Cristina Kirchner fue una de las grandes derrotadas del domingo electoral, tras el descalabro del peronismo en Salta y Jujuy. En ambas provincias, el PJ está intervenido por decisión directa de la vicepresidenta, que colocó al frente a figuras incondicionales que, lejos de ordenar, terminaron dinamitando las estructuras locales.
En Salta, el panorama fue catastrófico. El peronismo protagonizó la peor elección de su historia: no logró colocar ni un solo legislador, a pesar de que ponía en juego tres bancas clave en Capital, San Martín y Cachi. Un hecho inédito que disparó cuestionamientos en todo el peronismo provincial hacia la intervención ordenada por Cristina en marzo pasado, cuando desplazó a las autoridades partidarias por su cercanía con el gobernador Gustavo Sáenz, a quien acusaba de colaboración con el oficialismo nacional.
Los interventores designados, Sergio Berni y María Luz “Luchy” Alonso, adoptaron como única estrategia enfrentar a Sáenz en las urnas mediante una alianza con el senador Sergio «Oso» Leavy. Pero hasta en ese espacio varios dirigentes terminaron jugando para el frente oficialista provincial. “El 80% del peronismo terminó con Sáenz”, resumió un referente local. La primera consecuencia de la intervención fue la fuga masiva de dirigentes, que dejaron al PJ sin estructura, sin recursos y sin visibilidad. «Cuando vieron el desastre que habían hecho, los interventores se fueron y no aparecieron más», denunció una fuente partidaria.
El desconcierto fue total. “Cristina podía esperar y hacer la intervención después de las elecciones. Se olvidaron que había comicios”, coinciden dos figuras importantes del PJ salteño.
En Jujuy, el escenario fue igualmente desolador. La intervención sigue vigente desde 2023, cuando aún gobernaba Alberto Fernández, y Cristina la mantuvo intacta, con Aníbal Fernández y Gustavo “Tano” Menéndez al frente. Tras casi dos años, el resultado fue una dispersión total: tres listas peronistas compitieron entre sí, facilitando el avance de radicales y libertarios. Paradójicamente, la intervención tenía como objetivo desplazar al histórico Rubén Rivarola, pero fue él quien terminó armando la lista con aval de la propia Cristina.
Otros dos casos refuerzan la lista de fracasos: en Misiones, el PJ intervenido por Gustavo Arrieta y Máximo Rodríguez ni siquiera logró presentar listas para las legislativas del 8 de junio. En Corrientes, la conducción impuesta por Teresa García y el mismo Rodríguez provocó una fractura tal que un sector importante del peronismo decidió no participar de los comicios.
Lejos de ordenar, las intervenciones de Cristina en el PJ provincial profundizaron la crisis del kirchnerismo en el interior, alejándolo del territorio, de la representación y del electorado.