Ciclos sociales: entre el avance y la fragilidad de los derechos universales

El mundo parece moverse en ciclos, con procesos que avanzan hacia cierta estabilidad o que, en ocasiones, intentan retroceder. Sin embargo, estos intentos de retroceso suelen quedar anulados, ya que, por razones inherentes a la sinergia social, las sociedades rara vez retroceden. Solo en momentos concretos, cuando esos esfuerzos por retroceder se imponen, ciertas sociedades caen en el caos, la guerra y una profunda confusión ideológica. Son épocas de crisis existencial en las que los avances sociales e institucionales parecen debilitarse, devaluarse y perder su sustento argumentativo. No obstante, inevitablemente, el mundo y sus sociedades siempre avanzan, aunque esos avances a veces generen malentendidos o confusión en la raíz de los conceptos, poniendo todo en cuestión durante un tiempo.

Nunca antes las sociedades habían alcanzado un estándar de vida en el que las libertades, la igualdad y el respeto a la identidad, junto con el reconocimiento de derechos cada vez más amplios, hayan coexistido sin afectar la armonía ni los derechos de los demás. En otras palabras, nunca antes se había logrado una coexistencia social tan armoniosa, donde una compleja arquitectura social permite que todos, o al menos la mayoría, alcancen el punto más alto de reconocimiento humano.

Sin embargo, es importante reconocer que esta armonía suele quebrarse de vez en cuando, arrastrándonos a un lugar donde todo parece ponerse en duda, sin sustento ni alternativas superadoras. Esto lleva a que lo que hoy entendemos como derechos universales sean desvirtuados, distorsionados y captados por intereses políticos que se adueñan de ellos. Estos derechos, en lugar de ser herramientas de igualdad y proporcionalidad, se transforman en acciones represivas que terminan cancelando a quienes piensan distinto. Quienes se erigen como dueños de estas “verdades universales” las utilizan de manera partidista e ideológica, en lugar de hacerlo de forma abarcativa e integradora.

Esta situación suele generar una reacción extrema desde el lado contrario, donde la saturación de consignas partidarias y sectarias desencadena una ola de pronunciamientos contrarios a esos derechos. Estos movimientos no buscan el equilibrio, sino eliminar los derechos por considerarlos perjudiciales. Sin embargo, el problema no radica en los derechos en sí, sino en su utilización parcial y en desvirtuar su verdadero sentido. Es aquí donde aparece la tan mencionada “batalla cultural”, un concepto erróneo que parece querer arrasar con décadas de costumbres arraigadas en la sociedad, las cuales han contribuido a formar nuestra identidad.

Si entendemos que las sociedades cambian y evolucionan, y que las culturas crecen y se transforman, el camino para mejorar como comunidad no pasa por esta “batalla cultural”. Por el contrario, la clave está en recuperar los valores desvirtuados, reinstalar su esencia y su verdadero sentido, y aplicarlos de manera efectiva. Esto constituye la base para luego crecer, consolidarnos como comunidad y desarrollar nuevos valores que nos permitan avanzar hacia una etapa más elevada en términos de cultura, conocimiento, respeto a las identidades e igualdad de oportunidades.

Cuando hablamos de mejorar como comunidad, nos referimos a respetar y revalorizar los conceptos que hoy definen nuestra identidad: justicia, igualdad, derechos humanos, libertad de prensa, libertad de culto, solidaridad, esfuerzo y mérito. Estos valores son la base para establecer nuevas escalas en nuestros niveles éticos y en nuestros comportamientos morales, entendiendo la moral como una conducta hacia el prójimo.

Es innegable que, en esta etapa que está llegando a su fin, los políticos no han sido un buen ejemplo. Por el contrario, han sido responsables de retrocesos y malas interpretaciones. Han malversado conceptos y recursos públicos, generando más pobreza y contribuyendo al atraso y la ignorancia, alejando a la población de las decisiones políticas sobre su destino y apropiándose de la tutela del Estado.

Hoy vivimos una era de crisis en la que los enfrentamientos se agudizan, pero también una era de bisagra, un momento en el que podemos retomar a una senda de crecimiento en la dirección que hemos mencionado. Este es el desafío que tenemos por delante: reconstruir sobre bases sólidas, recuperar lo esencial y avanzar hacia una comunidad más justa, igualitaria y respetuosa de los derechos de todos.

Osvaldo González Iglesias – Escrito – Editor

Tags

Compartir post