Del diálogo con Alberto Fernández se desprende su convencimiento de que la coalición oficialista debe superar la centralidad de Cristina. “No sé quién está en contra de la democratización del espacio, quiero creer que nadie”, desliza. Para ello, entiende las primarias como una instancia esencial y concede que podrían acordarse “puntos de coincidencia mínimos a modo de programa”. Y vuelve a disentir con la mirada electoral de Cristina. “De qué me sirve garantizar mi piso, mi tercio, si en la segunda vuelta no sumo votos”.
El Presidente responde sobre déficits de su gestión, el frente judicial de la vicepresidenta, las medidas que no pudo, no supo o no quiso tomar, y las críticas de quienes le endilgan tibieza ante los poderosos.
-En la carta del martes en la que ratifica que no será candidata, Cristina lo equipara con Mauricio Macri como “los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI” y ahora estarían pagando el precio en la popularidad ¿Qué opina del lugar en el que lo ubica?
-Yo no acepté un programa impuesto por el FMI, negocié un programa que hizo que el FMI debiera aceptar condiciones que nunca antes había aceptado. Un programa que garantizaba la inversión en salud, educación, ciencia y tecnología, y obras públicas, que admitía ser revisado cuando la economía argentina se viera alterada por condiciones exógenas, y por eso se revisaron las metas de reservas ante los efectos de la guerra en Ucrania, y las de equilibrio fiscal, como producto de la histórica sequía. Yo no tome la deuda de US$ 44.500 millones con el FMI, ésa es la gran diferencia con Macri. Negocié cómo afrontar esa deuda, dejando muy en claro que el plan no podía impedir el crecimiento. Entre 2021 y 2022, la Argentina creció 16 puntos porcentuales y llevamos 31 meses consecutivos de generación de empleo registrado. Nosotros no aceptamos un plan ortodoxo como los que habitualmente el FMI pretende imponer. La comparación es simplemente un error de concepto. Con el FMI también negociaron muchos expresidentes. Entre ellos, Néstor Kirchner.
El peronismo no puede seguir siendo verticalista y personalista
Alberto Fernández
-La Vicepresidenta propone acordar un programa antes de definir candidaturas. Con diferencias tan marcadas en la evaluación del Gobierno, la renegociación del préstamo del FMI y la división en el Frente de Todos, ¿es posible consensuar un programa común?
-Yo creo que es hora de que el espacio se democratice. Democratizar quiere decir que las estructuras no gobiernen y lo haga la decisión de la gente que nos sigue. Como consecuencia de esa democratización, puede haber tantos candidatos como voluntades de ser candidato existan. No creo que eso sea incompatible con la posibilidad de que nuestros candidatos acuerden puntos de coincidencia mínimos a modo de programa de gobierno. Lo más importante en nuestro espacio es preservar la unidad y eso se logra dejando hablar al pueblo.
-¿Piensa unas primarias en las que haya una candidatura con el aval explícito de Cristina y otra de otros sectores del peronismo?
-Estoy pensando que vayan los que quieran presentarse, creo que al espacio hay que democratizarlo de una vez y para siempre. Tuvo estos años dos figuras muy centrales, como fueron Néstor y Cristina. El peronismo tiene cierta vocación a aceptar esa lógica porque nació de un caudillo enorme que fue Juan Perón, pero hubo un solo Perón en la historia, no nace uno por década. Cuando Perón dijo que la organización vence el tiempo, lo que nos dijo es “yo me voy a morir, organícense para que esto perdure”. Para eso, la única forma de organizar un partido político es la democracia interna. No sé quién está en contra de la democratización del espacio, quiero creer que nadie. ¿Cómo se democratiza un espacio? Dejando que la gente vote.
-¿Quién es su candidato?
-Si te dijera “yo voy a poner un candidato”, tampoco estoy democratizando. Quizás, de todos los que salen, hay uno que me gusta mucho, o por ahí, a Cristina se le ocurre proponer uno que me parece maravilloso y digo “no está mal lo que dice Cristina”. Yo no tengo una pelea con Cristina, tengo una mirada propia, ni siquiera sé si diferente. La mejor época del peronismo fue cuando cuando fue a buscar a la gente y abrió sus puertas para que todos entren.
-Cristina dijo el jueves, entrevistada en C5N, que se viene una elección de tercios entre el peronismo, la derecha y la ultraderecha, y que lo mejor es garantizar el piso propio para pasar a la segunda vuelta. ¿Coincide? En ese caso, ¿unas primarias no pondrían en peligro ese piso?
