La vieja China central se curtió entre ríos, canales, costas y mares no muy lejanos. La dinastía Hàn construyó una marina que comerció algo por el Índico en lo que se suele conocer como la primera ruta de la seda marítima. La dinastía Táng ya tuvo conflictos navales con partes de Corea y Japón. Durante la dinastía Sòng, que construyó la primera flota permanente, el floreciente comercio marítimo llegaba a menudo hasta África. Las armadas de Kublai Kan (primer emperador Yuán mongol) no pudieron invadir ni Japón (hundidas por tifones) ni Java. En la dinastía Míng temprana el almirante musulmán Zhèng Hé lideró siete expediciones con una gran flota por el sudeste asiático y el Índico norte en un intento de establecer la supremacía china en las concurridas rutas de las especies, pero luego la China confuciana se centró en la tierra, y un poco en el sudeste asiático, lo que facilitó que los piratas infestaran los mares del este.
Los comerciantes y misioneros europeos que navegaban por los grandes océanos llegaron a China en el siglo XVI, pero los más completos mapamundis que los jesuitas mostraron a los emperadores Qīng no animaron a la expansión marítima global. Solo a finales del siglo XIX la emperatriz regente Cíxǐ decidió crear una armada moderna, aunque malgastó fondos hasta para reconstruir un barco de piedra del viejo palacio de verano. Entre sus súbditos no faltaban ganas de cambio y expansión: en 1906 se publicó la novela Bīngshān Xuěhǎi (Montaña de Hielo y Océano Nevado) ambientada en el año 2399 cuando un cambio climático lleva a miles de chinos costeros a navegar en una gran flota por los océanos del mundo buscando un nuevo hábitat y acaban estableciendo con otros pueblos una ecotopía en una isla de la Antártida.
La ruta de la seda marítima china se formó relativamente tarde ya que hace miles de años que desde Formosa intrépidos austronesios comenzaron a expandirse por las islas del sudeste asiático y, más recientemente, usaron avanzadas canoas y métodos de navegación naturales para adentrarse por el océano Índico hasta Madagasikara (Madagascar), y por el Pacífico hasta Hawai’i [Sándwich], Rapa Nui (Isla de Pascua), y Aotearoa me Te Waipounamu (Nueva Zelanda). ¿Quién sabe si los polinesios vieron hielos antárticos mucho antes de que Gabriel de Castilla o Dirck China, curtidos entre el Atlántico y el Pacífico, avistaran las islas Shetland del Sur a principios del siglo XVII? Lo que sí es cierto es que partir del siglo XIX europeos y americanos fueron explorando y colonizando los mares del sur y transitaron por los pasos norteños del océano Ártico.
Los Estados Unidos, curtidos por la guerra naval de independencia contra los ingleses y confrontaciones con piratas en el Mediterráneo, fueron desarrollando desde el siglo XIX una gran marina mercante por el Atlántico y el Pacífico (completaron el canal de Panamá), y la que se ha venido manteniendo como principal armada del mundo. Japón, con secular tradición pirata hasta el aislamiento Tokugawa, se abrió a la modernización tras recibir a los barcos del comodoro Perry y, con una armada modelada de la británica hasta venció en batallas navales a China y Rusia y creó una talasocracia regional desbaratada en gran parte por la armada de los Estados Unidos en batallas en el Pacífico occidental durante la segunda Guerra Mundial.
No obstante, durante la primera Guerra Fría, para mantener la primacía naval y el comercio marítimo abierto los Estados Unidos no solo construyeron modernos grupos de portaaviones, submarinos nucleares, destructores y muchos otros buques avanzados, sino que también ayudaron a reconstruir las marinas mercante y militar japonesa y fomentaron el poderío naval de otros aliados. La administración Reagan reafirmó la preeminencia naval e incluso se hizo fuerte contra los soviéticos en el helado Ártico. A partir de los años noventa la armada rusa perdió bastante potencia y, por fin, entró en vigor la Convención de las Naciones Unidas del Derecho del Mar (UNCLOS) para gestionar jurisdicciones, tránsitos y recursos. Mientras, el mundo empezaba a ver como la RPC formaba un creciente oleaje que llegaba a todos los mares.
