A finales de octubre, a los egipcios se les permitió hacer algo que no se les había permitido hacer durante años: protestar. El autoritario gobierno del país no defiende el derecho a la libertad de reunión. Pero hace unos quince días, el Ejecutivo de Egipto, encabezado por el presidente Abdulfatah al Sisi, permitió que se llevaran a cabo manifestaciones propalestinas bajo estrictas condiciones y sólo en determinados lugares.
Desde los ataques terroristas de Hamás el 7 de octubre contra Israel en los que murieron más de mil personas, el Ejército israelí ha estado bombardeando la Franja de Gaza. Más de 11.000 palestinos han muerto, según el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamás, grupo considerado una organización terrorista por la Unión Europea y otros países.
Algunas de las protestas de Egipto fueron claramente promovidas por las autoridades, dijeron los observadores, señalando que los manifestantes fueron transportados en autobuses y corearon consignas en apoyo de Al Sisi y de Palestina. Pero otras fueron más espontáneas y algunas se descontrolaron.
En un momento dado, algunos manifestantes se dirigieron a la Plaza Tahrir, el centro simbólico de las protestas de 2011 en Egipto, enmarcadas en el movimiento prodemocracia bautizado entonces como “Primavera Árabe” y que acabaron derrocando al dictador egipcio Hosni Mubarak. Mientras estaban allí, los cánticos pasaron de referirse a los palestinos a repetir un estribillo habitual en 2011 y dirigido a las autoridades egipcias: “¡Pan, libertad, justicia social!”.
“Una puerta de entrada a la política”
“La causa palestina siempre ha sido un factor de politización para la juventud egipcia a lo largo de generaciones”, explica Hossam el-Hamalawy, un investigador y activista egipcio que ahora vive en Alemania y escribe una ‘newsletter’, un boletín periódico sobre política egipcia.
“De hecho, para muchos activistas políticos egipcios –ya sean los que lideraron la revolución [de 2011] o estuvieron involucrados en protestas anteriores– su puerta de entrada a la política fue la causa palestina. El levantamiento de 2011 en Egipto fue literalmente el clímax de un proceso que comenzó con la segunda intifada palestina una década antes”, recuerda.
Para evitar que alguna protesta propalestina más se convierta en una manifestación antigubernamental, las autoridades egipcias han reprimido aún más duramente a la disidencia, arrestando a más de cien personas y reforzando la seguridad en las plazas públicas, informa el-Hamalawy.
El egipcio no es el único régimen de la región que teme que la cuestión palestina –una cuestión con la que mucha gente corriente que vive en Oriente Medio simpatiza profundamente– pueda amenazar el statu quo político en sus respectivos países.
Los líderes de la región “siempre han visto la causa palestina como una forma para que la gente desahogue su ira”, explica Joost Hiltermann, jefe del programa para Medio Oriente y Norte de África del International Crisis Group, un grupo de expertos. “Pero es un arma de doble filo: cuando las circunstancias en un país son muy malas, las protestas bien podrían tomar un giro interno y convertirse en una crítica al régimen gobernante”.
Como resultado, los líderes autoritarios han tenido que “jugar a un juego muy delicado”, dice Hiltermann a DW, para no perder el control de las protestas, repetidas en varias capitales árabes, y al mismo tiempo decir lo que sus ciudadanos quieren oír.
El gobierno de Bahréin también ha prohibido las protestas desde 2011, pero permitió que se llevaran a cabo manifestaciones propalestinas durante el mes pasado. Estas fueron las más grandes desde las de la “Primavera Árabe” allí, y los informes de los medios dicen que algunos de los participantes portaban carteles que mostraban al rey de Bahréin tomado de la mano del líder israelí Benjamin Netanyahu y los antidisturbios acabaron dispersando la protesta.
En Túnez también ha habido grandes protestas propalestinas. Y el cada vez más autoritario gobernante tunecino, Kais Saied, ha hecho visiblemente equilibrios sobre la cuerda floja al abordar el tema. Ha utilizado la empatía de los tunecinos hacia los palestinos para sus propios fines y para intentar reforzar su propia popularidad.
Descontento generalizado con el liderazgo
La situación “expone lo débiles que son los regímenes árabes, incluido Egipto; su incapacidad para influir en lo que está sucediendo, para proteger a los palestinos y para lograr un alto el fuego”, opina el-Hamalawy. “Y esto está provocando un descontento generalizado. Lo ves en todas las redes sociales: la gente está compartiendo con avidez noticias de Palestina, así como memes, caricaturas y chistes que ridiculizan a Al Sisi y a otros gobernantes árabes”.
Pero eso no significa que las protestas propalestinas se vayan a transformar en un nuevo movimiento prodemocracia, afirma. Al menos no de inmediato. “No estamos al borde de otro 2011 porque hay una diferencia sustancial entre los disidentes de ahora y los de entonces”, explica el-Hamalawy, señalando que el gobierno de Al Sisi ha reprimido en mayor o menor medida casi todas las voces de oposición.
Sin embargo, hay algunos pequeños indicios localizados de disidencia en curso, señaló el-Hamalawy. “Así que cuanto más se prolongue esta guerra [en Gaza], más probable será que algo suceda”.
Para evitar eso, las naciones del Medio Oriente que han normalizado, o planean normalizar, las relaciones con Israel, están contrapesando muy bien sus airadas proclamas públicas sobre el tema con la realpolitik en privado.
No se esperan resultados significativos
Por eso tampoco se puede esperar mucho de las reuniones en Oriente Medio, como afirman los observadores de la región desde hace mucho tiempo.
Arabia Saudita celebró este sábado 11 de noviembre en Riad una cumbre conjunta de la Liga Árabe y la Organización de Cooperación Islámica, con la presenciaincluso del presidente iraní, Ebrahim Raisi, en su primer viaje a Arabia Saudita desde que las dos naciones rompieron sus relaciones hace siete años.
“Pero las reuniones no servirán de mucho”, afirma Joost Hiltermann a DW. “Los regímenes quieren asegurarse de que se vea que están haciendo algo, incluso aunque no estén haciendo mucho”.
Las autocracias de Medio Oriente pueden presionar a Estados Unidos para que trate de imponer límites a su socio israelí, y pueden amenazar con retirar a sus embajadores o incluso hacerlo, afirma Hiltermann. “Y quieren parecer más papistas que el Papa cuando se trata de la cuestión palestina, pero no romperán unas relaciones con Israel que son de interés nacional. Se trata de hablar de puertas afuera sobre la causa palestina, como les hemos visto hacer desde hace décadas”.
El-Hamalawy está de acuerdo: “Habrá las habituales declaraciones de condena, las habituales relaciones públicas. Pero no, no creo que nada sustancial vaya a salir de esto, y mucho menos que alguien declare la guerra”.
(lgc/dzc)
Fuente: DW