-Es muy difícil predecir escenarios. Todos los encuestadores dan cuenta del rechazo de la gente a responder al encuestador, pero demos por cierto que tenemos un electorado dividido en tercios. No logro entender qué significa “garantizar el tercio”. Es obvio que hay que trabajar para fidelizar el voto propio, el secreto es ir más allá de los fieles para poder garantizar un éxito. ¿De qué me sirve garantizar mi piso, mi tercio, y entrar en la segunda vuelta, si en esa instancia no sumo votos? A mi juicio, aspiracionalmente, dando por cierto que un tercio de los votantes nos acompaña, lo que necesitamos es ir en busca de una mayor acumulación de adhesiones. El secreto es romper los tercios. En ese sentido, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (previstas para el 13 de agosto), en la medida que permitan una amplia participación, van a generar una gran movilización militante y van a promover una mayor adhesión. Sin esa movilización, a lo sumo cristalizaremos el tercio que tenemos según el análisis que se hace. Con eso, difícilmente se gane.
Cristina no es corrupta, yo la conozco. Alguna gente puede decir que fue una imprudencia ética muy grave haber firmado acuerdos con alguien que devino en contratista de la obra pública. De ahí a un delito, hay una distancia enorme
Alberto Fernández
-No da la sensación de que el liderazgo personalista de Cristina esté en declive, tanto por su propia conducta como la de muchos dirigentes que la reconocen como una jefa indiscutida.
-Es muy legítimo, y hay otros que pensamos que eso lo tiene que resolver la gente. Pienso la política como una decisión de conjunto, y cuando a uno le toca gobernar un tiempo como el que nos tocó a nosotros, de crisis en crisis, en el que no terminamos de sacar la cabeza del agua que ya viene otro que la mete abajo de vuelta, tenemos que abrir las puertas y dejar que la gente hable, opine y busque al mejor de nosotros. Ésta fue mi mirada toda la vida. Por eso lo acompañé a Antonio Cafiero en su momento, cuando muchos le decían “Antonio, ¿para qué vamos a hacer unas primarias si vos tenés toda la estructura?”, y el tipo me decía: “que resuelva la gente”, y hasta le salió mal, porque la gente terminó resolviendo por (Carlos) Menem. Sigo creyendo en esa lógica aspiracional de democratizar el espacio. No creo que el peronismo pueda seguir siendo personalista, verticalista y todas las cosas que fue cuando Perón vivía. Habrá gente con más capacidad de liderazgo, habrá gente con mucho carisma, pero no son Perón.
La ruptura
-Cuando Cristina le hace la propuesta de ser candidato, ambos se conocían bien desde hacía décadas, incluidas las críticas que usted mantenía sobre el gobierno 2007-2015, ¿creyó factible en ese momento que se volvieran a distanciar?
-Lo que te puedo decir es que esperaba que eso no ocurriera porque yo fui muy franco en el momento de la decisión sobre lo que quería hacer. Además, como a mí con Néstor me unía un vínculo personal fuerte, francamente le dije que yo no quería volver a tener problemas de distanciamiento con la familia Kirchner, porque me dolía por el recuerdo que tengo de Néstor, sobre todas las cosas. Pero bueno. El hombre propone y Dios dispone.
-¿Entiende por qué Cristina cambió de pensamiento o de estrategia?
-No sé si cambió, no me animaría a decirlo, ni soy quién. No me da la impresión de que ella haya cambiado. Creo que en algún momento ella propuso imponer una serie de ideas con las que yo no estuve de acuerdo, y ahí es donde se produjo el click. Cuando escucho decir “lo mejor hubiera sido que no acordemos con el Fondo”, hoy no tendríamos ni el swap chino, por ejemplo (ndr: el mecanismo permite pagar las importaciones chinas en yuanes sin afectar en lo inmediato las escasas reservas).
-Esta semana, Cristina ratificó que no participará de las elecciones porque cree que está proscripta, a raíz de la sentencia de la causa Vialidad. Muchos argentinos la respaldan, pero también muchos están convencidos de que es corrupta. Ella enfrentó procesos judiciales con jueces que jugaban al pádel o al fútbol con Mauricio Macri, o se dejaban invitar por el Grupo Clarín a una estancia de Lago Escondido, entre otras acciones viciadas. Lo que tampoco se puede negar es que hubo amigos y socios comerciales de los Kirchner que se transformaron o se potenciaron como contratistas del Estado. No sé si usted tiene un vínculo similar con un contratista.
-No, no existe ningún empresario vinculado a mí.
-¿Percibe en la relación de Cristina con ciertos empresarios una grave invalidación de su figura política, más allá de que la juzgue el que juega al pádel con Macri?
