“El problema ya son los dos, no es uno ni el otro”, opina la mayor parte del peronismo que alguna vez abrazó con ganas el kirchnerismo y aquel que no siempre tuvo una buena impresión de la corriente surgida en base al expresidente Néstor Kirchner y que su esposa, con su hijo, extremaron mucho más.
Los dos, obviamente, son Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, quienes no se hablan y conspiran contra sus intereses personales y generales, no sólo con la falta de diálogo entre sí. “El año que viene perdemos, pero lo más grave, es que no sabemos si alguna vez vamos a volver a ganar”, revelan los que habitualmente hablan con el grupo de funcionarios y dirigentes ubicados en el centro, lejos de las posturas extremas.
Las diferentes reuniones, los actos organizados para “empoderar” o “reclamar” y demás eventos armados dejan en claro esta preocupación. Ninguno puede imponerse sobre el otro. Se someten al desgaste del reclamo, la imposición de proyectos “populares”, por un lado, y del ninguneo, el no escuchar y seguir haciendo que hace, por el otro.
Esto lo está diciendo con todas las letras Gabriel Katopodis, quien saltó de la tranquilidad que le ofrecía su continuidad como intendente municipal de General San Martín al Ministerio de Obras Públicas de la Nación.
“No es importante la relación de fuerza entre Cristina y Alberto, sino la relación de fuerza del Frente de Todos para enfrentar los intereses corporativos de Argentina que son muy fuertes”, dijo hoy, en Radio Con Vos, el ministro que pretendía armar el nonato albertismo junto con los gobernadores, sindicalistas y otros pares intendentes en actividad o en uso de licencia.
Algo parecido dejan trascender los funcionarios y dirigentes alineados con Sergio Massa, quien desde un inicio notó cómo debía acordar cada uno de sus movimientos con Máximo Kirchner. Si bien nunca renegó de esa relación y compromiso, en el fondo supuso que la racionalidad iba ganarle a la ideología. No estaría funcionando.
Martín Insaurralde, Gustavo Menéndez, Mariano Cascallares, Ariel Sujarchuk y Leonardo Nardini comparten la preocupación expuesta por Katopodis. Todos intendentes, en uso de licencia, saben que lo más importante es el termómetro territorial del Gran Buenos Aires, donde ya no se puede esconder el descontento social y la falta de parámetro para los ingresos de los sectores más postergados.
Fernando Espinoza, de La Matanza, actúa y se mueve con la autonomía que le brinda conducir el distrito del cual depende la diferencia que obtiene cualquier tipo de peronismo en una contienda electoral.
Hasta Andrés “El Cuervo” Larroque sabe que no sirve más la discusión pública. Opina lo mismo que dijo a los medios sobre el presidente de la Nación y su modelo de gestión. Inclusive, es de los que más apoya al hijo de los dos presidentes en su arrepentimiento por haber acompañado la decisión de la expresidenta por haberlo puesto en el poder a Alberto Fernández.
Pero también sabe, toma nota, que cuanto más ruido haya, peor es para él y para lo que pretende representar, un peronismo más progresista, vinculado a dar soluciones a los sectores más postergados.
Wado De Pedro, el “canciller” que tiene La Cámpora también transita este camino de saber que así como están las cosas no puede salir nada bueno para el oficialismo, y que más allá del diálogo o no entre el presidente y vice, algo se debe hacer para que no sigan, desde el propio seno frentetodista, agregar más ruido al ambiente.
Hasta los empresarios que “siempre apoyan al progreso del país”, fundamentalmente vinculado a la economía de matriz productiva con capitalismo nacional encarnado supuestamente por el kirchnerismo están preocupados.
Los que nunca creyeron, ya se fueron del país o trabajan en puntas de pie. Los que acompañaron el proceso kirchnerista les exigen que terminen con los conflictos y que encaminen la gestión. “Si quieren, que no se hablen, que no se dirijan más la palabra”, pero que la pelea no los vuelva a ubicar del lado de los enemigos del nuevo poder.
Esta realidad hace que, para el 90% de la dirigencia peronista, sea imprescindible iniciar una “jubilación” para el presidente y su vice. “No nos creen más que volveremos mejores si ponemos a la misma gente”, pero, tal cual confesó un amigo de la dupla presidencial, “nadie se animará a tirar la primera piedra”.
“Cuando Juan Manzur jubiló por el diario La Nación a Cristina Fernández de Kirchner, después supo lo que es el enojo de la señora. No hay hoy en el ambiente otro que pueda someterse al rigor de la vicepresidenta sin sufrir las consecuencias políticas de sus actos. Dividido el peronismo de cada provincia entre La Cámpora y el peronismo clásico, la mayoría debe abandonar el poder”, resume la misma fuente a MDZ.
Preocupados, algunos ya perciben la división del peronismo kirchnerista por la idea de concertar políticas de acción entre Kirchner y Myriam Bergman, del Frente de Izquierda. Esto también lo olfatean los dirigentes del Partido Obrero que, presumen, están de cara a una repetición de lo que le sucedió a Martín Sabbatella quien, en 2009, decidió abandonar el progresismo para sumarse al kirchnerismo que, supuestamente, emanciparía al poder.
Fuente: MDZ, Argentina