El término es nuevo, pero se ha hablado mucho sobre los “unicornios argentinos” en los últimos meses, y la discusión, por fortuna, fue más allá de la grieta política y el oportunismo de algunos políticos.
Ocurre que sin una ayuda sustancial del Estado nacional, las incipientes empresas argentinas de raíz tecnológica ya han logrado posicionarse en el mercado regional y, si damos fe al optimismo de algunos expertos, éstas han conseguido posicionar a la Argentina como referente global en la materia.
Para quienes no están familiarizados con el término: ¿qué son las empresas “unicornio”? Se trata de Startups, “tecnológicas” o firmas digitales (actualmente son once en Argentina: Mercado Libre, Globant, Despegar, OLX, Auth0, Vercel, Alep Holding, Mural, Bitfarms, Ualá y TiendaNube) que sin haber salido a cotizar en bolsa ya cuentan con un valor de mercado superior a los mil millones de dólares aunque sus ganancias no sean ni por asomo –al menos en el corto plazo- un gran negocio.
El fenómeno de las startups no es exactamente nuevo. Sabemos que en Estados Unidos las tecnológicas ya son parte de la vida cotidiana, y que sus gigantes han extendido sus tentáculos por todo el planeta. En Israel forman también un entramado que le ha dado a esa nación de Medio Oriente el sobrenombre de “Startup Nation”.
En nuestras antípodas se encuentra el fenómeno de las empresas tecnológicas chinas, que, dentro de un mercado interno de más de mil millones de personas, dan sus propias batallas en un sistema de negocios que es a todo o nada: nacen miles de empresas con nuevas ideas y al mismo tiempo mueren otras miles debido a una competencia feroz, tipo dog-eat-dog.
Las extensas cuarentenas de algunos países, por supuesto, han extendido el uso del mundo virtual, y es por ello que todo lo que podía resolverse a distancia tiene hoy unas cuantas aplicaciones en uso y un verdadero entramado de negocios, que va desde las empresas de comunicación y de delivery hasta las nuevas estrellas: las empresas de pago electrónico, e-commerce, fintech y criptomonedas.
El fenómeno de esta transformación digital del comercio es un boom en Argentina, líder en este tipo de emprendimientos, pero toda la región se está poblando de unicornios que cabalgan sobre las olas de la pandemia: es el caso de la empresa B2W Digital, que ofrece los servicios al estilo de Mercado Libre y también de PagSeguro, una startup brasileña que está a medio camino entre la institución bancaria y el medio de pago al estilo de Mercado Pago.
Mención aparte merecen dos fenómenos incluidos en el fenómeno mismo de la empresa unicornio. En primer lugar están las empresas de fintech y criptomonedas, que ya prometen cambiar por completo el sistema de pago al que estamos acostumbrados y pronto habrá de transformar el pago con billetes en un asunto del pasado. El otro fenómeno es el de las empresas de tecnología financiera, que hacen el servicio de un banco digital, algo que los usuarios de la economía global van a agradecer muchísimo para librarse de la fluctuación entre monedas y eludir el problema de la inflación en algunos países, aunque planteará algunos interrogantes respecto de la regulación de las transacciones comerciales por parte de los gobiernos nacionales.
La revolución es imparable pero habrá que hacer frente a muchos vacíos legales y a muchas distorsiones que sobrevendrán mientras el nuevo sistema –ya sea por desconfianza de los consumidores o por problemas de seguridad informática- no consiga reemplazar por completo al modelo de negocios del siglo pasado.
El desafío para Argentina es profundizar su inserción en el círculo virtuoso de la región, que en este momento nos transforma en líderes: las startups son grandes negocios a futuro, y las empresas tecnológicas argentinas ya se posicionan, en calidad y cantidad, como lideran del mercado de Latam. Mercado Libre fue el primer unicornio de exportación, pero otras diez startups nacionales ya forman parte de los 20 prometedores unicornios latinoamericanos.
Las críticas –válidas- a la tendencia no son un problema exclusivamente local: el problema laboral que acarrean aquellos sistemas de negocio virtual, así como las burbujas que crean quienes se benefician con la suba ficticia de precios por un supuesto servicio digital son tan solo algunos de los puntos ciegos que la legislación de cada país deberá eliminar, pero ya sabemos que todo sistema de negocios implica una fuerte exposición a los vendehumo, los estafadores y la “timba” de los negocios de alto riesgo.
Algunos países no quieren que la autonomía con la que operan algunas de estas estrellas del negocio digital compita con sus regulaciones locales, pero lo irreversible del fenómeno no nos debe confundir: sin estas nuevas manifestaciones del mercado global no habrá ni clima de negocios, ni inversiones, ni integración posible con un mundo que acelera sus transformaciones.
No se trata simplemente de dar los pasos necesarios, sino de darlos también en la velocidad correcta, pues habrá un premio jugoso para quienes lideren estos caminos. La Argentina va por un camino sobresaliente: es hora de que el estado, con un proyecto modernizador que deje atrás las promesas colectivistas, el sueño efímero de la sustitución de importaciones y la obsesión por modelos industriales perimidos, ponga al estado como impulsor de estas nuevas manifestaciones de la creación emprendedora y deje de ser, como sospechamos a veces, el gran palo en la rueda de aquellos privados que invierten hoy con la certeza de no obtener ganancias sustanciales pero con la esperanza intacta de formar parte de la vanguardia local y regional que nos ponga codo a codo con las grandes economías del planeta.
Fernando Leon: Especialista en temas internacionales.