La escena política argentina sumó una jugada inesperada: Cristina Fernández de Kirchner será candidata a diputada provincial por la Tercera Sección Electoral en las legislativas del próximo 7 de septiembre. La decisión no solo impacta en la interna del peronismo bonaerense, sino que también representa un movimiento estratégico con múltiples objetivos: defender su bastión histórico, resistir el avance de Javier Milei y disputar la conducción opositora con Axel Kicillof.
El regreso de la expresidenta a las boletas no es menor: lo hace en el territorio donde el peronismo jamás fue derrotado desde 2003, donde el aparato político sigue controlado por intendentes aliados y donde el kirchnerismo construyó gran parte de su poder. Con casi cinco millones de votantes, la Tercera Sección Electoral tiene más peso que cualquier otra provincia, salvo Buenos Aires en su conjunto. Y Cristina sabe que es su última gran trinchera.
Una jugada defensiva con múltiples lecturas
Tras meses de bajo perfil, Cristina sacudió el tablero. El anuncio, confirmado en una entrevista televisiva, generó un remezón inmediato: intendentes, armadores y dirigentes del peronismo bonaerense comenzaron a recalcular sus movimientos. Para muchos, su postulación busca blindarse políticamente en medio de un escenario en el que su liderazgo es desafiado desde dos frentes: por un Milei que avanza con fuerza en sectores populares y por un Kicillof que empieza a construir su propio espacio con autonomía de La Cámpora.
“La unidad es fundamental, porque estamos frente a un escenario abierto e incierto”, reconoció uno de los operadores políticos de Fernando Espinoza, intendente de La Matanza y aliado del gobernador. Esa incertidumbre tiene nombre: Cristina en la boleta cambia todo. Y obliga al peronismo a definir alineamientos.
El nuevo mapa del poder peronista
La postulación de la expresidenta acentúa las tensiones internas en el peronismo bonaerense, sobre todo entre los jefes comunales que impulsaron la autonomía del gobernador Kicillof y que veían en la elección desdoblada una oportunidad para distanciarse del kirchnerismo clásico.
Entre ellos se destacan Jorge Ferraresi (Avellaneda) y Mario Secco (Ensenada), firmes aliados del gobernador y críticos de una posible vuelta de Cristina al centro de la escena. En una posición más moderada aparecen dirigentes como Mariano Cascallares (Almirante Brown), Andrés Watson (Florencio Varela) y Juan José Mussi (Berazategui), que si bien respaldan a Kicillof, buscan evitar una fractura abierta con la líder histórica del espacio.
Del otro lado, Cristina llega a la contienda con el respaldo explícito de figuras como Mayra Mendoza (Quilmes), Federico Otermín (Lomas de Zamora) y Julián Álvarez (Lanús), referentes jóvenes que forman parte del núcleo duro de La Cámpora.
En ese contexto, intendentes como Fernando Gray, Julio Zamora o Guillermo Britos presionan por una interna real dentro del PJ, en lugar de acuerdos cerrados entre cúpulas. “La gente no va a salir corriendo a pedir una boleta si solo les ponemos la marchita”, advirtió Gray, en referencia a la desconexión creciente entre las estructuras partidarias y la ciudadanía.
Una región clave para entender el peronismo
La Tercera Sección concentra 19 municipios, incluyendo bastiones como La Matanza, Lomas de Zamora, Avellaneda y Florencio Varela. Representa el 35,5% del padrón de la provincia y, históricamente, ha sido un terreno fértil para el peronismo, incluso cuando el espacio sufría derrotas a nivel nacional o provincial.
Desde 2003, el kirchnerismo no ha perdido una sola elección en esta región. En 2017, Cristina fue derrotada por Esteban Bullrich en Buenos Aires, pero ganó en la Tercera. En 2021, Diego Santilli se impuso en la provincia, pero Victoria Tolosa Paz fue la más votada en esta sección. En 2023, Javier Milei desplazó al macrismo y superó los 780.000 votos, pero Sergio Massa arrasó con el 51% en la primera vuelta y amplió la diferencia en el balotaje.
La herencia social del conurbano y el desafío libertario
La estrategia de Cristina apunta también a resistir el avance de Milei en los sectores populares, donde el discurso antiestablishment y la crisis económica minan la fidelidad histórica al PJ. Sin embargo, lo hace en un territorio que enfrenta índices alarmantes de pobreza estructural, con altos porcentajes de hogares sin acceso a servicios básicos como agua potable, según datos del Indec.
También en el plano educativo, los municipios del sur del conurbano presentan cifras por encima del promedio nacional de personas que nunca asistieron a la escuela. Florencio Varela, La Matanza, Ezeiza y Esteban Echeverría encabezan esos índices. La presencia de Cristina en estas listas apunta a interpelar a ese electorado desde su legado, pero con un contexto más adverso que en otras etapas.
Un regreso para consolidar poder o evitar el ocaso
En su entrevista con C5N, Cristina lanzó una frase cargada de simbolismo:
“Me gustó eso de ‘Juan, viejo, funciona’”, en referencia a El Eternauta. La alusión no fue casual. Se posiciona como la figura que vuelve a ponerse al frente en tiempos difíciles. Pero también, como alguien que debe defender su propia supervivencia política.
El 7 de septiembre será una prueba decisiva. Un buen resultado podría reforzar su peso en la interna del PJ y consolidarla como figura central en la resistencia a Milei. Una mala performance, en cambio, aceleraría el declive de su liderazgo.
Kicillof, por su parte, enfrenta ahora el dilema de profundizar su autonomía o aceptar la imposición de una unidad forzada. Mientras tanto, Milei observa el movimiento desde la Casa Rosada: su presencia reconfiguró el sistema político, al punto de empujar a los dos grandes expresidentes vivos —Cristina y Macri— a replegarse sobre sus territorios para resistir el vendaval libertario.