En un contexto de alta tensión política y económica, la Confederación General del Trabajo (CGT) anunció un paro general para los próximos días. Desde el oficialismo interpretan la medida como un intento de desestabilización, en un momento en que la inflación muestra signos de desaceleración, pero la reactivación económica aún es lenta y sectores vulnerables enfrentan crecientes dificultades.
Un patrón repetido en la historia
El paro de la CGT repite un esquema que, según analistas, se ha manifestado en cada gobierno no peronista. Durante las gestiones de Alfonsín, De la Rúa y Macri, los sindicatos desplegaron una fuerte presión con paros y protestas, mientras que, en los gobiernos peronistas de Menem y los Kirchner, las relaciones fueron más fluidas y las medidas de fuerza prácticamente desaparecieron.
El reciente escándalo de la criptoestafa de Libra, que golpeó la imagen del Gobierno, sumado a las dificultades económicas que persisten, hacen de este paro un desafío político de gran magnitud para la administración libertaria.
Lopérfido: «La relación entre la CGT y el peronismo es la columna vertebral de la decadencia argentina»
En un artículo publicado en Noticias Argentinas, el exministro Darío Lopérfido calificó la relación entre el sindicalismo y el peronismo como «oscura y mafiosa». Según su análisis, los líderes sindicales han utilizado su poder para enriquecerse y consolidar estructuras de control dentro del Partido Justicialista (PJ), bloqueando intentos de reforma en gobiernos no peronistas.
«Trabajadores cada vez más pobres son vampirizados por dirigentes millonarios», afirmó Lopérfido, recordando los 13 paros generales durante el gobierno de Alfonsín y la resistencia sindical a cualquier intento de modernización laboral en gestiones opositoras al PJ.
El desafío de la reforma sindical
Para Lopérfido, este contexto representa una oportunidad para que el Gobierno avance en una reforma sindical de fondo. Propone medidas como la limitación de las reelecciones indefinidas de los dirigentes gremiales, la eliminación de los aportes obligatorios de los trabajadores a los sindicatos y la auditoría de las obras sociales sindicales, muchas de las cuales enfrentan denuncias por corrupción.
«Es una vergüenza que haya sindicalistas o familias enteras que controlan los gremios de por vida», sostuvo, llamando a terminar con la impunidad en el sector.
Villarruel y los “ñoquis sindicales” en el Senado
La vicepresidenta Victoria Villarruel también apuntó contra el entramado sindical al auditar los sueldos del Senado, donde detectó empleados vinculados a gremios con sueldos millonarios sin funciones claras. Según Lopérfido, esto es solo una muestra de una práctica extendida en la administración pública.
Un Gobierno en busca de fortaleza ante el sindicalismo
El exministro advirtió que la administración actual debe evitar mostrarse débil frente a lo que denominó “los eternos conspiradores”, ya que la historia demuestra que el peronismo siempre busca aprovechar estas crisis para recuperar poder.
Con el paro general en marcha, el Gobierno enfrenta una prueba clave: demostrar autoridad sin caer en la confrontación estéril o en concesiones que lo debiliten. Mientras tanto, el análisis de Lopérfido reaviva el debate sobre el rol del sindicalismo en la decadencia estructural de Argentina y la necesidad de reformas profundas.