Los mercados financieros argentinos experimentan notables divergencias, generando una aceleración en la cobertura de carteras. A pesar de cierta estabilidad cambiaria y perspectivas alcistas en activos, el país se enfrenta a tensiones políticas y económicas. Mientras la macroeconomía muestra indicios alentadores, como superávit financiero y comercial, el clima social se complica con una tasa de pobreza cercana al 60%.

El presidente Javier Milei, quien asumió en diciembre con la promesa de desregular la economía, ha implementado medidas que han llevado a fuertes incrementos en las tarifas públicas y una inflación anualizada que supera el 250%.

Las metas electorales incluyen la dolarización con cierre del Banco Central, la eliminación del déficit fiscal y la reducción de la inflación. Argentina se encaminará hacia un sistema de competencia de monedas, según anunció Milei tras una reunión con el Fondo Monetario Internacional.

Simultáneamente, el Banco Central refuerza su compra de dólares para equilibrar las reservas netas a corto plazo, manteniendo un estricto control de cambios.

El Gobierno logra los “superávit gemelos” mediante una licuación del gasto público, devaluación y mantenimiento del cepo cambiario. Sin embargo, este logro genera una reducción en la actividad económica que, según analistas, contribuye al control de la inflación.

La falta de instrumentos de inversión rentable en pesos preocupa al mercado. A pesar de tasas de política monetaria bajas, la inflación cercana al 20% al mes dificulta encontrar opciones de renta fija que superen la inflación.

La inflación estimada para febrero se sitúa alrededor del 13%, con perspectivas de descenso gradual. Los economistas advierten que alcanzar una inflación de un dígito podría demorarse debido a posibles saltos en precios clave.

Argentina enfrenta un escenario económico complejo, donde la búsqueda de instrumentos rentables en pesos, la lucha contra la inflación y la atención a la distribución de impactos sociales son desafíos cruciales.