Caputo admite un nuevo giro en el acuerdo con el FMI y apuesta a la baja del Riesgo País para evitar el uso de reservas

El ministro de Economía, Luis Caputo, confirmó en declaraciones públicas lo que los mercados ya sospechaban: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunciado en abril no generó los resultados esperados en términos de reducción del Riesgo País ni de acceso a financiamiento voluntario. En su lugar, el titular del Palacio de Hacienda dejó entrever que el entendimiento con el organismo mutó en una nueva versión del programa, con metas renovadas pero con el mismo objetivo: restaurar la confianza de los inversores y facilitar el refinanciamiento de la deuda externa sin erosionar las reservas del Banco Central.

“Firmamos un excelente acuerdo para el país, mejor que el anterior, en el sentido de que va a ayudar significativamente a que se pueda recuperar el acceso a los mercados para refinanciar la deuda, que es un punto clave”, aseguró Caputo en el canal libertario Carajo, una plataforma que suele funcionar como caja de resonancia de la narrativa oficialista. Con estas palabras, el funcionario no solo confirmó un cambio de rumbo, sino que, de manera elíptica, reconoció que la primera etapa del acuerdo fue insuficiente para generar el impacto deseado en los indicadores financieros.

El contexto no deja lugar a dudas. El 14 de abril, tras el anuncio del nuevo programa con el FMI, el Riesgo País —medido por JP Morgan— se ubicaba en torno a los 775 puntos, casi el mismo nivel en que cerró el pasado viernes, lo que sugiere que la percepción de riesgo sobre la Argentina no ha mejorado sustancialmente en más de tres meses. Caputo intentó relativizar este dato aludiendo a lo que denominó el “Riesgo Kuka”, una expresión que apunta a la incertidumbre electoral y al eventual regreso de sectores kirchneristas al poder. Así, el gobierno intenta desplazar la responsabilidad hacia factores exógenos antes que asumir fallas propias en la ejecución del plan económico.

Un giro discursivo para un mismo propósito

La narrativa oficial cambió, pero el propósito sigue siendo el mismo: lograr una baja sostenida del Riesgo País que permita recuperar el crédito internacional sin depender de los escasos dólares disponibles en el Banco Central. Para ello, el nuevo entendimiento con el FMI incluye un respaldo financiero de hasta 20.000 millones de dólares, que se sumarán a los posibles desembolsos de otros organismos multilaterales como el BID y el Banco Mundial. El gobierno espera que este paquete de financiamiento funcione como un mensaje claro a los mercados: Argentina contará con respaldo externo para cumplir con sus compromisos.

No obstante, el propio Caputo dejó entrever la fragilidad del esquema. Durante su intervención, explicó que el verdadero objetivo del acuerdo es evitar que las reservas se sigan utilizando para pagos de deuda: “Si uno no tiene acceso al mercado para refinanciar el capital, entonces esas reservas se van en pagos de deuda, que es lo que ha pasado en estos 18 meses”. La frase resume con crudeza la situación: sin acceso al financiamiento externo, el país queda atrapado en una dinámica en la que los dólares del Banco Central se esfuman en cada vencimiento, comprometiendo la estabilidad cambiaria y alimentando tensiones inflacionarias.

Metas incumplidas y pedidos de indulgencia

Uno de los puntos de fricción con el FMI ha sido la acumulación de reservas. El acuerdo firmado en abril establecía metas concretas que el gobierno no logró cumplir, razón por la cual debió solicitar un waiver —una suerte de perdón técnico— para mantener el programa en pie. Caputo, en su balance, evitó hacer hincapié en este traspié y optó por destacar que el Banco Central compró unos 25.000 millones de dólares en los últimos 18 meses. Sin embargo, buena parte de ese monto se utilizó para hacer frente a vencimientos, lo que refuerza la dependencia de Argentina respecto del endeudamiento externo y la necesidad de una baja urgente del Riesgo País.

La apuesta por la tasa global

En este contexto, Caputo ensayó una proyección con base en supuestos de política monetaria internacional. Según dijo, si la Reserva Federal de Estados Unidos baja la tasa de interés —como prevén algunos analistas— hasta un total de 125 puntos básicos en los próximos trimestres, eso llevaría la tasa base al 3,25%. Si a ello se suma una caída del Riesgo País argentino a niveles de diciembre pasado (550 puntos), la tasa de financiamiento para Argentina bajaría al 8,75%, un umbral que permitiría al país reinsertarse en los mercados de capitales.

Esta hipótesis constituye la piedra angular del nuevo plan: conseguir condiciones financieras más favorables para que la deuda pueda “rollearse” —es decir, renovarse sin necesidad de amortizar el capital con reservas— y al mismo tiempo generar estabilidad en el frente cambiario. Según Caputo, el país podría alcanzar el superávit primario necesario para pagar los intereses, pero no así el capital, lo cual refuerza la necesidad de ese acceso a los mercados.

Un acuerdo aún en suspenso

El nuevo entendimiento con el FMI aún no ha sido aprobado formalmente. Se espera que el Directorio del organismo avale el Staff Level Agreement (SLA) durante la próxima semana, antes del receso de verano. Hasta entonces, los detalles del programa permanecen en reserva, aunque el mercado ya ha dado algunas señales moderadamente positivas. En la última jornada, los bonos subieron en promedio un 0,8%, mientras que el Riesgo País se mantuvo estable en torno a los 770 puntos.

Este último dato es clave: en el diseño de Caputo, el Riesgo País se transforma en el principal indicador para medir el éxito o el fracaso del programa económico. Si cae, se abren puertas para el financiamiento externo, se estabiliza el dólar, se reduce la inflación y se consolida la frágil recuperación económica. Si no lo hace, el gobierno se verá forzado a elegir entre usar reservas para pagar deuda o ajustar aún más el gasto para evitar el default.

La historia reciente muestra que la confianza de los mercados no se construye con declaraciones, sino con resultados. Y hasta ahora, el giro discursivo de Caputo aún no ha sido acompañado por una mejora tangible en los indicadores clave. El verdadero examen llegará en los próximos meses, cuando el país enfrente vencimientos cada vez más exigentes y el clima político interno se torne más incierto. Para entonces, no alcanzará con buenos acuerdos: harán falta hechos.

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