Los argentinos vivimos en sobresaltos; eso nos mantiene atentos, aunque de tanto en tanto los políticos se encargan de engañarnos y nosotros solemos caer en sus trampas. ¿Ingenuos? Quizás. O acaso nuestra habilidad para superar obstáculos, nuestra destreza para sobrevivir en un país en crisis, recurriendo a cientos de artilugios para hacer rendir nuestro escaso dinero y mantener algo de nuestros cada vez más limitados placeres de pequeños burgueses, no alcanza para descubrir los engaños a los que nos someten los políticos, logrando que confiemos en ellos, que con dos o tres medidas nos sacarán de la pobreza y nos incorporarán en el progreso, el desarrollo y la abundancia. ¿Por qué será que siempre les creemos? Porque ellos también han agudizado su destreza; porque tienen una vida casi resuelta y solo se la pasan pensando, con las encuestas en la mano, en cómo engañarnos, cómo lograr que creamos en ellos y depositemos en sus manos nuestro futuro, como si la historia no se repitiera y cayéramos nuevamente en la frustración de una nueva traición.
Lo peor es que los mismos que quizás nos defraudaron una y otra vez vuelven a ofrecerse como alternativa, sin que les tiemble el pulso o se les coloreen de un rojo vivo los rostros de actores diestros en el engaño. Como una clase, los políticos se posicionan en la altura para, desde ahí, vernos andar; y en esa observación minuciosa (encuestas) pueden detectar lo que sentimos y lo que queremos, qué nos pasa en determinado momento frente a determinadas situaciones (corrupción, inseguridad, crisis económica) y, desde ahí, abordarnos con la habilidad de construir el engaño.
Existen cientos de encuestadoras que suministran este tipo de información, y muchas de ellas enseñan cómo elaboran sus análisis, alegando que los políticos no pueden sustraerse de estudiar sus valuaciones. Pareciera que todos son parte de ese grupo que pone en escena los comportamientos de los políticos de acuerdo a los sentimientos de la gente, con la intención de lograr hacer efectivo el engaño y que aquellos que nos traicionan vuelvan a ganar. Claro, ellos te dicen que, conociendo las necesidades y sentimientos más hondos de la gente, elaborarán los análisis con el fin supremo de que la política resuelva esos problemas que angustian tanto al ciudadano.
Muchas veces no tenemos ni tiempo ni ganas de analizar a los candidatos con independencia y con suficiente información que nos permita no ser defraudados. Tener en cuenta que ellos se dedican a eso, mientras nosotros tenemos que dedicarnos a vivir (sobrevivir) en esa Argentina que entre todos hacemos posible. El artilugio del engaño se perfecciona día a día; la experiencia y las nuevas tecnologías lo hacen posible. Cuando, en ese marco, llega alguien de afuera del sistema, parece en nosotros revivir algún tipo de esperanza, y como son tantos los fracasos acumulados, estamos dispuestos a sacrificarnos cuando vemos que otra cosa es posible.
Quien proviene desde fuera del forjado sistema político tradicional, quien parece que el poder no lo conmueve y que hace lo que dijo aunque esto no resulte grato, merece una consideración, una oportunidad. A quien no le interesa confrontar con el sistema (sindicatos, partidos tradicionales, organizaciones piqueteros, mafias empresariales), dado que solo lo motiva cumplir con las promesas electorales a costa de su propia continuidad en el poder, merece ser considerado, merece una oportunidad.
Quizás volvamos a ser engañados, ¿engañados nosotros, los argentinos que la sabemos todas?. Y si no, sería la última vez que eso suceda. Pero algo parece distinto a lo ya estacionado; algo nuevo parece estar gestándose, como si el país entrara en otra era, en otra forma de hacer política; quizás en una nueva y más sofisticada forma del engaño. Solo nos queda esperar y ver los resultados. Esos son los elementos que nos harán comprender si volvimos a ser engañados o si logramos esta vez, despertarnos de ese largo letargo.
Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor