La interrogante inicial aquí planteada lleva a dos subpreguntas: ¿Quiénes son los chinos hoy? ¿Qué inclusiones temporales convergen en el caso de China cuando se habla de siglo XXI? Según los datos demográficos hacia el 2022, la población china llegó a 1.412 millones de personas, de los cuales el 92% pertenecen a la etnia han y el 8% a otras diversas minorías. Cuando se analiza la pirámide demográfica se constata que alrededor de 300 millones nacieron después del 2000, es decir son niños y jóvenes que sólo han conocido de una China de desarrollo creciente, de uso masivo de aparatos digitales, de grandes ciudades, de millones de automóviles en las calles y de trenes de alta velocidad que unen los 1.200 kilómetros entre Beijing y Shanghai en poco más de cuatro horas.
Pero también es una población donde el número de personas mayores de 60 años llega al 19,8% del total. En medio de eso la natalidad es baja y aunque la política de un solo hijo quedó atrás, las parejas en edad de concebir se han mantenido en el mínimo porque los costos de la educación y otros gastos para cuidar bien a un niño son cada vez más altos. En medio, una población trabajadora donde los más jóvenes ven con inquietud creciente la dificultad de encontrar trabajo al nivel de los estudios que terminaron. A su vez, la población de mayores de 60 podrá llegar a ser casi un tercio del país hacia el 2050. Esa es la China del siglo XXI, un país que avanza hacia el desarrollo y la modernidad a pasos acelerados, mientras nuevos desafíos van surgiendo para su gente en el camino a convertirse en potencia mundial.
Pero si consideramos que China logró en cuatro décadas una transformación profunda que en Europa y otros países de Occidente le tomó dos siglos, se hace evidente que los chinos han tenido una enorme flexibilidad mental para entender el devenir cambiante de su entorno y su existencia. De país rural a país predominantemente urbano. De país marcado por la pobreza, con muchos millones castigados por el hambre, a un país de desarrollo avanzado y clave para el futuro del planeta. Cuando Mao Zedong llegó al poder en 1949, China estaba sumida en las carencias extremas y devastada por la guerra. Y muchas de las políticas en los decenios siguientes no alteraron significativamente el panorama. Pero con los cambios planteados por Deng Xiaoping en 1978, con la política de «Reforma y apertura», se logró sacar a 740 millones de personas de la pobreza, según cifras oficiales. Y de allí emergió un proceso de industrialización acelerada y múltiple – así nace el slogan de “China, la fábrica del mundo” – bajo los gobiernos de Jiang Zemin y Hu Jintao. Todo ello mientras Confucio, sus enseñanzas y sus templos – antes convertidos en anatema durante la Revolución Cultural – era rescatado para dar sustento a la idea de una sociedad socialista “armónica”. Y con la llegada de Xi Jinping cristaliza la idea del sueño chino, de terminar con el siglo de la humillación y ser un país impregnado de orgullo nacional, defensor de su tradición y su camino propio al desarrollo. Un camino donde la dimensión digital en la vida cotidiana y en los grandes proyectos nacionales hoy marcan la ruta.
Quienes cantaron las canciones del maoísmo revolucionario y vistieron los trajes mao o el overol de trabajo como única tenida, hoy se ven convocados al consumo de todo tipo de bienes y marcas. Son los que saben que en 1979 – a treinta años del triunfo del Partido Comunista y la creación de la República Popular China – los automóviles aún eran un privilegio pues sólo había 77 mil automóviles en todo el país y 5 millones y medio de bicicletas; pero en 2018 los automóviles superarían los 8 millones y medio mientras las bicicletas habían bajado a 2 millones, contando incluso las de uso compartido.[1] El celular inteligente transformó la sociedad a prácticas impensables hacía sólo una década antes. En 2022 ya se llegó a 1.000 millones de personas con acceso a las redes de Smart phone, y con ese aparato se puede comprar desde un auto a una lechuga. Cambios de vida profundos que no excluyen a los de más edad: la mitad de la población china de entre 65 y 69 años de edad es usuaria de teléfonos inteligente a marzo 2023.[2]
El sentir dónde y cómo se está en el mundo también ha tenido mucho de péndulo para las diversas generaciones chinas. A mitad de los años cincuenta ya eran evidentes las críticas recíprocas a través de Pravda, de Moscú, o Remin Ribao (Diario del Pueblo) cuando se referían a los nuevos burgueses de Moscú o a las tendencias anarquistas de Mao Tse-Tung, porque éste privilegiaba a los campesinos como sostén principal de su revolución por encima de los obreros. Quienes tenían la oportunidad de visitar Beijing a comienzos de los setenta escuchaban cual era el pensamiento dominante que impregnaba a toda la sociedad china: la Unión Soviética se había convertido en el enemigo principal.
