Cómo la globalización fue un fracaso (para EE.UU.)

La globalización fue un fracaso para EE.UU. Y no es una opinión tomada de alguna publicación en redes sociales, sino del mismísimo vicepresidente de los ‘United States of America’. Las palabras de J. D. Vance abarcan 40 años de historia reciente, pero además resultan fundamentales para interpretar presente y futuro, no ya de EE.UU., sino del planeta entero.

El vicepresidente estadounidense afirmó, en un reciente discurso, que las políticas de globalización, entusiásticamente promovidas por EE.UU. durante las últimas cuatro décadas, resultaron perjudiciales para el país. Periodo que incluye, por cierto, también al primer mandato de su actual jefe, Donald Trump. En su intervención, de algo más de 20 minutos, J. D. Vance repasó los actuales desafíos de la economía estadounidense y, sobre todo, explicó cómo se llegó a la situación actual y las propuestas de la Administración Trump para superarla. 

Pero de esa charla ante un congreso de innovadores estadounidenses, analizaremos apenas un par de minutos verdaderamente reveladores, donde el ‘vice’ se mostró excepcionalmente sincero, quizá sin pretenderlo.

Los ricos a diseñar, los pobres a fabricar: ¿qué podría salir mal?

“Nuestra clase dirigente tenía dos ideas preconcebidas respecto a la globalización. La primera es asumir que podemos separar la fabricación de las cosas del diseño de las cosas. La idea de la globalización era que los países ricos ascenderían en la cadena de valor, mientras que los países pobres fabricarían las cosas más sencillas”, se confesó J. D. Vance en su discurso. 

En realidad se trataba de una estrategia no solo para mantener un ‘statu quo’ de siglos de primacía del Norte Global sobre el Sur Global, sino también para ampliar esa brecha:

Y es que, en realidad, el vicepresidente no está diciendo nada que no supiéramos antes, pero es bien significativo que lo esté diciendo quien lo dice. Porque, si nos remontamos a los orígenes de la globalización, entonces el Occidente Colectivo –con Washington a la cabeza- insistía en que promovían la relajación de normas comerciales internacionales con un ánimo desprendido y solidario, para beneficio del planeta entero. 

Sin embargo, en realidad se trataba de una estrategia no solo para mantener un ‘statu quo’ de siglos de primacía del Norte Global sobre el Sur Global, sino también para ampliar esa brecha: unos cada vez más aristócratas de los oficios nobles, otros cada vez más plebeyos, condenados a trabajos poco cualificados y peor remunerados. O, en otras palabras, la globalización nos haría a todos iguales, pero a unos más iguales que a otros. Pero dejemos que sea  J. D. quien nos ponga un ejemplo de en qué derivó esto y con qué consecuencias: “Al abrir la caja de un iPhone, ponía que había sido diseñado en Cupertino, California. Lo que implica, por supuesto, que fue fabricado en Shenzhen (China) o en cualquier otro lugar. Y sí, algunas personas podrían perder sus puestos de trabajo en la fabricación, pero podrían aprender a diseñar o, por emplear una frase muy usada, aprender a programar. Pero creo que nos equivocamos”.

U.S Vice President JD Vance speaks during the 2025 American Dynamism Summit on March 18, 2025 in Washington, DC. TKayla Bartkowski / Gettyimages.ru

Pues parece que sí, se equivocaron. Y, a continuación, J. D. abundará en qué exactamente. Pero antes, un par de apuntes: si se fijan, el vicepresidente estadounidense obviamente enfoca el asunto desde la perspectiva de su país, pero pone dos ejemplos nada casuales para ilustrar su punto: iPhone y China. Porque la idea era que en unos países se centrarían en diseñar o programar y en otros se harían llagas en las manos soldando microprocesadores en placas base de celulares y computadoras. ¡Un plan sin fisuras! 

El Sur global “aprendió a programar”: así se volteó la tortilla

Pero el plan, que en sus primeros años dio el resultado esperado, dando una sensación de abundancia material infinita, nunca antes vista en las naciones ricas, fue acumulando un efecto colateral indeseado. J.D. nos cuenta cuál fue: “Resulta que las zonas geográficas en las que se fabrican las cosas son muy buenas diseñando cosas. Hay efectos interconectados, como bien saben. Las empresas que diseñan productos trabajan con empresas que los fabrican. Comparten la propiedad intelectual. Comparten las mejores prácticas e incluso, en ocasiones, comparten empleados clave”.

