Elena Mancinelli y los vínculos entre la filosofía y el psicoanálisis

La doctora en Ciencias Sociales de la UBA Elena Mancinelli se propuso establecer una relación de articulación y comparación de dos figuras emblemáticas de la filosofía: Platón y Aristóteles, con el agregado de que el pensamiento de cada uno de ellos lo pone, a su vez, en relación con la obra del gran psicoanalista francés Jacques Lacan. También licenciada en Ciencia Política y Profesora de Filosofía y Estética del Departamento de Crítica de Artes de la Universidad Nacional de las Artes, Mancinelli tomó este corpus en su reciente libro El bien en cuestión. Figuras del goce en Platón y Aristóteles (Miño y Dávila Editores), con un prólogo del psicoanalista Gerardo Arenas que echa luz a modo anticipatorio de las reflexiones de Mancinelli.

“En ese encuentro que se produce en el libro entre la enseñanza de Lacan y Platón y Aristóteles, uno podría justificarlo en términos académicos en la enseñanza misma: en los seminarios de Lacan esos nombres están y esas obras están trabajadas”, plantea Mancinelli en diálogo con Página/12. Pero la propia investigadora señala que no fue ese el motivo del puntapié inicial del libro. “En la propia ilegibilidad que Lacan dice tener, lo que contiene es una provocación de lectura. Mi pregunta era cómo hacer para que algo que fue planteado en los orígenes del pensamiento político occidental no fuera una vez más una repetición de lo mismo”, subraya Mancinelli. Y reconoce que pensando la filosofía esa tarea se complicaba. “Entonces, en la enseñanza de Lacan, encontré una provocación de lectura. No sólo está lo ilegible, y aún más diría: una provocación a hacerse cargo de la propia lectura”.

-Más allá de esto que puntualizás, ¿crees que históricamente hubo una interrelación entre la filosofía y el psicoanálisis?

-Sí, claramente. Al mismo tiempo no deja de ser un desencuentro. Es un encuentro desencontrado. No es un encuentro sencillo sino que es un encuentro de caminos que se bifurcan y que no dejan de interpelarse permanentemente. Eso es lo que también tiene de rico. Yendo a algo más puntual, en algún punto el trabajo que hice en el libro me tensiona: poner en discusión el pensamiento político que asumió como horizonte el bien de la comunidad. ¿Por qué desarmar esas tramas originales de Occidente como las de Platón y Aristóteles cuando vivimos en una época en que se desarma el sinsentido permanentemente? Y no es que produce grandes caudales de felicidad. Lacan trabaja en el Seminario 7 la ética aristotélica, trabaja El banquete, de Platón, en el Seminario 8. O sea, las referencias en la enseñanza son explícitas a los filósofos griegos en particular. Entonces, la cuestión era ver si no había algo que trabajar en esta idea del horizonte del bien que explicara algo de lo que hoy en día aparece como una devoración en el consumo en el que vivimos. En Lacan mismo se puede llamar discurso capitalista. ¿Hay algo que esté allá lejos que todavía resuene en el presente como problema? Y encontré algunas cuestiones para afirmar que sí. Tanto en la filosofía de Platón como en la de Aristóteles, esos horizontes del bien no se arman sin una expulsión del deseo.

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-¿Cómo se puede relacionar el deseo con los discursos de Aristóteles y Platón?

-Puede tener distintas semánticas, distintas formas. Cuando es expresado en el pensamiento político de Platón y Aristóteles, lo que se observa es que el deseo es algo que molesta. Es un problema. Y eso aparece de manera muy clara en la forma sintomática que asume esa expulsión. Se lee en la forma sintomática interna de cada una de las obras. En el caso de Platón, la expulsión del deseo se ve claramente en la contrafigura del tirano. Es un término que si uno lo dice así puede sonar a cosas distintas, pero que, en realidad, sólo quiere decir qué sucede cuando no hay vida deseable. Y lo que hay es una vida que se consume sin cesar. Ese sería el problema del patetismo en el que cae el orden político bueno cuando ha expulsado el deseo. No hay otro camino que caer en esa situación, en esa decadencia que es la que muestra él en esa figura.
-¿Y en Aristóteles?

-Lo que se ve claramente es cómo el deseo se vuelve algo complicado, si bien está incluido. La expulsión quiere decir la domesticación, el intento de que eso no sea un problema porque ahí lo que aparece es la ubicación de un problema. Es en la incontinencia, en eso que el psicoanálisis sabe muy bien, que es el saber no sabido: ¿Por qué no me sale lo que quiero hacer? O tengo una inhibición o un síntoma. Bueno, eso pone Aristóteles en la figura del hombre incontinente.

-Decís que Lacan orienta en el saber no sabido. ¿Cómo se entrelaza esto con título del libro “El bien en cuestión”?

-Pensando en estas dos figuras, hay algo muy particular: Platón nos deja mucho más cerca de nuestra época que de la época de Freud, porque él pinta esa caracterización del tirano que queda solo, que no tiene lazo social y que queda devorado por su propia voluntad devoradora, sin deseo. Lo que reemplaza al deseo en el tirano es el consumo. Y eso nos deja mucho más cerca del pseudo discurso capitalista en el que estamos hoy en día. Y además, tomando las palabras de Gerardo Arenas, que escribió el prólogo del libro, en Platón hay un pensamiento político que surge de la declinación del Nombre del Padre. Y eso es algo muy interesante. No es en nuestra época en que podemos encontrar eso, en el capitalismo, sino que lo que hay en el origen de la filosofía política, en el caso de Platón, es la declinación del Nombre del Padre como un mito casi fundante del orden político. Entonces, Platón nos deja más cerca de nuestro presente.

-¿Y Aristóteles?

-Nos deja más cerca de Freud, más cerca de ese descubrimiento de la neurosis. Aristóteles intenta y hace una restauración fuerte del padre. Es una instauración del Nombre del Padre muy fuerte en donde lo que aparece es el síntoma. Es interesante ver cómo Platón se acerca más a nuestro tiempo y Aristóteles más al capitalismo en la época en que Freud descubre el discurso psicoanalítico.

-Ya que lo mencionás, mucho se hablado de la caída del Nombre del Padre (un significante que inscribe la ley) en esta época. ¿Crees que, en realidad, la degradación política y la figura del padre están en caída desde los orígenes del pensamiento político occidental o esta época particularmente marca un agudo declive?

-Un aporte o algo para indagar es que esa declinación está en el comienzo, en el sentido de quiénes son los que piensan las tramas del orden político bueno en Occidente. Platón no ubica en el Nombre del Padre ninguna posibilidad que no sea la decadencia que, en definitiva, termina en esa tiranía devoradora. Ahora, esa devoración no solamente tiene que ver con la declinación del Nombre del Padre sino también con la pregunta: ¿Por qué hay tanto síntoma, por qué hay tanto problema interno en el planteo político platónico y en el aristotélico? Y ahí aparecen dos figuras, una más externa y la otra no, que son vías que salen de esta lógica. Salen de la lógica de lo bueno y lo que hace síntoma, de lo bueno y del patetismo decadente que se consume, de estos problemas políticos que parecen no tener solución y que todavía siguen teniendo actualidad. Son los que aparecen en los nombres de Sócrates y Antígona, donde lo que se ve no es que el deseo no está sino que, por el contrario, el deseo se muestra en su carácter eminentemente político. No hay deseo sin relación a lo político, sin relación a la comunidad, que es lo que muestran los dos de diferente manera.    

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