Luego vino el acercamiento con Estados Unidos y la visita de Nixon a China, aunque aún persistían los últimos tramos de la Revolución Cultural con sus consignas de ideologismo extremo y anti respeto a la tradición confuciana. Pero, tras el caos que siguió a la muerte de Zhou Enlai y Mao, emergió el pensamiento de Deng Xiaoping, cuyo objetivo esencial consistió en desarrollar la economía para alcanzar una modernización que garantice el bienestar social, es decir, un nivel de vida modestamente acomodado, expresión común en la política china. Para ello se impulsó un cambio ideológico mayor – el “socialismo con peculiaridades chinas”-, bajo el cual las prácticas del mercado capitalista han sido utilizadas para dar sustento a un proceso de reformas conducidas por el Estado. Esa experiencia convoca a los chinos a construir su oportunidad, a buscar la prosperidad, a ser ricos si así lo alcanzan. Y tras la caída de la Unión Soviética y las evoluciones que ha tenido la geopolítica mundial, buscan demostrar que el bienestar y el nivel de país desarrollado también puede lograrse por esta otra vía.
El país, de una vivencia cultural marcada por la pobreza y la ruralidad, pasó a ser un país que desató su sabiduría clásica para crear negocios. Se hizo evidente para los ojos de los chinos como muchos de ellos – antes simples funcionarios del sistema público o trabajadores de origen humilde-, se convertían en empresarios de éxito y muy ricos al trabajar duro, con imaginación y viendo oportunidades en el mercado propio y en el exterior. Es el ejemplo de Ren Zhengfei que, tras ser despedido de las fuerzas armadas, se mudó a la provincia de Shenzhen para incorporarse al negocio de la electrónica. Allí creó una compañía especializada en producción y venta de equipos de telecomunicaciones, cuyo crecimiento colocó esa marca en todo el mundo: Huawei. Ma Huateng, más conocido como Pony Ma, es otro de los que se hicieron poderosos identificando una oportunidad al crear Tencent, en el área de los video juegos, y WeChat, un equivalente de WhatsApp. A su vez, Li Shufu, hijo de un granjero de pocos recursos, llegó a ser ingeniero y, tras varias tentativas, entró a la industria automotriz fundando en 1998 la marca Geely. Su avance fue tan espectacular, defendiendo la calidad y diversidad de ofertas de sus vehículos, que llegó a tener la capacidad de comprar en 2010 la Volvo y convertirse luego en principal accionista de la Mercedes-Benz. Todo este espíritu de buscar el salto al éxito se vió seriamente afectado por la pandemia y, aunque los chinos aceptaron disciplinadamente como siempre las duras medidas de control bajo el plan Covid Cero, al final expresaron su cansancio. Hubo protestas por el deseo de volver a la normalidad. La autoridad escuchó y el retorno a reactivar la economía y todo el quehacer pendiente se produjo hacia diciembre de 2022.
