Por Osvaldo Gonzalo Iglesias
Los argentinos no podemos superar lo que la filosofía considero a mediados del siglo pasado sobre que todo vuelve, una teoría que difundio Friedrich Nietzsche: la historia no sería lineal, sino cíclica, vuelve a ocurrir una y otra vez, son aquellos hechos que el hombre produce inocentemente los que se repetirán hasta la eternidad. En la Gaya Ciencia (1882), por supuesto una cuestión hipotética (decía Heidegger) no un hecho. Es un método, una herramienta que el nihilismo considero para juzgar la propia vida, un principio moral orientador, nuestros actos, buenos o malos, se repetirán hasta el hartazgo. Nietzsche la consideraba como la doctrina del superhombre, el que vivía su vida una y otra vez, sin arrepentirse de alguna de sus decisiones ya que la misma lo llevaba a una nueva forma de anhelar la vida, la creación de nuevos principios y valores, el mismo es su juez y su verdugo.
Argumenta el filósofo que la mayoría de la gente vive su vida sin intensidad, sin pretensión ni anhelo de convertir cada instante de ella en algo maravilloso en sí mismo hasta el punto de justificar la existencia.
Por el momento sentimos que nuestra existencia es un círculo de crisis y estabilidad, sin fin, en donde las crisis parecen ser la tendencia recurrente y es su repetición la que profundiza nuestros males hasta que hoy vemos que estamos peor que hace años y aun peor que hace décadas, cada vez peor.
Lejos de considerar esta analogía, abordamos nuestro estado mental y sentimos ese eterno retorno, ese cíclico proceso que nos hunde día a día, más y más, en la pobreza como nación.
La proyección de la inflación es de 55% anual, solo en febrero los índices de alimentos alcanzaron casi el 10% y acumularon 154 desde que asumió el gobierno.
La pobreza infantil alcanzó a más de 8 millones de niños, la pobreza llegó al 42% o sea 19 millones de personas, 4 de cada diez personas son pobres. Las consecuencias son trágicas, dado que genera una crisis de integración y marginalidad que llevará décadas resolver. (en caso que hoy asumamos el camino correcto), cuatro generaciones de familias sin trabajo, atraso educativo y de capacitación, las psiquis de tantos argentinos mancillada por la dádiva y la sumisión a referentes sociales y políticos que manipulan sus necesidad arrastrándolos hacia sus ambiciones personales, políticas, dirigentes, cada vez más ríos , pueblo cada vez más pobre.
El ciclo se repite pero parece que al hundirnos en ese ciclo de crisis no logramos tocar fondo. Cuando los políticos se rasgan las vestiduras defendiendo el proceso electoral, el funcionamiento democrático, es meritorio y plausible, pero ese proceso se renueva y enriquece, las redes, las movilizaciones, hacen posible un mayor protagonismo, pero los problemas se profundizan, ?que falla? ellos se enriquecen, la gente se empobrece, lógica pura, gobiernan como una casta que solo necesitan el sistema para conservar el poder y transferirlo a sus mujeres, hijos o sucesores políticos.
Cuando vemos el panorama, nos aborda el pesimismo, cuesta ver la salida cuando comprendemos que ese ciclo mortífero y espeluznante que anuncia, en un sentido figurado Friedrich Nietzsche, nos copó la parada, presos por un sistema que insiste en repetir los mismos errores, una y otra vez sin tener en cuenta los resultados negativos obtenidos, cuando estos ciclos se repetían. ¿Entonces por qué no probar otra cosa?
Pateamos el déficit fiscal para adelante, la recaudación en lugar de estimular la producción y generar riquezas, la extraemos de la ampliación o extensión de los impuestos o retenciones, limitamos la exportación para reducir los precios, creyendo que la producción que antes se exportaba va a ir al mercado interno a menor valor por la oferta, se encontrarán con menos recaudación, menos ingresos de cápita, menos producción, más desempleo. Que pasa cuando la fuerza productiva está concentrada en un pequeño núcleo que genera la recaudación y por ende el dinero que va a la otra parte mayoritaria de ciudadanos que de no ser por la ayuda social estarían al límite de la subsistencia.
Cuesta entender, las cabezas parecen no funcionar, las estadísticas, la macro y la micro se confrontan ante las urgencias electorales, postergamos las decisiones para que otros paguen los costos, hasta que el próximo gobierno repite las misma recetas: demorar los cambios. Carecemos de un plan estratégico que supere a este gobierno y al que vendrá, pareciera que un solo objetivo los moviliza: conservarse más tiempo en el poder para luego repetir los fracasos. Si bien, no coincido con Miley, este emergente de la crisis es producto de la ineficiencia, de la incapacidad de la política, para resolver los problemas, este personaje caricaturesco, instaló una frase que por algo caló hondo en la gente, “son una casta política”, en eso coincido yo y millones de argentinos. Se heredan y heredan, conservan sus riquezas y su poder, se mueven con impunidad poniendo en funcionamiento sus influencias, cómplices, camarilla, se reúnen en mansiones, country y clubes exclusivos.
El eterno retorno es nuestro gran logro, en el que abrevamos para flagelarnos como el gran filósofo nihilista, sugiere, ?renacerá el hombre nuevo de este descalabro? Ese súper hombre del que tanto se habla en “Así habló Zaratustra”.
¿Es necesario llegar a eso?
OSVALDO GONZALES IGLESIAS – Escritor e Dramaturgo. Dirctor do jornal eletrônico Debate y Convergencia, correspondente do jornal Tribuna da Imprensa Livre