En un gesto de alto voltaje geopolítico, el presidente Javier Milei anunció este miércoles en Jerusalén que la Argentina trasladará su embajada en Israel desde Tel Aviv a Jerusalén Occidental en 2026. El anuncio se dio en el marco de su visita oficial al país y fue realizado durante su discurso ante la Knesset (el Parlamento israelí), donde también fue distinguido con el Genesis Prize 2025, conocido como el “Premio Nobel Judío”.
El anuncio marca un punto de inflexión en la política exterior argentina y se inscribe en una estrategia de realineamiento explícito con Occidente y con el Estado de Israel, una alianza que Milei no solo ratificó sino que profundizó con fuertes definiciones ideológicas. “Hermanos de Israel: Argentina está con ustedes en este difícil momento”, declaró ante un recinto colmado, en alusión al conflicto con Hamas. “Cuando las fuerzas en pugna son el bien y el mal, no hay equivalencia moral posible. Argentina no se va a mantener al margen”, remarcó.
El presidente de la Knesset, Amir Ohana, fue el encargado de abrir la sesión y no escatimó elogios: calificó a Milei como “el mejor amigo que Israel haya tenido en la Casa Rosada”. También el primer ministro Benjamin Netanyahu agradeció públicamente el apoyo argentino y destacó la “amistad sólida” entre ambos gobiernos. Desde la oposición israelí, el dirigente centrista Yair Lapid elogió el rumbo económico de la Argentina y se dirigió al mandatario en español: “Gracias, señor Presidente”.
La visita, que culminará este jueves con la firma de un “Memorándum de Libertad y Democracia en Combate del Terrorismo y el Antisemitismo”, refuerza la narrativa internacional de Milei, centrada en una defensa cerrada de los valores occidentales, la seguridad nacional y la denuncia del antisemitismo como amenaza global.
Contra el “relativismo woke” y a favor de la motosierra
Acompañado por el presidente de Israel, Isaac Herzog, y ante la mirada atenta de los principales referentes políticos del país anfitrión, Milei aprovechó la ocasión para proyectar su perfil ideológico sin matices. Cargó contra lo que llamó “la ideología woke”, a la que acusó de “descalibrar la brújula moral de Occidente” y de “darle la espalda a Israel”.
“La Argentina está viviendo su propio éxodo: nos estamos liberando de una casta política que durante décadas avanzó sobre los ciudadanos”, afirmó, retomando su relato de regeneración institucional. En ese marco, defendió los resultados de su programa económico: la desaceleración inflacionaria, el superávit fiscal, la caída del riesgo país y lo que denominó como una nueva etapa de “motosierra profunda”, orientada a “remover capas geológicas de regulaciones, impuestos y trabas al libre comercio”.
Un viraje diplomático con consecuencias
La decisión de trasladar la embajada argentina a Jerusalén Occidental implica un realineamiento contundente dentro del mapa de Medio Oriente. Hasta ahora, Buenos Aires había seguido la línea más prudente de la comunidad internacional, que evita ubicar sus representaciones diplomáticas en Jerusalén mientras no se resuelva el estatus final de la ciudad. Solo un puñado de países —como Estados Unidos, Guatemala y Honduras— ha dado ese paso en los últimos años.
Con esta jugada, Milei se convierte en el primer presidente argentino en romper ese equilibrio y asumir, de manera explícita, una postura alineada con la estrategia israelí. La medida tensiona la tradicional neutralidad argentina en el conflicto israelí-palestino y abre interrogantes sobre sus implicancias regionales y comerciales, especialmente en relación con países árabes y socios del Sur Global.
En un escenario internacional convulsionado, Milei parece decidido a redibujar las coordenadas de la política exterior argentina. Su discurso en Jerusalén —cargado de simbolismo, definiciones morales y gestos políticos concretos— confirma que ese camino no tiene vuelta atrás.