Otra ruta de relación con el poder
En un discurso pronunciado en el año 2000, el ex presidente estadounidense Bill Clinton declaró: “By joining the W.T.O., China is not simply agreeing to import more of our products; it is agreeing to import one of democracy’s most cherished values: economic freedom. The more China liberalizes its economy, the more fully it will liberate the potential of its people — their initiative, their imagination, their remarkable spirit of enterprise. And when individuals have the power, not just to dream but to realize their dreams, they will demand a greater say”.[3]
Muchos pensaron en Occidente como Clinton. Pero la evolución no fue hacia una “democracia liberal”, sino hacia un sistema donde la relación entre ciudadanía y poder se enmarca en una mixtura de pensamiento confuciano, con referentes ideológicos derivados del marxismo y una búsqueda de la prosperidad ligada a prácticas del capitalismo. Una encuesta del Global Times Research Center de China, considerado serio por sus contrapartes occidentales, mostró que el 63.5 % de los jóvenes chinos siente que Occidente puede aprender de China en cuanto a democratización (民主化). Esto puede entenderse desde la clave que, para los chinos, la reducción de las diferencias entre ricos y pobres – donde la disminución sustancial de la pobreza cuenta como dato principal – es un punto esencial de una sociedad democrática. [4]
La mayoría de los chinos no suponen que la democracia (como se entiende en Occidente) sea necesaria para su éxito económico, y más bien creen que su forma de gobierno es legítima y eficaz. Los datos de la encuesta dada a conocer en julio de 2020, del Centro Ash de Harvard Kennedy School, revelaron un 95% de satisfacción entre los ciudadanos chinos con el gobierno de Beijing. Pero a la vez, ese documento – que respondía a un largo trabajo en China – también señaló otros datos del ser y vivir de los chinos en esta etapa del siglo XXI. Allí, por ejemplo, se refleja la actitud respecto de la contaminación atmosférica, un problema que se tornó extremadamente grave después del 2000. Ello llevó a que el PCCh decidiera en su congreso de 2012 incorporar la meta de crear “una civilización ecológica” como una quinta meta unida a sus tareas específicas en la política, la economía, lo social y lo cultural. Lo dicho por el Informe del Centro Ash ilustra al respecto: “Our 2016 survey reveals that Chinese citizens are most concerned about air pollution, with 34% naming it as the most important environmental issue. This is followed in perceived importance by food safety (19%), climate change (16%), and water pollution (12%). Sorted by place of residency, urban dwellers are disproportionally likely to view climate change as the most serious environmental issue, while rural villagers are more likely to be concerned about water pollution. Interesting 75% of all respondents believe the clime changes is real and caused by human behavior, and nearly 70% support enacting a nation-wide emissions tax”.[5]
En el marco de datos como éstos, los teóricos políticos del PCCH han llegado al concepto de la “democracia popular integral”. En esencia, sostienen que la potestad individual de emitir un voto no termina de consolidar lo democrático si no existen los mecanismos de debate permanente en la base social junto con el control sobre el cumplimiento de los planes y la calidad de las autoridades llamadas a ejecutarlos. En sus documentos (donde también hablan de democracia de proceso completo) lo describen así: “La democracia popular integral está compuesta por dos grandes modelos democráticos: la democracia electoral y la democracia consultiva, y está arraigada en esta vasta tierra, se nutre de la cultura y las tradiciones de la civilización china y se basa en los logros de la civilización humana”. La determinante teórica – señalan – emerge de la realidad: “Las aspiraciones de la gente no son las mismas. Para ello es necesario recoger, resumir y afinar ampliamente las opiniones de las distintas clases, regiones y grupos, y llevar a cabo consultas y tomas de decisiones democráticas, de modo que pueda formarse una voluntad nacional unificada”. [6] En el XX Congreso del PCCh (octubre 2022) se definió que ésta práctica era esencial para el futuro del sistema político chino.
En Occidente la autoridad fuerte está en un polo opuesto al espacio de la igualdad y la participación de todos; en sociedades asiáticas como la china no hay tensión en ello: lo que se espera es que quien está en el poder “sepa entenderse con el Cielo”. Ese era el deber del emperador y cuando así no ocurrió las dinastías cayeron. En lenguaje contemporáneo diríamos que la obligación del líder es saber leer “los signos de los tiempos”, un sentimiento subyacente en la sociedad que los líderes contemporáneos en China no pueden ignorar y la gente lo sabe. En muchos casos es lo que alimenta las redes en Internet con frases e imágenes, más allá de los controles que existan al respecto.
