La economía argentina registró un crecimiento interanual del 5,8% en el primer trimestre de 2025, según los últimos datos oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). A primera vista, esta cifra podría interpretarse como una señal alentadora, una muestra de recuperación tras la fuerte contracción del año anterior. Sin embargo, para especialistas como la economista Carolina Manucci, el dato es un mero “rebote estadístico” que no se traduce en una mejora concreta en la actividad económica ni en la calidad de vida de los argentinos.
“Este crecimiento debe entenderse en contexto: se compara contra un trimestre muy negativo de 2024, marcado por una devaluación abrupta que derrumbó todas las variables macroeconómicas,” explica Manucci en diálogo con Canal E. “Por eso el salto porcentual parece significativo, pero en realidad no representa una recuperación real ni sostenida. Más bien, estamos ante un piso muy bajo desde el cual se mide la mejora.”
El estancamiento del consumo y la crisis en las pymes
Uno de los aspectos más preocupantes del panorama económico es la persistente debilidad del consumo interno, que a pesar del crecimiento agregado, sigue sin repuntar de manera significativa. “Mientras el sector financiero muestra un crecimiento del 27%, el consumo está deprimido,” advierte Manucci. Las pequeñas y medianas empresas, consideradas el motor de la economía nacional y grandes generadoras de empleo, atraviesan una situación crítica: muchas están en default, otras directamente se ven forzadas a cerrar o a reducir personal. “El tejido productivo pyme está en retroceso y no se observa una recuperación genuina,” señala la economista.
Este contexto se agrava con la falta de políticas públicas efectivas para estimular la actividad económica. “Las herramientas clásicas para reactivar la economía, como la inversión en obra pública o beneficios impositivos, prácticamente no se están utilizando,” señala Manucci. “Ni siquiera se están reparando rutas en zonas estratégicas para la producción, como Vaca Muerta, un claro indicador de la falta de prioridades en el manejo económico.” Esta ausencia de estímulos profundiza la brecha entre el crecimiento formal del sector financiero y la realidad del sector real, que es el que impacta directamente en el bienestar de la población.
Tasas usureras y acceso restringido al crédito: un círculo vicioso
Uno de los puntos más críticos detectados en el informe es la intermediación financiera, que creció un 27,2%, una cifra que contrasta fuertemente con la inaccesibilidad del crédito para empresas y consumidores. “Resulta obsceno que este rubro crezca en semejante proporción cuando los bancos ofrecen tasas usureras y acortan cada vez más los plazos de los préstamos,” denuncia Manucci. Este fenómeno no solo limita la capacidad de inversión y consumo, sino que también genera una paradoja: mientras los bancos ganan más, la actividad económica productiva se retrae.
La economista incluso plantea la posibilidad de una intencionalidad política detrás de esta dinámica: “Es probable que al gobierno le convenga mantener el crédito inaccesible para evitar un aumento descontrolado del consumo que pueda alimentar la inflación.” En este sentido, la falta de controles sobre las tasas y la ausencia de una política crediticia inclusiva se presentan como una herramienta tácita para controlar la demanda agregada, aun a costa de sacrificar la recuperación económica.
El mercado financiero, por su parte, refleja esta incertidumbre: “Las acciones de bancos importantes como Galicia y Macro cayeron más de un 6%, lo que indica que los inversores no están dispuestos a apostar en un contexto sin reglas claras ni señales de estabilidad macroeconómica,” añade Manucci.
Incertidumbre y desconfianza: la sombra que pesa sobre el futuro
La caída en los mercados y la creciente desconfianza de los inversores marcan otro capítulo preocupante. “El mercado está en una situación crítica, con un sentimiento generalizado de incertidumbre,” afirma la economista. Esta percepción negativa se profundizó recientemente con un reclamo desde Londres por el pago de cupones PBI por un monto aproximado de 1.500 millones de dólares, una deuda que el gobierno argentino aún no tiene garantizada para su cumplimiento, y que se suma a los vencimientos de deuda que se avecinan en julio.
Este panorama fiscal tenso limita el margen de maniobra para el gobierno y mantiene a los agentes económicos en alerta. “La falta de recursos para afrontar compromisos externos genera dudas sobre la sostenibilidad del programa económico vigente y sobre la capacidad del Estado para manejar con eficacia las finanzas públicas,” concluye Manucci.
Conclusión: un crecimiento insuficiente en un contexto de fragilidad
Frente a estos datos y análisis, Carolina Manucci advierte que la supuesta recuperación es frágil y parcial. “Decir que Argentina crecerá como China es una exageración,” remarca con énfasis. “La recesión sigue vigente en muchos sectores, y el modelo económico que se aplica no logra cerrar las brechas ni reactivar la actividad de manera contundente. En suma, hay crecimiento estadístico, pero no hay crecimiento real ni sostenible.”
Este diagnóstico plantea un desafío central para el gobierno y para los actores económicos: el de construir políticas integrales y coherentes que puedan generar un círculo virtuoso de inversión, consumo y empleo, y revertir así un escenario marcado por la incertidumbre, la falta de estímulos y la persistencia de desigualdades estructurales que limitan el desarrollo económico argentino.