–Empiezo por decirte: Cristina no es corrupta, yo la conozco. Eso lo puedo afirmar sin dudar. No lo es. Alguna gente puede decir que fue una imprudencia ética muy grave haber firmado acuerdos con alguien a quien conocían de antes, devenido en empresario vinculado a la obra pública (se refiere a Lázaro Báez). Pero los descuidos éticos graves que algunos puedan señalar no siempre son delitos, por eso me parece que hay que hacer la diferencia. Finalmente, no hay una ética única. En los tiempos que vivimos, con el posmodernismo, toda la ética y los valores se han vuelto relativos, no hay un valor unívoco. No voy a juzgar la ética de nadie. Vos podés juzgar, desde tu mirada, que éticamente eso es cuestionable y tal vez alguna razón te quepa, pero de ahí a decir que eso es un delito, de ahí a decir que Cristina es corrupta, hay una distancia enorme. Ahí me salió el profesor de derecho penal, disculpas.
Esperaba que un nuevo distanciamiento con Cristina no ocurriera, porque fui muy franco en el momento de la decisión sobre lo que yo quería hacer
Alberto Fernández
-Que haya jueces camaristas trasladados a dedo por Macri y contratos con empresarios amigos como Báez y Cristóbal López son problemas de la Argentina.
-Para mí, en la gestión del Gobierno, la transparencia, la decencia y la honestidad son temas centrales en una Argentina devastada en esos términos, porque lo de Macri es horroroso. Los negocios de Macri con los peajes, con los proyectos de construcciones públicas-privadas, de obra pública, los parques eólicos, todo habla de la degradación de la república. Para mí, la preservación de la institucionalidad y la conducta ética, transparente y decente, la honestidad en la función pública son temas centrales y tengo la tranquilidad de que soy el gobierno que más obra pública hizo en un periodo. Tenemos más de 6.000 obras públicas iniciadas, 3.500 obras públicas terminadas y 105.000 viviendas entregadas. Nunca tuvimos una denuncia por corrupción. Puedo interpelar a todo el empresariado argentino y decirle: “díganme quién le pidió una coima”. No existe.
Déficit, inflación y cepo
-Usted explicaba, en la campaña de 2019, que Cristina había tenido tres problemas: déficit, inflación y cepo, y que Macri había agravado los tres. ¿No le salió demasiado caro preservar la coalición, incluso a costa de mellar tu propia autoridad y de perder a funcionarios que para usted eran centrales? Por ejemplo, si se hubiera dejado de subsidiar el consumo de gas, electricidad y agua de la clase media alta y los ricos en 2021, como intentó Martín Guzmán y fue bloqueado por los funcionarios de Cristina en la Secretaría de Energía, hoy tendría menos urgencias a cuatro meses de las elecciones. Pasó un mandato, y los problemas persisten.
-Más o menos, porque se aprobó el acuerdo con el Fondo, y eso generó un momento de tensión dentro del espacio. El acuerdo preveía todas esas cosas. Visto con el diario el lunes, tu análisis puede ser correcto. Visto en el momento, no. Primero no teníamos certidumbre sobre el tema de las tarifas. Esto lo vio el mismo Martín y no va en desmedro de nadie. Tenía dificultades para ver dónde hacía los cortes según los ingresos. Después, cuando llegó Sergio (Massa), lo primero que le dije fue “comunicá un nuevo equipo de Energía”. Lo hizo. A mí me parece que la política es un proyecto colectivo, no individual, y esto no es un discurso, sino un dato de la realidad. Es muy difícil estar en el gobierno, patear el tablero y dejar que se rompa la coalición gobernante. Hubo un momento de tensión y de ruptura que fue el acuerdo con el Fondo, que ponía en disputa el déficit fiscal y todas esas cosas. Sigo sosteniendo hasta el día de hoy que el déficit fiscal es malo. Se puede discutir si es la causa de la inflación o no, es un tema secundario. No sé si es la causa, pero estoy seguro de que es una de las causas. Es una discusión ociosa. La verdad, no tiene mucho sentido. Después, al cepo no lo puse yo, lo puso Macri. Entre otras cosas, a instancias del FMI para preservar la fuga de divisas. A los tres problemas de Cristina, Macri sumó otro, que es el más grave: la deuda.
Con Cristina, había una lógica que creía que el déficit fiscal no generaba inflación y se podía convivir con eso. Macri tenía todo a favor y generó el más formidable endeudamiento de la historia argentina en monto y en tiempo
Alberto Fernández
-Las derechas dicen que, si asumen, van a hacer un shock de diferentes maneras. Levantar el cepo de inmediato, devaluar, despedir, “las 100 horas” de Horacio Rodríguez Larreta. ¿Por qué vos, en tu breve primavera antes de que empezara la pandemia, no utilizaste las 100 horas para ir más a fondo en el sentido contrario? Por ejemplo, aumentar las retenciones y los impuestos a la riqueza más de lo que lo hicieron para tener espacio para más medidas redistributivas.
-Pero eso no es así. Nosotros cambiamos los impuestos a las ganancias y a los bienes personales. Pusimos el aporte voluntario a las grandes fortunas. Eso lo hicimos.