Entre la tradición y la innovación
Las generaciones contemporáneas en China son convocadas de diversa forma a luchar por la modernidad y hacer del socialismo con características chinas una demostración de que el ser humano puede tener otras vías para alcanzar su plenitud como tal. Eso reclama un compromiso con las metas de futuro, pero a la vez una unción respetuosa con el pasado. Para la mentalidad china, en general, Xiào (孝) es el valor central que aglutina a la familia y por extensión a la sociedad, subyace a su modelo de coexistencia, y explica que la civilización china sea la única que ha perdurado más de treinta siglos. Todo lo cruza la búsqueda de la armonía donde el “nosotros” predomina sobre el “yo”. Aquello viene de los tiempos del primer monarca Zhou quien creó un sistema emulando el orden “familiar” pero con miles de miembros y en el que cada uno ocupaba un lugar en la jerarquía establecida. A la vez, una nomenclatura ad hoc permitía identificar cada uno de sus miembros según su rango.[7]
Es válido pensar que es desde esa matriz conceptual que el presidente Xi Jinping y toda su política exterior propone la idea de trabajar en una agenda sustentada en “el destino común de la humanidad”. O lo que también traducen como “una agenda de destino compartido para la humanidad”. En su primer acto diplomático como máximo líder chino a finales de 2012, Xi compartió su percepción de que «el mundo se ha ido convirtiendo en una comunidad en la que el destino de uno está entrelazado con el de otro». El concepto se propuso repetidamente en sus discursos en los años siguientes. De acuerdo con la visión de Xi, nuestro futuro está en manos de todos los países por igual y todas las naciones deben procurar el diálogo en vez de la confrontación entre ellos y forjar asociaciones en lugar de alianzas o bloques. En ese marco, las autoridades chinas vienen haciendo proposiciones globales sobre seguridad, sociedad digital, salud y medio ambiente.
El desafío, especialmente para las generaciones jóvenes, es articular el sentido profundo de esta propuesta con el orgullo nacional al cual también se les llama bajo la idea del “rejuvenecimiento de la nación china”. Los chinos no parecen ver una contradicción en ello ni supone el fortalecimiento de lo nacional una opción por la autarquía o el encierro. En la década pasada el número de estudiantes chinos que salieron a estudiar en el exterior fue en aumento. Ese crecimiento constante cada año hizo que China se convirtiera en el mayor exportador mundial de estudiantes internacionales. Según las estadísticas del Ministerio de Educación de China, el número total de estudiantes chinos que estudiaron en el extranjero en 2018 fue de 662,100. Su destino principal eran el Reino Unido y Estados Unidos donde llegaron a un máximo de 372.532 en el año 2019-2020. De todos los estudiantes extranjeros que en ese periodo estaban en el país norteamericano, el 35% eran de China.
Las cosas cambiaron tras la pandemia y el incremento de las tensiones entre Estados Unidos y China bajo el gobierno de Trump. Por una parte, el otorgamiento de visas para estudiantes chino a universidades estadounidenses bajó en un 50%, a la vez que disminuyeron las postulaciones ante algunas muestras de hostilidad racista. Sin embargo, la experiencia acumulada en este sector, más aquella derivada del turismo chino al exterior, determina que una buena parte de la élite china contemporánea tenga un conocimiento amplio de la realidad del mundo. El reto está en construir diálogos interculturales, donde la cultura china encuentre reconocimientos de modernidad a partir de sus propuestas.
