Con un nivel actual de 678 puntos básicos, el riesgo país es mucho más que un indicador técnico: refleja la percepción internacional sobre la capacidad de la Argentina para cumplir con sus compromisos financieros. Su impacto se extiende desde los mercados hasta la economía real, y el sector agropecuario no está exento.
¿Qué es el riesgo país?
El riesgo país es un índice que mide la probabilidad de que una nación incumpla sus obligaciones financieras. A diferencia del riesgo asociado a una empresa o emisor particular, este indicador contempla variables estructurales que afectan a todo un país: estabilidad política, desempeño económico, solidez institucional, marco jurídico y transparencia.
Su cálculo se basa en la diferencia entre el rendimiento de los bonos soberanos de un país y los del Tesoro de los Estados Unidos, considerados los más seguros del mundo. Cuanto mayor es esa diferencia —es decir, mayor es el riesgo percibido—, más cara se vuelve la financiación para el Estado y las empresas locales.
¿Por qué importa que el riesgo país baje?
Una reducción del riesgo país es mucho más que una buena señal para los mercados financieros. Implica una mejora en la confianza internacional hacia el país y puede generar efectos positivos en cadena: desde una disminución del costo del crédito hasta el incentivo a nuevas inversiones productivas.
Cuando el riesgo país baja, el financiamiento externo se vuelve más accesible y barato. Para Argentina, una economía históricamente condicionada por el endeudamiento y la falta de crédito, este cambio puede ser clave para revitalizar sectores estratégicos.
El impacto en el agro: del mercado a la producción
En el caso del agro argentino, la relación con el riesgo país es directa. Un entorno económico más estable y previsible genera mejores condiciones para acceder a financiamiento, clave para un sector que depende fuertemente de inversiones en tecnología, maquinaria, insumos y capital de trabajo.
Tanto grandes como pequeños productores pueden beneficiarse de tasas más bajas y mayores líneas de crédito si el riesgo país disminuye. Esto no solo fortalece su capacidad de producción y exportación, sino que también mejora su competitividad en el mercado global.
Además, un país con menor riesgo es más atractivo para los compradores internacionales. En un mundo donde la trazabilidad y la estabilidad son cada vez más valoradas, Argentina puede ganar protagonismo en los mercados agroalimentarios si mejora su imagen financiera.
Condiciones para una baja sostenida
Sin embargo, la reducción del riesgo país no ocurre por casualidad ni responde únicamente a factores externos. Requiere de políticas coherentes, sostenidas y orientadas a la estabilidad macroeconómica, la gobernabilidad y la credibilidad institucional.
Los desafíos son conocidos: inflación persistente, déficit fiscal crónico, inestabilidad cambiaria, presión tributaria y conflictos políticos recurrentes. Superarlos no solo beneficiaría a los mercados financieros, sino también al entramado productivo del país.
Un índice que dice más de lo que parece
En definitiva, el riesgo país funciona como un termómetro de la salud económica y política de la Argentina. Pero también es, al mismo tiempo, una brújula: señala hacia dónde puede y debe ir el país si quiere volver a atraer inversiones, crecer con estabilidad y garantizar un futuro más sólido para sectores clave como el agro.
Porque detrás de cada punto del riesgo país, hay decisiones, políticas y oportunidades que pueden cambiar el rumbo de la economía y mejorar la vida cotidiana de miles de productores. Monitorearlo es importante. Reducirlo, una necesidad.