La guerra civil china fue principalmente terrestre hasta la creación de la RPC continental y la ROC en Taiwán. El exigua armada del Guómíndǎnɡ fue incapaz de afrontar a la del imperio japonés, pero desde Taiwán construyó una nueva que contaba con apoyo norteamericano, que además siempre ha sido clave para contrarrestar los intentos de la RPC de agarrar islas en disputa. La RPC de Máo Zédōnɡ comenzó a construir con ayuda soviética una armada con tres flotas costeras antes de proseguir por su cuenta. Desde las modernizaciones promovidas por Dènɡ Xiǎopínɡ el comercio marítimo de la RPC ha venido creciendo notablemente, la armada del Ejército de Liberación del Pueblo (PLAN) ha venido construyendo hasta submarinos nucleares capaces de adentrarse en alta mar, aunque más recientemente hasta ayudaba a la comunidad internacional a reducir el pirateo por las costas de Somalia. También comenzó a interesarse por los mares del norte y del sur estableciendo bases de investigación, y adquiriendo y construyendo rompehielos.
En 2012 el presidente Hú Jǐntāo proclamó que la RPC buscaba ser una potencia marítima global, algo que con Xí Jìnpíng se está cumpliendo. Desde que en octubre 2013 anunciara en Yakarta la vertiente marítima de la Iniciativa de la Franja y la Ruta la RPC ya alberga los mayores puertos de mercancías del mundo y es el mayor constructor de barcos cargueros (Corea del Sur y Japón son sus principales competidores). Con la mayor flota pesquera de altura (Taiwán tiene la segunda) ha alcanzado el primer puesto tanto en números absolutos de capturas, como en pesca ilegal, no declarada y no reglamentada. Tanteó construir un canal en Tailandia como alternativa al estrecho de Malaca, y otro en Nicaragua como alternativa al de Panamá, y se ha convertido en el principal socio de Egipto para desarrollar la economía de la zona del Canal de Suez. Está tendiendo largos cables y otras canalizaciones submarinas. Quiere liderar la extracción de minerales y otros valiosos recursos de los fondos y subsuelos en alta mar para cuando la Autoridad Internacional otorgue licencias, algo que podría ser pronto si no lo aplazan las preocupaciones medioambientales de varios países y activistas.
El Pentágono lleva varios años especialmente preocupado por las aceleradas capacidades y maniobras de la PLAN ya no solo en los mares del sur y este de China. Esta dispone ya de bastantes más buques que la US-Navy, y está acelerando la construcción de submarinos y portaaviones avanzados, incluso nucleares. En abril 2023, el portaaviones Shāndōng realizó un número récord de a menudo arriesgadas maniobras alrededor de Taiwán y, para ‘reducir malentendidos’, la RPC publicó que un ataque con sus nuevos misiles hipersónicos podría hundir un grupo de portaaviones norteamericano que se acercara amenazadoramente a islas en disputa. Mientras, lleva años incrementando el número e intensidad de las maniobras navales por el mundo con Rusia y, a veces, otros colaboradores: en 2021 y 2022 alrededor de Japón, en 2023 ya en y con Sudáfrica y en el golfo de Omán con Irán. La PLAN dispone de una base naval militar en Yibuti y sigue intentado abrir nuevas bases en otros puertos del Índico (preocupa una instalación en Camboya), del Pacífico (ha firmado un acuerdo de apoyo militar con las Islas Salomón) y hasta del Atlántico (en Guinea Ecuatorial). Por otro lado, empresas navieras chinas llevan años adquiriendo derechos en puertos civiles por todos los océanos que se teme podrían facilitar el atraque de barcos militares, esconder armas, y hasta interferir en las grúas.