También frente a la globalización y sus derivaciones sustentadas en los cambios tecnológicos y digitales China tiene una tesis para el reordenamiento internacional: es el concepto de Tianxia. Este es un rescate filosófico, elaborado en años recientes por quienes sostienen una mirada abierta al mundo frente a los pensadores del nacionalismo duro, un planteamiento que viene desde el trasfondo milenario de China. Tianxia significa “todo lo que hay bajo el cielo”, esto es un sistema donde los estados grandes y pequeños de las Llanuras Centrales de la China de hace más de 3.000 años, lograron convivir bajo normas compartidas de cooperación por encima de la hegemonía impuesta por las armas. Fue la sabiduría política que emergió bajo la dinastía Zhou, donde un estado pequeño generó condiciones por las cuales los diferentes gobernantes compartieron formas y mutuos entendidos bajo las cuales se daban el tratamiento de “Estados Amigos”. Así lo registró el Shangshu, el Libro de los Documentos, el texto político más antiguo de China. [8]
Entre quienes hacen el rescate y traen el concepto Tianxia al siglo XXI se cuenta a Zhao Tingyang, una de las figuras más destacadas del pensamiento actual en China. Para él, si bien la Organización de Naciones Unidas constituye un gran logro en el esfuerzo por intentar resolver los conflictos internacionales es sólo un organismo consultivo internacional subordinado al sistema de Estados soberanos y sin poder para gestionar el mundo. Sus resoluciones que satisfacen a todas las partes, dice, son aquellas de menor calado, mientras que cuando están en juego intereses de gran trascendencia las resoluciones de la ONU difícilmente consiguen contentar a todos. Hay un vacío crítico si no hay un sistema mundial, señala. Y ello lo observa con una preocupación crítica sobre lo que traen las nuevas tecnologías y el potencial de sobrepasar la estructura existente creada por la modernidad con el concepto de Estado-nación: “Los nuevos poderes tecnológicos en la era de la globalización no son los sujetos políticos modernos delimitados por fronteras, sino nuevos sujetos que adoptan la forma de una red global, lo cual presagia una transformación política fundamental”.[9]
El historiador Xu Jilin, parte de los intelectuales impulsores de una apertura fuerte de China al mundo, cree que ese concepto puede tener valor universal para toda la humanidad. “El carácter universal de la civilización china sólo puede construirse desde la perspectiva de toda la humanidad, y no puede basarse únicamente en los intereses y valores particulares del Estado-nación chino. Históricamente, la civilización china era la Tianxia. En la actual era globalizada, transformar la Tianxia en un internacionalismo integrado en la civilización universal es el principal objetivo de una potencia civilizadora”. [10]
Modernidad, sociedad digital y futuro
Tras el XX Congreso del PCCh la narrativa teórica y política china entró a priorizar el análisis del concepto “modernización”. Y esto porque en el calendario los tiempos no son tan largos para alcanzar en los próximos años la meta de convertir a China en una “nación socialista moderna” para 2035, y en una gran potencia “próspera” y “fuerte” al 2049. Ya en los editoriales, columnas de opinión y entrevistas emerge un enfoque político donde se plantea una visión crítica sobre los caminos y resultados de la modernidad lograda en Occidente. Se señala que ésta ha tenido grandes avances, pero sin superar la desigualdad de la gente y el acceso al bienestar con garantías para todos los sectores.
Tras ese evento político mayor varios embajadores chinos en el exterior escribieron con términos similares, diciendo que la modernización china debe ser una donde nadie quede atrás. “La prosperidad común es la esencia del socialismo. La modernización china insiste en tomar el anhelo de la gente por lograr una vida mejor como punto de partida y meta de la modernización, y se esfuerza por mantener y promover la equidad y la justicia social, promover la prosperidad común para todo el pueblo y evitar resueltamente las desventajas sociales de la polarización en la sociedad capitalista. La modernización china es una modernización en términos de coordinación entre la civilización material y la espiritual…La posición rectora es desarrollar vigorosamente la cultura socialista avanzada y realizar el desarrollo libre y completo de los seres humanos. La modernización china es una modernización en términos de coexistencia armoniosa del ser humano y la naturaleza. El proceso de modernización capitalista es un camino plagado de modelos de industrialización erosivos y destructivos…No solo debemos crear más riqueza para satisfacer las crecientes necesidades de la gente de tener una vida mejor, sino también proporcionar más productos ecológicos de alta calidad para satisfacer las crecientes necesidades de la gente para vivir en un entorno hermoso y ecológico”.[11]
La creación de una tecnología ecológica avanzada es uno de los desafíos planteados ante las universidades y las nuevas generaciones del país. Pero también está el otro: de ir hacia la modernidad convirtiendo a China en un actor principal en los desarrollos digitales y de aplicación de Inteligencia Artificial a futuro. Xi ha buscado aumentar el crecimiento e independencia tecnológica de China a través de proyectos como el Made in China 2025 o el XIV Plan Quinquenal (2021-2025). La apuesta de ambos planes es convertir al país en el líder autónomo de las tecnologías estratégicas del futuro: inteligencia artificial (IA), almacenamiento en la nube, big data, 5G y uno de sus derivados, el internet de las cosas. Se incita a los jóvenes a estudiar áreas de este sector, pero esto entra a veces en tensión entre las aspiraciones juveniles y la realidad: el sistema de empleo no siempre está en condiciones de captarlos a todos. Las estadísticas a comienzos de 2023 señalaron que uno de cada cinco jóvenes estaba cesante o trabajando en actividades ajenas a la especialidad para la cual se habían preparado con intensidad. Un desafío que el sistema se propuso abordar especialmente, considerando que en este mismo año esperaban egresar del sistema universitario 11,5 millones de nuevos profesionales.
