Con el surgimiento del nuevo gobierno, comienza a consolidarse un tipo de discucion que gira en torno a, entre otras cosas, el papel del estado. Tomando en cuenta la aguda crisis por la que aún estamos atravesando, somos conscientes de que algunos aspectos de la economía tienden a mejorar. Pero en este proceso comienza a quedar al desnudo la hipocresía que rodeaba la concepción tan mellada del estado presente. Era lógico considerar que es necesario suplir los desequilibrios ocasionados por la mala política económica de estos últimos años. La contención social es una de ellas. Ningún argentino debe padecer hambre en primer lugar; debe tener una cobertura de salud y educación que le permita socializarse y crecer como ciudadano para lograr oportunidades similares al resto. Pero como decía, en esto existía mucha hipocresía. Las distintas instancias del estado creadas para estas contenciones eran focos de corrupción. Es decir, eran creadas por un motivo razonable, pero se usaban más para enriquecer a unos pocos que para resolver los problemas de la gente. Las organizaciones sociales principal protagonista de este saqueo, los funcionarios a cargo que además conducían esas organizaciones, entregandose ellos mimos recurso millonarios, las compras inconclusas de elementos que nunca llegaban o que se facturaban a precios exorbitantes, sujeto a coimas y acuerdos espurios Todo eso sustraído de los bolsillos de quienes más lo necesitan sin pudor alguno, mientras en los actos se atribuyen el título de peronistas, defensores de los pobres, mientras un grupo de caras copiosas para la ocasión aplauden en la primera fila.
Si nos extendemos en esta reflexión, tenemos que sumar a los organismos creados con la justa argumentación de crear políticas de inclusión en algunos casos, como de acciones contra la discriminación y el mal trato, sobre todo a las mujeres. En estos ámbitos predominó una malla metálica entre la incapacidad y la politización de los actos de gobierno. Se transformaron en organizaciones partidistas en donde no solo no hay cabida para aquellos que piensen distinto, sino que sus políticas de asistencias estaban dirigidas solamente a quienes pensaban igual que ellos y participaban activamente en sus marchas., los focos de corrupcion y prebendas en estos organismo son también exultantes.
Se rasgan las investiduras ante los medios arguyendo la defensa de los pobres, la inclusión social, los derechos humanos. Pero cuando el actual gobierno escarba un poco, quedan expuestas sus verdaderas intenciones. Son cínicos, quizás hipócritas; lo que no son es estúpidos. Construyeron un discurso para encubrir su inmoralidad. ¿Cuántas mujeres son asesinadas y maltratadas? ¿Cuándo derechos son pisoteados por ellos mismos (recordemos la pandemia) sin que se les mueva un dedo? Por el contrario, suelen encubrirlo, como el caso de Gildo Insfrán, Gobernador de Formosa, o los asesinatos en Chaco, donde Capitanich encubrió a uno de sus socios hasta donde pudo, a pesar de que este estaba acusado de matar y descuartizar a una joven, etc. Ya todos conocemos esos miles de casos que durante el gobierno anterior quedaban ocultos y olvidados por hombres afines al gobierno.
Desenmascarando la hipocresía política y la crisis de valores en Argentina
El papel del Estado ha sido desvirtuado, al igual que han distorsionado el contenido de los derechos humanos, el papel de la mujer y la construcción de una sociedad más equitativa. Esto ha llevado a muchos votantes de Milei a despreciar hablar de estas cuestiones, así como a despreciar la omnipresencia del Estado, que no solo no resuelve problemas sino que los obstaculiza y corrompe a los funcionarios.
Hoy en día, hay una discusión y valorización de conceptos tan mancillados por el gobierno anterior que ahora carecen de sentido, volumen y significado. La mal llamada lucha cultural encuentra terreno fértil para calar hondo y cambiar costumbres y conceptos que creíamos imposibles de reivindicar años atrás.
Cada vez que se hable del Estado, será a partir de los hechos que hoy han quedado al descubierto, dejando al desnudo la hipocresía que acarreaba ese término. El Estado está para facilitar, equilibrar, contener y garantizar derechos. Está para que la justicia establecida en la ley se cumpla, que las normas se cumplan, más aún cuando la violación a las mismas acarrea la violación de otros derechos.
El Estado es para asegurar la educación, la salud, y en consenso con la sociedad, construir los instrumentos que permitan alcanzar una equidad donde todos tengan un lugar y nadie pueda ser usado, empobrecido o explotado por otros.
Esta llamada Batalla Cultural se da en la confrontación de conceptos que antes nadie se atrevía a defender, ya que hacerlo era censurado. Hoy, quizás, estamos arribando a darle verdadero sentido a las cosas, a las palabras y, en consecuencia, a los hechos que siempre deben estar evaluados por los resultados.
La era de la utilización de los valores que hicieron grande a nuestro país para beneficio partidista y espurio puede llegar a su fin. La sociedad ya no permitirá que se le mienta en la cara. El ciudadano está envalentonado y, si tuvo que poner el lomo como hasta ahora y sacrificar su bienestar, no estará dispuesto a soportar otra traición. Esto es algo que el actual gobierno debe tener muy en cuenta.
Osvaldo González Iglesias – Editor – Escritor