Pero el repentino tsunami de interés económico, científico y militar la RPC ya llega hasta los mares más lejanos. Llevaba años como activo observador permanente en el Consejo Ártico, pero se acercó a la asertiva Rusia durante la presidencia de esta. Además, está intentando reactivar sus bases científicas en el norte de Europa, está fabricando grandes rompehielos (al menos uno nuclear) y en abril 2023 anunció la colaboración con Rusia entre sus guardas costeras. Mientras, lleva varios años bloqueando con Rusia la protección de los recursos pesqueros y vivos marinos en áreas de los mares del sur, y está potenciando el posible doble uso civil-militar de sus bases en la Antártida.
Ya llevamos varios años con noticias de nuevos grupos como AUKUS, QUAD e IPEF para hacer presión a países autocráticos. Pero actualmente los Estados Unidos y sus aliados apuran nuevas estrategias, reuniones diplomáticas y proyectos concretos para ayudar y colaborar hasta en temas militares con muchos países, costeros e isleños, en vías de desarrollo que la RPC estaba cortejando. Desde que en septiembre 2022 el presidente norteamericano Biden firmara una declaración de partenariado con países del Pacífico, se han venido sucediendo una serie de acuerdos bilaterales con componentes económicos y de seguridad, el último en mayo con Papúa Guinea, país que también visitó el primer ministro de la India. Para atraer a más potencias, el presidente japonés Kishida presentó en marzo en Nueva Delhi una nueva versión ampliada hasta África y las Américas del escenario Indo-Pacífico libre, abierto y legal. En mayo Corea del Sur celebró su primera cumbre con países del Pacífico para ayudar a su desarrollo y seguridad. La Unión Europea lleva un tiempo preparando proyectos con países no solo europeos. Mientras, Francia y otros países europeos llevan desde hace unos pocos años sus armadas a través del estrecho entre la RPC y Taiwán, y activando sus activos por todo el Pacífico. Y hasta la OTAN está comenzando a preocuparse por lo que pasa fuera del espacio euroatlántico.
Esa nueva predisposición a la ayuda y cooperación ahora llega hasta el Ártico y el Antártico. En octubre 2022 los Estados Unidos publicaron su nueva estrategia para el Ártico. Con Europa, especialmente los países nórdicos y una OTAN ampliándose, realiza ejercicios militares de creciente intensidad, y los aliados de Asia también se acercan al Ártico para rebajar tensiones. Mientras, el G7 convocó para este mes de junio en Santiago de Chile una reunión extraordinaria de una Comisión de la Convención para la Conservación de los Recursos Marinos Antárticos para impulsar nuevas áreas de conservación siguiendo la estela de recientes acuerdos globales para aumentar la protección de la diversidad global incluyendo los océanos.
España, en medio de una transición política, difícilmente podrá liderar temas marinos globales durante su presidencia de la Unión Europea el próximo semestre. Pero Iberoamérica, a veces ensimismada entre dos grandes océanos, ahora tiene una nueva sintonía política, por lo podría jugar más papeles marinos para intentar ayudar, cuando sea posible también con la pujante RPC, a reducir el creciente riesgo de conflicto (por ejemplo siguiendo el ejemplo de Indonesia que en junio consiguió que muchos países enfrentados participaran en maniobras navales conjuntas humanitarias), manteniendo vías de transporte abiertas y seguras, impulsando la cartografía y la investigación científica para aprovechar su energía y promover su sostenibilidad. El mar, origen de la vida en la tierra, sigue siendo indispensable para todo el planeta. Pero, según la ciencia no ficción, se está notablemente sobreexplotando, contaminando, acidificándose, desoxigenándose, recalentándose y, si subiera mucho de nivel, acabaría engullendo a muchas (más) islas y pueblos costeros.