a cabo sus objetivos. Ambas han demostrado actitudes mesiánicas y autoritarias, dando a entender que tienen la autoridad para hacer lo que consideren necesario sin un claro consenso ni debate sobre las decisiones.
En el escenario actual, figuras como Horacio Rodríguez Larreta también generan preocupación, pues algunos consideran que su cercanía con Massa se supone, establece lazos de complicidad con la elite empresarial y las corporaciones que podrían llevar al fracaso cualquier esperanza de cambio real, profundizando así la crisis. La influencia de organizaciones sindicales, movimientos piqueteros y ciertos empresarios vinculados al Estado también se percibe como un factor que podría llevar al país a una situación inviable.
Sin embargo, todavía quedan días para sortear el engaño, las falsas promesas y las visiones mesiánicas que suelen ofrecer respuestas simplistas. Es importante no caer en la trampa del discurso que busca aprovechar el descontento y la ansiedad por un cambio real, sino más bien, evaluar con cuidado las propuestas y los candidatos que realmente puedan llevar a cabo una gestión responsable y sostenible. Es momento de utilizar el voto como herramienta de la democracia y no dejarnos llevar por golpes de magia ni falsas promesas, sino de elegir a aquellos que puedan representar de la mejor manera los intereses de la población y trabajar para el bienestar de todos los ciudadanos. En estas PASO, el destino del país está en nuestras manos.
Carolina Lozada, una derrota en Santa Fe que marca lecciones políticas
El resultado en Santa Fe dejó una importante lección para el mundo político: no es sencillo ascender velozmente al poder sin enfrentar obstáculos. Lozada sufrió una derrota que pone en evidencia los desafíos de alcanzar el trono político sin caer en errores.
Durante la contienda, Carolina Lozada amenazó con no convocar a su compañero de partido con el cual competía, mostrando una actitud que sugiere creerse el faro moral de la política. Sin embargo, esta postura no estuvo exenta de controversias, ya que nunca dejó su casa en el Cauntry, en la provincia de Buenos Aires, ni siquiera para llevar adelante la campaña electoral en Santa Fe.
Antes de la votación, Lozada afirmó que sostenía las denuncias contra Máximo Pullaro, y se posicionó como quien solo trabajaría con aquellos que consideraba “buenos”. Esta dicotomía entre “buenos” y “malos” dejó en claro su visión polarizada de la política y de sus adversarios, presentándose a sí misma como la opción “buena” y a los demás como el mismísimo demonio.
Estas actitudes y declaraciones no pasaron desapercibidas para el electorado, y el resultado fue una derrota en Santa Fe, que pone en perspectiva la importancia de no subestimar el camino al poder y mantener una postura coherente y cercana a los ciudadanos en todo momento.
Esta experiencia electoral sirve como recordatorio para los políticos de que el respaldo de la población no se gana solamente con discursos polarizados y amenazas, sino con acciones concretas y una verdadera conexión con los intereses y necesidades de la ciudadanía. Las elecciones son una oportunidad para que los candidatos demuestren su compromiso con el bienestar común y su capacidad para representar los intereses de todos los ciudadanos, sin caer en divisiones y estigmatizaciones.
En el complejo escenario político actual, es fundamental para los líderes entender que la política no se trata simplemente de ganar o perder, sino de trabajar para el bienestar de la sociedad en su conjunto, dejando de lado posturas extremas y apostando por el diálogo y la construcción de consensos. Así, los resultados electorales se convertirán en una recompensa para quienes se esfuerzan por representar con responsabilidad a sus ciudadanos y trabajan para construir un país más justo y equitativo.
La derrota en Santa Fe puede ser un punto de inflexión para Lozada y otros políticos, una oportunidad para reflexionar y aprender de los errores, y fortalecer la conexión con la ciudadanía en pos de construir una política más sólida y cercana a la realidad de los argentinos.
Osvaldo González Iglesias – Editor