Pasó diciembre, y el estallido tan anunciado por la oposición no ocurrió. Por el contrario, la mayoría de los argentinos brindamos en estas fiestas con una renovada e incipiente esperanza. Se avizora un panorama alentador en el horizonte y, aunque esa incipiente recuperación del salario y de la producción aún no se ha manifestado plenamente en la calle, los indicadores sugieren una tendencia favorable.
La inflación, principal flagelo, está en franco retroceso y comenzó a notarse en las góndolas hace ya algunos meses. Sin embargo, aunque las mejoras son perceptibles, el impacto de los ajustes tarifarios en los servicios sigue retrasando el alivio en los bolsillos. Este factor ha sido determinante, ya que afecta directamente nuestra economía cotidiana.
Vamos por partes:
La inflación ha cedido y tiende a reducirse a un 1% mensual. El dólar se mantiene estable, evitando que influya negativamente en los costos de los productos. Aunque los ajustes salariales apenas superan a la inflación, este efecto es difícil de percibir debido al profundo deterioro previo.
En cuanto a los mercados financieros, los bonos se han revalorizado en la bolsa de Nueva York, lo que indica un crecimiento del patrimonio nacional y una mayor capitalización de las empresas argentinas en el ámbito global. El riesgo país se encuentra en su nivel más bajo, facilitando no solo las inversiones, sino también el acceso a préstamos internacionales con tasas de interés reducidas.
El Banco Central ha reducido las tasas de interés, lo que ha permitido un aumento en los préstamos hipotecarios. Esta medida ha reactivado el mercado inmobiliario y flexibilizado los alquileres, generando un mayor equilibrio en los valores. Hoy, con más ofertas disponibles, los alquileres comienzan a estabilizarse, eliminando los altibajos impredecibles de meses anteriores.
En esta nueva etapa, las denuncias por corrupción están avanzando en la justicia. Se han expuesto irregularidades con los piqueteros y la enorme cantidad de ventanillas que permitían el desvío de dinero hacia bolsillos corruptos. Esto ha posibilitado que los beneficios lleguen directamente a las personas afectadas por la pobreza y los ajustes. Como resultado, las calles se han despejado, reduciendo los focos de violencia entre el propio pueblo.
La discusión sobre conceptos e ideas que antes eran impuestos mediante agresiones y estigmatizacion ayuda ahora a ordenar el debate y a formular políticas públicas más claras, efectivas y abarcativas para todos los sectores sociales.
Derechos y justicia:
Términos como “Derechos Humanos”, “Inclusión Social”, “Derechos de Género” y “Justicia” solían ser monopolizados por un sector que decidía quién merecía reconocimiento y quién no, sin considerar el daño ni a quién afectaba. Si un violador pertenecía a sus filas, se silenciaba; si era de otro sector, se actuaba rápidamente. Un ejemplo reciente es lo ocurrido con el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, en contraste con el caso del actor Juan Darthés.
Todos recordamos los hechos de la pandemia: la brutal represión de algunos políticos feudales, las cárceles llenas de inocentes que solo querían salir a la calle, y los muertos encubiertos mediante manipulación de información.
Un gobierno debe gobernar para todos, administrar los recursos escasos y concentrarlos en las prioridades más urgentes. La cantidad de organismos que existían en el gobierno anterior, y que justificaban su existencia frente a múltiples necesidades, no solo resultaron ineficientes, sino también una puerta abierta a la corrupción. Recursos que debían beneficiar a los más vulnerables fueron desviados a los bolsillos de administradores y amigos. Ejemplos sobran: el plan Cunitas, muebles de carton cuestionable adquiridos a precios exorbitantes, y otros programas cuyos beneficiarios parecían ser solo excusas para el saqueo.
Reflexión final:
Vivimos en una era de transición. Todo está cambiando rápidamente, y se perfila otra Argentina. Esperemos que las disputas internas y ciertos resabios autoritarios no lleven a nuestro querido país a un nuevo y quizás catastrófico fracaso.
Osvaldo González Iglesias – Editor – Escritor