Lo que prometía ser una reunión de rutina de la «mesa chica» de la CGT terminó en una jornada tensa, cargada de reproches y pases de factura. El encuentro, realizado este lunes en la sede de UPCN, se vio atravesado por las críticas internas que provocó la reciente movilización del Frente Sindical contra el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, y que algunos dirigentes leyeron como un desafío abierto a la conducción de la central obrera.
La reunión, en la que participaron unos 15 dirigentes –incluidos Héctor Daer, Hugo Moyano, Gerardo Martínez y Juan Carlos Schmid– había comenzado con un balance de Martínez (UOCRA) sobre la primera sesión del Consejo de Mayo, el espacio multisectorial impulsado por el Gobierno. El informe fue bien recibido, y se ratificó la participación de la CGT, aunque con la condición de que cualquier planteo que haga Martínez surja orgánicamente de lo que resuelva la conducción.
En ese marco, se acordó crear una mesa interna de trabajo para elaborar propuestas sobre temas clave del Consejo, entre ellos la reforma laboral.
Apoyo a Kicillof y pedido de lugares en las listas
Además, la cúpula cegetista resolvió expresar su apoyo formal a Axel Kicillof en la previa de las elecciones bonaerenses y nacionales, y solicitar una reunión con el gobernador. El objetivo: asegurarle respaldo político, pero también reclamar espacios para la CGT en las listas legislativas del peronismo.
Sin embargo, la relativa calma del encuentro se quebró cuando Héctor Daer y otros dirigentes cuestionaron con dureza a Juan Carlos Schmid, por su participación en la marcha del Frente de Lucha por la Soberanía, el Trabajo Digno y el Salario Justo, organizada la semana pasada junto a las dos CTA y sectores del sindicalismo combativo.
Según Daer, esa movilización “fue casi contra la CGT” y dejó expuesta la falta de una acción unificada en un momento político clave. Las críticas apuntaban, además, a la presión pública que sectores del sindicalismo kirchnerista ejercen sobre la CGT para que convoque a un paro general, algo que la conducción todavía descarta.
Disciplina interna y viejos fantasmas
En medio de la discusión, Omar Plaini (canillitas) propuso activar el tribunal de disciplina de la CGT para sancionar a quienes se aparten de las decisiones orgánicas de la central. La tensión escaló cuando Guillermo Moser (Luz y Fuerza) sugirió que la CGT tenía más peso político en Buenos Aires cuando Pablo Moyano integraba el triunvirato, comentario que incomodó a varios.
La discusión incluyó una advertencia dirigida al propio Kicillof: algunos dirigentes manifestaron su preocupación por la cercanía del gobernador con los líderes de las CTA, Hugo Yasky y Hugo “Cachorro” Godoy, lo que podría obstaculizar los intentos de la CGT de negociar candidaturas propias.
También fue blanco de cuestionamientos Abel Furlán (UOM), referente del sindicalismo kirchnerista, quien la semana pasada emplazó a la conducción cegetista a convocar de inmediato a un paro general contra el ajuste y la “prohibición política” de Cristina Kirchner.
Una CGT partida, entre el orden y la presión
La reunión dejó en evidencia las fisuras internas de la CGT entre quienes apuestan por una estrategia de diálogo con el Gobierno, y quienes promueven una confrontación directa. La participación en el Consejo de Mayo y el respaldo a Kicillof son, por ahora, los pilares de la hoja de ruta oficial. Pero la presión desde abajo y desde los márgenes de la central sigue creciendo.
La división también revela un dilema mayor: cómo mantenerse como actor político relevante sin perder autonomía, y cómo representar a los trabajadores en un contexto donde las alianzas tradicionales están en revisión.