El 30 de diciembre de 2004, la corrupción, la negligencia y la falta de controles se combinaron para desencadenar una tragedia en el boliche República Cromañón, ubicado en el barrio de Once, Ciudad de Buenos Aires. Un show de la banda Callejeros terminó con la vida de 194 personas y dejó a 1.432 heridos, en su mayoría jóvenes.
La noche quedó sellada en la memoria colectiva por el horror de un incendio provocado por una bengala que encendió una media sombra inflamable en un lugar sobrepoblado, habilitado para apenas una cuarta parte de los asistentes. La falta de salidas de emergencia y las condiciones de seguridad deficientes transformaron el boliche en una trampa mortal.
El dolor y la lucha por justicia
Además de las víctimas directas, la tragedia dejó un saldo invisible pero igual de devastador: 17 sobrevivientes se quitaron la vida en los años posteriores, afectados por la desidia estatal y la falta de contención. La herida sigue abierta, como expresó un sobreviviente: “Es como estar en una cámara de gas. Veinte años después, las cenizas siguen ardiendo”.
Los procesos judiciales que siguieron evidenciaron un entramado de corrupción: habilitaciones irregulares, coimas a inspectores y negligencia por parte de funcionarios y empresarios. Aunque se dictaron condenas, muchos familiares y sobrevivientes consideran que la justicia no fue suficiente.
Un legado para el futuro
A 20 años, República Cromañón no solo es un recordatorio de una tragedia evitable, sino también una advertencia para las nuevas generaciones. Como señaló un sobreviviente: “La herida sigue abierta, pero hay que plantar semillas en las nuevas generaciones para que algo así no vuelva a ocurrir”.
La historia de Cromañón cambió la sociedad argentina, imponiendo debates sobre seguridad, corrupción y responsabilidad estatal, temas que resuenan con fuerza cada aniversario de la tragedia.