Control del M2, banda cambiaria y paciencia: la estrategia del Gobierno para bajar la inflación

Aunque los primeros indicadores para evaluar la efectividad de la “Fase 3” del nuevo programa económico —presentado el viernes por el Gobierno— serán el tipo de cambio y los precios internos, el éxito de fondo dependerá de variables más complejas: la capacidad del nuevo esquema de banda cambiaria para estabilizar expectativas, fortalecer las reservas internacionales y reducir, de forma gradual pero sostenida, la inflación.

Quedó atrás la ambición de alcanzar rápidamente una inflación de un solo dígito a través de un tipo de cambio semi-fijo y una convergencia conceptual entre la base monetaria y una llamada “base monetaria amplia”, idea que no convenció ni al FMI ni a la mayoría de los economistas locales.

El Fondo Monetario, en su último informe técnico (Staff Report), fue claro: el programa requiere reformas fiscales estructurales que respalden el ancla fiscal y un sendero sostenido de superávit primario. En ese marco, detalla que el esquema monetario evolucionará hacia un nuevo enfoque, con el M2 privado como objetivo intermedio y un fuerte control sobre los activos internos netos como ancla nominal adicional, todo dentro de una banda cambiaria en expansión.

El documento cita como referencias los casos de Perú y Uruguay, países que lograron estabilizar su economía y reducir la inflación de manera duradera pese a altos niveles de dolarización. También menciona que el nuevo esquema apunta a una transición hacia un régimen de tipo de cambio flexible en el marco de una economía bimonetaria, en la que conviven el peso y el dólar.

Para economistas, el cambio de referencia monetaria es significativo. “Monitorear el M2 es más apropiado si se busca controlar agregados monetarios. En general, es mejor controlar el crecimiento del dinero”, explicó un economista jefe a Infobae.

Según el FMI, las autoridades abandonarán el actual tope amplio de base monetaria (de $47,7 billones) y pasarán a seguir de cerca la evolución del M2 privado, excluyendo depósitos remunerados. Este agregado incluye efectivo, cheques, sistemas de pago y depósitos a la vista no remunerados en pesos del sector privado no financiero.

Además, el informe anticipa límites estrictos a los activos internos netos del BCRA, una mayor relevancia de la tasa de interés como herramienta de política monetaria y una “remonetización gradual” de la economía, en coordinación con el Tesoro.

En cuanto al mercado cambiario, el plan contempla una liberalización progresiva. Esto incluirá la eliminación del esquema de incentivos a las exportaciones, la reducción de trabas a las importaciones y una mayor facilidad para que los hogares conviertan pesos en dólares. No obstante, se aclara que el proceso será gradual, manteniéndose las actuales retenciones del 30% a gastos en turismo y consumo en el exterior para evitar una salida abrupta de capitales.

También se prevé una relajación paulatina de las restricciones sobre el giro de dividendos y pagos de deuda intraempresa, más allá de los beneficios previstos por el régimen de incentivos a la inversión (RIGI).

En este contexto, el FMI destaca casos exitosos de estabilización en economías bimonetarias. Por ejemplo, el plan peruano de 1990, que logró una inflación de un dígito recién en 1997, tras pasar por una hiperinflación inicial. Otro caso citado por Jorge Vasconcelos, economista del IERAL, es el de Israel, que en 1985 adoptó un sistema de bandas cambiarias junto a un ajuste fiscal equivalente al 7,5% del PBI y apoyo financiero del Tesoro estadounidense. A pesar del fuerte ajuste, Israel tardó una década en alcanzar una inflación similar a la de las economías desarrolladas.

Así, la experiencia internacional sugiere que el camino hacia una inflación baja y sostenida no es inmediato. Más que un sprint, se trata de una maratón.

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