En el devenir de la historia, se suceden épocas de transformación y cambio, donde las corrientes ideológicas y políticas emergen como faros guía para las sociedades en busca de identidad y progreso. En este continuo fluir del tiempo, resonancias del pasado se entrelazan con las realidades del presente, dando forma al devenir humano. Antonio Gramsci, con su perspicaz observación, nos recuerda que “lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer”, delineando así la esencia misma de la evolución histórica.
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha buscado explicaciones a su existencia y significado a través de la religión y la filosofía. En un pasado remoto, antes del nacimiento de Cristo y después del ocaso de los dioses greco-romanos, el hombre navegaba sin la guía divina. Este período, marcado por el florecimiento de la filosofía, vio el surgimiento de un nuevo paradigma de pensamiento, donde la razón y la reflexión se alzaron como herramientas fundamentales para comprender el mundo. La figura del emperador romano, consciente de la soledad inherente al destino humano, reflexionaba sobre la capacidad del hombre para superar sus tribulaciones y encontrar su camino en la vastedad del universo.
Sin embargo, fue con el advenimiento del cristianismo que la humanidad experimentó un cambio radical en su cosmovisión. Las enseñanzas de Jesús y la labor misionera de figuras como San Pablo y San Pedro dieron forma a un nuevo orden conceptual, que fusionaba la metafísica con la fe religiosa. La corriente escolástica, encabezada por Santo Tomás de Aquino, emprendió el desafío de conciliar la fe con la razón, estableciendo así los fundamentos de la teología cristiana. Inspirados por las ideas de Platón y Aristóteles, los teólogos medievales exploraron los límites del conocimiento humano, delineando un universo divino y terrenal.
Paralelamente, en la Argentina del siglo XX, surgía una fuerza política con características casi religiosas: el Peronismo. En un contexto de agitación social y transformación económica, el liderazgo carismático de Juan Domingo Perón atrajo a las masas trabajadoras y campesinas, prometiendo un futuro de prosperidad y justicia social. Las reformas implementadas durante su gobierno elevaron el nivel de vida de millones de argentinos, fortaleciendo así el tejido social y político del país. Sin embargo, a medida que el tiempo avanzaba, el Peronismo entraba en una fase de declive, marcada por la proscripción política y los golpes militares.
La Guerra Fría y la polarización ideológica mundial influyeron en el devenir político de la Argentina, exacerbando las divisiones internas y desafiando la estabilidad democrática del país. El regreso de Perón al poder, seguido por el gobierno de su esposa Isabel, no logró restaurar la gloria pasada del movimiento peronista. En cambio, el movimiento se fragmentó y perdió su conexión con las bases populares, convirtiéndose en una sombra de su antigua grandeza.
Hoy nos encontramos en una encrucijada histórica, donde el kirchnerismo, heredero del Peronismo, busca revitalizar la mística política que una vez movilizó a las masas, pero solo logro hundirse en la corrupcion y llevar al pueblo hacia el abismo. Sin embargo, la sociedad argentina enfrenta desafíos urgentes en materia económica, social y política, que exigen respuestas innovadoras y soluciones pragmáticas, los dioses, los iluminados místicos, son un reducto del engaño, una escusa para que depositemos en ellos nuestro destino sin asumir las responsabilidades propias de los desafíos que se nos presentan, propensos como somos a esquivar nuestra responsabilidad. Los dioses en la antigua Grecia eran cuasi humanos, llenos de errores y defectos, los hombres de entonces depositaban en ellos su espiritualidad pero no su destino, ni sus luchas, ni la búsqueda de la verdad. En este sentido, el ciclo histórico continúa su marcha inexorable, desde los tiempos de los dioses antiguos hasta el surgimiento y declive del Peronismo, como un ejemplo mas de lo perecedero que resultan ser las guiá espiritual para determinar el destino de los hombres.
En cada etapa, la humanidad busca respuestas a sus preguntas más profundas y lucha por un futuro mejor. La tarea que enfrentamos ahora es aprender de los errores del pasado y construir un futuro en donde predomina la razón y la lógica de los hechos.
Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor