Dicho sin segundas intenciones o con todas ellas: nunca la política se había visto tan expuesta. Las revelaciones sobre las intimidades presidenciales y los detalles turbios de la última gestión kirchnerista han dejado al descubierto una realidad más siniestra de lo imaginado. Lo corrupto era previsible, pero el cinismo y la desfachatez con que se manejaron los asuntos de Estado son alarmantes.
Las historias que emergen desde Puerto Madero, la Casa Rosada y la Quinta de Olivos pintan un cuadro aterrador de la administración de Alberto Fernández, bajo la sombra tutelar de Cristina Fernández de Kirchner. Las fiestas en Olivos, la manipulación del poder y las relaciones personales escandalosas que involucraron a figuras como Fabiola Yáñez y Sofía Pacchi, destapan un entramado de corrupción y descontrol que va mucho más allá de lo político.
Cristina, ahora en un intento de desmarcarse de su pupilo, busca presentarse como la primera víctima, mientras el país observa atónito cómo las revelaciones de chats, contratos amañados y favores personales continúan surgiendo. La narrativa de un gobierno que cayó en desgracia no solo por sus decisiones políticas, sino por un lodo de escándalos personales, se consolida día tras día.
El relato kirchnerista, otrora aclamado por las masas, se derrumba frente a la evidencia de un manejo irresponsable del poder que ha dejado a todos (y todas) manoseados. El descontento social crece, mientras los jóvenes buscan escapar de un país sumido en la decadencia y el desengaño. El escándalo de los seguros, las visitas clandestinas y la fiesta de Olivos son solo algunas de las piezas de un rompecabezas que expone la impunidad con la que se manejaron quienes, alguna vez, se autoproclamaron como los salvadores de la patria.
Fuente: CLarin