Julio Blanck, con su característica sonrisa tras su barba candado, solía referirse a los espías profesionales y aspiracionales como “los horribles”. En el libro “Los Horribles”, Gerardo Young retrata la labor de estos albañiles de la política, hombres y mujeres con lealtades flexibles y una sed de poder desmedida.
En el epicentro de este mundo clandestino, se encuentra Ariel Zanchetta, un prototipo de “horrible”. Este individuo, con un pasado oscuro en la Policía Federal, acumuló información ilegal de miles de personas y hechos en su hogar en Junín. Usando conexiones en las altas esferas, Zanchetta traficaba datos e información comprometedora.
La justicia descubrió sus lazos con la ex Secretaría de Inteligencia, evidenciando un entramado de espionaje estatal y paraestatal. Además, se encontraron interacciones dudosas con funcionarios kirchneristas como Rodolfo Tailhade y Fabián “Conu” Rodríguez, revelando la manipulación política a través de información ilegal.
Este turbio escenario, destinado a desestabilizar a jueces y fiscales que investigan casos de corrupción, es el centro de un complejo desafío judicial. A pesar de los avances en la investigación, la aparición de querellantes que exigen acceso a la información comprometedora añade una nueva capa de complejidad.
Mientras la justicia lucha por preservar la integridad de su trabajo en medio de la lluvia de pedidos de querellantes, los ‘horribles’ continúan su labor en pasillos y grupos de chat. El caso del espía Zanchetta y sus implicaciones arrojan luz sobre un mundo de manipulación política y espionaje, desafiando a la justicia a proteger la privacidad violada por estos operarios del oscuro entramado de la democracia.