An engineer works on the assembly line of robots at the workshop of EFORT Intelligent Equipment Co., Ltd. on March 25, 2025 in Wuhu, Anhui Province of ChinaXiao Benxiang / VCG / Gettyimages.ru

Caramba, tremendo giro de guion. Resulta que, por decirlo al estilo de Josep Borrell, muchos en la ‘jungla’ no quisieron limitarse a ser mano de obra poco cualificada para el ‘jardín’ y, o bien exigieron acceso al conocimiento tecnológico como condición previa a su mera fabricación, o bien aprovecharon la oportunidad de acceder a él de una u otra manera. Y así fue, ni más ni menos, cómo comenzó a voltearse la tortilla.

Especialmente en Asia, no solo desplazaron del mercado global a la mano de obra poco cualificada estadounidense, sino que comenzaron desplazar también a la élite tecnológica occidental

“Ahora bien –continúa Vance–, supusimos que otras naciones siempre nos seguirían en la cadena de valor, pero resulta que a medida que mejoraban en el extremo inferior de la cadena de valor, también empezaron a alcanzarnos en el extremo superior. Y así nos han ido presionando desde ambos extremos”.

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Es decir, en parte del Sur Global, especialmente en Asia, no solo desplazaron del mercado global a la mano de obra poco cualificada estadounidense, sino que, año tras año, comenzaron primero a rivalizar y después a desplazar también a la élite tecnológica occidental. Así, lo de “no se preocupen por los puestos de trabajo perdidos en manufactura y aprendan a programar” que comentaba de manera crítica Vance, terminó por cumplirse en su forma más perjudicial para Washington. 

Y es que hoy la vibrante mano de obra asiática no solo saca veinte o treinta años de ventaja en experiencia a sus pares en el Occidente Colectivo, algo perfectamente previsto por los gurús de la globalización allá a finales del siglo XX, sino que, encima, se dio lo ‘imprevisto’: que, por retomar la misma expresión, en Asia también “aprendieron a programar” y hoy ya superan en muchos aspectos tecnológicos al Norte Global. 

Mano de obra barata: la droga dura que enganchó a Occidente

Pero no fue eso lo único que falló en la globalización, tal como también explicó Vance durante su reveladora alocución: “Esa fue la primera idea preconcebida de la globalización. En mi opinión, la segunda es la mano de obra barata [como ventaja], cuando en verdad es una muleta que inhibe la innovación. De hecho, podría decirse que es una droga a la que demasiadas empresas estadounidenses se han vuelto adictas. Porque cuando se puede fabricar un producto más barato, es demasiado fácil optar por abaratar los productos en lugar de innovar”.

Es decir, además de quedar rezagados en manufactura y tecnología respecto a China y otras naciones emergentes –sobre todo asiáticas–, encima la industria occidental en general y la de EE.UU. en particular se volvió perezosa y facilista, a base de recurrir a la mano de obra barata. Una droga tan adictiva que, en Occidente, comenzaron a buscarla en el extranjero e incluso a llevársela a casa. “Y tanto si deslocalizábamos fábricas a economías con mano de obra barata como si importábamos mano de obra barata a través de nuestro sistema de inmigración, la mano de obra barata se convirtió en la droga de las economías occidentales”, puntualiza Vance al respecto.

Un diagnóstico certero

Recapitulando, así es cómo, según el vicepresidente estadounidense, la globalización hizo menos productiva a la industria estadounidense, la dejó rezagada en la carrera tecnológica mundial y la volvió casi que narcodependiente de la mano de obra barata. Lindo diagnóstico.

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Por supuesto, en el resto de su intervención, Vance presentó planes para solucionar estos problemas: bajadas de impuestos, estímulos a innovadores y otras promesas que, incluso de poder cumplirlas y hacerlo sin efectos colaterales, está por ver que sean capaces de revertir una inercia acumulada durante tantos años.

Porque hoy es obvio que aquel plan, según el cual de un lado del mundo habría un grupo de hípsters diseñando novedosos aparatos tecnológicos, pero solo producibles y comerciables a un precio de venta mínimamente razonable a costa de la realidad social y laboral del otro lado del mundo, está tocando a su fin. Y todo esto no es algo que ignorásemos ustedes o nosotros, pero es bueno que quienes fingían que no se habían dado por enterados, por fin, comiencen a sincerarse.

El presente texto es una adaptación de un video realizado por el equipo de ¡Ahí les va!, escrito y dirigido por Mirko Casale

Fuente: RT

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