No obstante, los chinos sienten a diario que su país es aquel de inventos permanentes en todos los ámbitos. “Tenemos una nueva expresión llamada ‘las cuatro nuevas grandes invenciones’ en China, que incluyen los ferrocarriles de alta velocidad, las compras en línea, los pagos móviles y las bicicletas compartidas», dijo Pony Ma, el dueño de Tencent, a los periodistas ante la Asamblea Nacional en 2018. Hablar de “cuatro” era una referencia a los otros cuatro inventos chinos de la antigüedad que impactaron al mundo: el papel, la pólvora, la impresión y la brújula. Hubo reacciones porque la afirmación no era del todo exacta. Por ejemplo, el primer tren de alta velocidad se puso en marcha antes en Japón, aunque no pasaba los 210 km/hora. Pero los chinos, ya en 2018 se acercaron a los 400 km/hora. La mejor reacción fue del profesor Xu Gingcheng, de la Universidad de Xiamen: “Algunos pueden discutir que los fundamentos en los que se basan las ‘cuatro nuevas grandes invenciones’ no se originaron en China. Eso es cierto, pero China fue quien usó esas tecnologías para crear nuevos inventos”.
El ser una persona imaginativa y creadora de innovaciones es visto en China como una oportunidad que traerá grandes beneficios en la vida. Los inventos de técnicos y especialistas chinos han tenido una expansión extraordinaria, como lo muestran las cifras en la World Intellectual Property Organization (WIPO), una agencia de United Nations con 193 países miembros. Inventar algo te trae beneficios personales a la vez que reconocimiento en el ámbito empresarial y entre tus iguales. Según la WIPO en noviembre de 2022, China se ha convertido en el mayor innovador del mundo al ser el primer país por el número de patentes en vigor y por el aumento constante de sus solicitudes para resguardar sus derechos de propiedad intelectual. Las oficinas de propiedad intelectual de China recibieron 1,59 millones de solicitudes de patente en 2021, más de la mitad de los 3,4 millones que fueron presentadas en todo el mundo ese año. [12]
La economía digital ha registrado unas tasas de crecimiento exponenciales en los últimos años en China. En el 2020, por ejemplo, se expandió un 9,7 %, equivalentes al 38,6 % de la producción económica china. La magnitud de estas cifras tiene su lógica en un país donde sus más de 700 millones de habitantes de entre 15 y 50 años pueden realizar cualquier tipo de gestión con su móvil. Desde el año 2015, por ejemplo, existe la opción de pagar cualquier cosa con él, gracias a los monederos electrónicos de WeChat y Alipay, pertenecientes a Tencent y Alibaba, los dos gigantes del comercio electrónico. Se trata de unas aplicaciones que, conectadas a una cuenta bancaria, permiten llevar a cabo todo tipo de transacciones, como pagar el agua, la luz, el alquiler de la vivienda o incluso comprar un coche. Es una herramienta de gran utilidad y comodidad, pero al mismo tiempo un enorme facilitador de información sobre la vida de los ciudadanos. China es hoy un enorme laboratorio de aplicaciones tecnológicas avanzadas que sus empresas esperan colocar en el resto del mundo.
