Hombres y mujeres de la cultura, por favor, hagan un poco de silencio

Vivimos en un país marcado por la incertidumbre constante, donde los vaivenes políticos y la complejidad de nuestra historia generan procesos inconclusos y situaciones a medio resolver. La falta de continuidad en los proyectos, modificados o abandonados con cada cambio de gobierno, nos deja en una constante búsqueda de soluciones tangibles. Nos movemos sin proyectos viables, con normativas del pasado que obstaculizan nuestro desarrollo social y político, mientras el mundo avanza a pasos agigantados.

En este escenario, una oligarquía consolidada en medio de la incertidumbre ha mantenido su poder, perpetuando vicios que nos mantienen estancados y contribuyen a las estadísticas catastróficas de pobreza en nuestro país. Un 55% de la población vive en condiciones precarias, y el 15% se encuentra en una situación de extrema pobreza.


Este sector, compuesto por políticos, empresarios, sindicalistas y líderes piqueteros, se autodenomina defensor de la justicia y los derechos, pero la realidad muestra un incremento en su riqueza mientras la brecha con los más desfavorecidos se amplía. Son responsables de mantener el statu quo, resistiéndose a cualquier cambio que amenace sus privilegios.


Es necesario preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a superar este estancamiento que nos acerca al abismo? ¿Podemos enfrentar las contingencias sociales y los padecimientos económicos que implican transformaciones necesarias?

Observemos el caso del fondo fiduciario, una caja discrecional que representa el 2% del producto bruto del país, manejada sin control por algunos gobernadores, funcionarios de la comprara, y líderes piqueteros como Grabois. Este fondo, destinado a mejorar escuelas, hospitales y comedores, termina beneficiando a nuevos ricos que aprovechan su posición para enriquecerse de manera deshonesta.

Es crucial cuestionar a aquellos que, aferrados a los resortes del Estado, se benefician de prebendas y privilegios mientras el resto de la población sufre las consecuencias. La transparencia y el control son esenciales para evitar que los recursos destinados al bienestar colectivo caigan en manos de unos pocos.

Reflexiones sobre el Cambio de Rumbo en la Historia de Nuestro País

En última instancia, es imperativo un llamado a la reflexión y a la acción. Solo superando la inercia y exigiendo responsabilidad a nuestros líderes, podremos aspirar a un futuro más justo y equitativo para todos los ciudadanos.


Vivimos una época crucial, una era de transición que podría marcar un hito en la historia de nuestro país. Por primera vez, se vislumbra la posibilidad de torcer el rumbo de decadencia al que nos arrastraron quienes gobernaron hasta ahora. Aquellos que acompañan este cambio lo hacen conscientes de que ya no tienen nada más que perder, reconociendo que el camino anterior nos llevaba directo a la catástrofe. Ahora, el sacrificio parece tener sentido.


Si el gobierno de Milei logra reducir la inflación, el principal flagelo del país y el impuesto a la pobreza, según indican las estadísticas, y si el sistema cambiario se estabiliza con el Banco Central acumulando reservas y controlando el déficit fiscal, como aparenta estar sucediendo, nos encaminaremos hacia la etapa de la recuperación. Sin embargo, esta fase se verá obstaculizada si las reformas no se concretan, si las restricciones persisten y los privilegios no se eliminan de una vez por todas. El proceso quedará trunco, y la frustración será una tragedia ineludible.

Los bolsones de corrupción están en esas restricciones que tanto resisten los oligarcas del sistema. Cortar los lazos que permiten su existencia hará colapsar la estructura que nos condena al fracaso, construida sobre una narrativa falsa respaldada por derechos inexistentes y falsos sentimientos nacionales que nos atan a acuerdos corruptos con Venezuela y China, violando nuestra soberanía.


Estamos inmersos en una era de cambios profundos destinados a encaminar al país hacia un desarrollo similar al de nuestros vecinos. No abogamos por una construcción anárquica, sino por la destrucción de un sistema que, en medio del desorden y la anarquía, permite el descontrol, donde la corrupción y la falta de justicia reparadora pierden su valor en sociedades modernas.


Es imperativo que no se malgasten los escasos recursos del país. Mientras existan niños que no comen, familias sumidas en la miseria y barrios del conurbano sin cloacas ni calles transitables, los artistas deben comprender que el arte verdadero no se expone como un mero espectáculo. El verdadero arte es una construcción colectiva donde se expresan los sentimientos humanos, la concordia entre los seres humanos y el crecimiento espiritual de nuestra especie. El arte que algunos se atribuyen es caro y elitista, mientras que el arte del pueblo solo se alcanza cuando el pueblo puede comer y educarse como seres libres. Hombres y mujeres del arte, en este momento, hagamos un poco de silencio.

Osvaldo González Iglesias – Escritor – Editor

Tags

Compartir post