Y porque es un laboratorio social de la Era Digital que avanza desplazando a la Era Industrial existe también en China una verdadera ebullición en pensar todos los alcances que ello tiene. Allí está el ejemplo de Lu Yang un artista independiente que en sus obras integra diversos elementos como la religión, la filosofía, la neurociencia, la psicología y la tecnología moderna. Todos estos trabajos ahondan en cuestiones como “¿Qué es la conciencia?” y «¿Cuál es la relación entre el cerebro y la conciencia?» Lu creó obras basándose en la inspiración de su observación de pacientes con enfermedad de Parkinson y su imaginación, como también de la aplicación clínica de tecnologías de estimulación cerebral profunda (DBS) y la estimulación magnética transcraneal (TMS). Ello lo dio a conocer en abril de 2022, en el Centro de Investigación Berggruen de Peking University durante el taller «Interfaz cerebro-computadora y sociedad futura» [13]
A comienzos del 2020 esa misma institución dio a conocer la publicación del libro “Inteligencia y Sabiduría – IA Meets Chinese Philosophers”. Allí la vicepresidenta del Instituto Berggruen, Song Bing, señaló en la introducción que, al igual que sus homólogos occidentales, muchos filósofos chinos (en su mayoría formados en confucianismo, taoísmo y budismo) han expresado una profunda preocupación por la disminución de la autonomía humana y el libre albedrío en la era de la manipulación y automatización de datos, así como la posible pérdida de propósito y significado de la vida humana a largo plazo. Y agregó: “Otros están preocupados por el afán de la humanidad por jugar con el genoma humano y la naturaleza. proceso de evolución para lograr la longevidad y el bienestar físico tan deseado. Sin embargo, hay otras líneas de pensamiento, que son diferentes de las opiniones anteriores. Estas opiniones han tenido un gran impacto en el enfoque chino de las amenazas de Inteligencia Artificial y ética, a saber, la fuerte tradición del no antropocentrismo, la apertura metodológica y la facilidad psicológica para aceptar los cambios y la incertidumbre, y finalmente, la importancia de la auto reflexión humana, la autoformación e incluso el auto despertar a pensar los valores de esta Era digital”. Allí hay trabajos como el de Zhang Xianglong, “Humanidad, Sentido del Tiempo y el Nuevo Reino de la Inteligencia Artificial”; Yao Zhongqiu, “Inteligencia artificial, seres humanos y cosas”; Gan Chunsong, “Inteligencia artificial y emoción, orden: desde una perspectiva confuciana”; Zeng Yi, “Building a Harmonious Society of Humans and Artificial Intelligence” y también el ya citado Zhao Tingyang, con “El avance infinito de la tecnología puede ser una apuesta peligrosa”. [14]
Esos encuentros y publicaciones desde Peking University son breves ejemplos de un proceso intelectual en expansión creciente y del cual en Occidente sólo se conocen ciertos autores como Zhao Tingyang y sus trabajos sobre Tianxia o de Yuk Hui, filósofo nacido en Hong Kong, cuyo segundo libro “La cuestión de la tecnología en China. An Essay in Cosmotechnics” de 2016 es considerado una respuesta al ensayo de Martin Heidegger de 1953 » La cuestión de la tecnología «. Hui cuestionó que el concepto de tecnología en la literatura filosófica occidental no coincida con el de China y, por lo tanto, sugirió reconstruir un pensamiento tecnológico en China. De allí viene lo que ha llamado “cosmotechnics” para desde allí dilucidar un nuevo contenido a la denominada “cosmopolitics.[15]
En febrero de 2023, Xu Jilin, profesor de Historia en la Universidad Normal del Este de China y subdirector del Instituto de Pensamiento y Cultura China Moderna, invitó al profesor Jiang Yuhui de la Escuela de Política y Relaciones Estatales de la Universidad Normal del Este de China; a Jin Wen, profesor del Departamento de Chino de la Universidad Normal del Este de China y el Instituto Nacional de Lengua y Cultura China; y Zhang Xiaoyu, Investigador Distinguido del Centro de Política Mundial de la Universidad Normal del Este de China, a un debate de ideas desde las perspectivas de la ciencia y la tecnología, la naturaleza humana y la ética, y esperar la nueva situación de vida y el mundo espiritual que enfrenta la humanidad. Todo ello motivado por el impacto que en ese momento ya estaba teniendo en todo el mundo el lanzamiento de ChatGPS, creado por OpenIA. Parece válido rescatar algunos párrafos de esa conversación porque, sin ir a la profundidad del tema y las preguntas que provoca, hay reflejos de como en China este debate se ha convertido en cuestión central:
Xu-jilin: He pasado bastante tiempo con ChatGPT en los últimos días, y tengo la sensación de que ChatGPT es de primera en términos de lógica, de segunda en términos de conocimiento y de tercera en términos de escritura. capacidad. Digo que su lógica es de primer nivel porque su algoritmo es tan poderoso que toda la conversación fluye sin problemas y comprende su idioma y contexto. Las respuestas que da a veces son incorrectas, pero, aun así, su lógica sigue siendo clara. Digo que su conocimiento es de segunda porque su base de datos en inglés es tan poderosa que puede responder cualquier pregunta; sin embargo, sabe mucho menos sobre China, y los datos que obtiene son a menudo ridículos. Digo que su redacción es de tercera porque sus respuestas carecen todas de personalidad. Es como un asistente de investigación que tiene las habilidades básicas adecuadas;
Zhang Xiaoyu: Si partimos de esta perspectiva, nos estamos haciendo las preguntas equivocadas. La inteligencia artificial no necesita adquirir «sabiduría ambigua» como lo hacen los humanos. La sabiduría ambigua es el resultado de las limitaciones de los sentidos humanos y de la capacidad de pensar, el hecho de que debemos recurrir a lo que llamamos metafísica o meditación para captar algo. Pero si, con el apoyo de otras disciplinas, la IA puede lograr la observación, el análisis y la comprensión directos únicamente a través de la recopilación de datos, entonces puede prescindir de la «sabiduría ambigua». Así que creo que la IA puede llegar a la sabiduría sin pasar por lo que hacen los humanos.
Jin Wen: ChatGPT, así como las invenciones anteriores de otras herramientas mecánicas, nos recuerda que existe una tendencia natural en la sociedad humana a asignar más tiempo a la élite para su llamado trabajo avanzado, y dejar las tareas simples y repetitivas a las «gente sin talento»…El surgimiento de Chat GPT para nada amenaza con cambiar este orden, sino más bien con reforzar la división del trabajo…En otras palabras, el proceso de diferenciación social hace mucho daño a cada clase: aquellos que se creen de la clase alta ven borrada su creatividad; los de clase media o baja no pueden desarrollar más su inteligencia, porque se limitan a realizar trabajos repetitivos…Si hablamos todos los días con ChatGPT, nos olvidaremos del límite superior del lenguaje natural. Las personas perderán gradualmente la capacidad de expresarse, no podrán entenderse a sí mismas y, finalmente, dejarán de interactuar con los demás de una manera saludable. La amistad humana, el amor y todas las relaciones positivas se desintegrarán, y la sociedad humana literalmente se extinguirá. Esta es la mayor crisis imaginable.
Jiang Yuhui : A lo largo de la historia, la tecnología ha sido un arma de doble filo, y esto incluye a ChatGPT. Jin Wen siente que representa una amenaza para la verdadera bondad y belleza que se encuentra en la naturaleza humana; Xiaoyu ve más una posibilidad de liberación. En la etapa emergente de la IA, debemos intentar que se mueva en una mejor dirección en lugar de atacarla verbalmente. Mi posición siempre ha sido que los científicos crean tecnología para el beneficio de la humanidad. Tal vez en esta etapa, los estudiosos de las humanidades puedan unir fuerzas con los estudiosos de la tecnología para evitar que ChatGPT se mueva en una dirección malvada.[16]
China ha planteado al mundo la meta de avanzar hacia “un destino común de la humanidad”. Además de lograr un nivel de atención y credibilidad a tal propuesta, tiene el desafío al frente de identificar que es “lo común” en un planeta metido en la contradicción de estar cada vez más interconectado y a la vez cada vez más fragmentado en unidades que buscan fortalecer sus dimensiones nacionales, sus mercados internos y sus culturas. Y, en otro plano, preguntarse también que significa “humanidad” en medio de los avances del siglo XXI impregnado de transformaciones tecnológicas mayores donde los seres humanos requerirán reformular muchas dimensiones del verbo vivir. Son interrogantes presentes en todo el orbe, pero donde la gente de China ya trabaja por darles respuestas no sólo desde el presente, sino también desde los fundamentos milenarios que determinan su devenir.
Fuente: Observatorio de Política China