Decisiones Electorales: El Poder del Ciudadano para Transformar el Futuro de Argentina

Los argentinos estamos por elegir un nuevo presidente para conducir los destinos de nuestro país, y si bien muchos ciudadanos se esfuerzan por construirse un futuro, proyectar su vida al margen de la política, de los políticos y sus decisiones conscientes que de ellos y solo de ellos depende su destino, y por supuesto su familia, pero eso no es totalmente así.

Los resortes del gobierno, compuesto de un sin fin de organismos que deben articular las políticas públicas y ejecutar sus planes de gobierno son determinantes en cómo nosotros podemos llevar adelante un proyecto de vida. Estos organismos están conducidos por hombres que responden al presidente designado y responden a sus políticas. Esos hombres pueden hacernos la vida más fácil o obstaculizar cada esfuerzo que realizamos para transformarlo en un fracaso.

La economía, la educación, la salud, las leyes que regulan el funcionamiento de las reglas sociales, derechos y obligaciones, enmarcan nuestro accionar en todos los órdenes de la vida. La libertad es un elemento preciado para que un Estado no se atribuya derechos que los ciudadanos no le hemos concedido, por ejemplo, limitar nuestra circulación, regular nuestras finanzas, determinar cómo acceder a nuestros derechos.

La libertad que nos concede un sistema democrático viene acompañado de un Estado que debe garantizar no solo la libertad sino controlar que nuestros derechos no sean avasallados por el mismo Estado. Ahí estamos, el candidato que elijamos para presidir el país viene con un equipo de miles de hombres a ocupar cargos en donde cada uno de esos organismos, deben facilitar la vida de la gente y no obstaculizarla; en caso de que así suceda, el ciudadano tiene el derecho de apelar a la justicia y limitar esos derechos que los funcionarios suelen avasallar con más regularidad de lo tolerable.

Llega un momento en que los funcionarios se apropian de sus instituciones y aplican medidas que favorecen a sus amigos o a su mezquindad electoral, afectando más y más nuestros derechos. El hombre que elijamos para manejar los destinos de la nación es clave para que luego nosotros contemos con los instrumentos, las normas y las políticas que afirmen nuestra libertad y faciliten nuestro trabajo, nuestro estudio, nuestro entretenimiento, nuestra libertad a expresarnos sin ser tildados de enemigos o de anti pueblo.

El sistema democrático argentino presenta múltiples deficiencias, pero aún sigue siendo una forma de participación provechosa para que cada dos años podamos castigar a aquellos que nos han mentido y engañado, a aquellos que nos empobrecen o nos castigan con normas que pretenden restringir nuestro esfuerzo y mellan nuestro futuro.

Como nosotros llegamos hasta acá sin que nada haya cambiado, sino por el contrario, empeorado, la pobreza afecta a casi la mitad de la población, la marginalidad casi a un cuarto de los argentinos y casi el cuarenta por ciento de los niños y jóvenes. La inflación crece sin contención por malas políticas económicas, las restricciones impuestas al mercado y los controles de precio, la falta de dólares y la desmedida emisión monetaria devalúan la moneda llevándonos a que ya nada alcance cuando queremos comprar con pesos que cada vez mas se devalua sin contención.

Cuando, en lugar de crear condiciones para generar fuentes de trabajo, distribuimos bonos y subsidios para mantener a un gran sector de la población marginado a base de limosnas y manipulación política de un Estado quebrado que solo tiene pesos gracias a la máquina que fabrica billetes pero no los genera, mientras más pesos inundan el mercado gracias a las remesas distribuidas como limosnas con un fin electoralista, haciendo que la moneda al inundar el mercado valga día a día menos.

Un gobierno infectado por múltiples hechos de corrupción que no vale la pena describir aquí dado que nos llevaría mucho espacio. Una administración que espía a los ciudadanos que piensan distinto, como una forma de control político. Un gobierno que, a pesar de sus continuos fracasos económicos, se posiciona como si no gobernaran, desligándose del desastre que mencionamos más arriba. Un gobierno que cree que puede engañarnos inundando al electorado con promesas falsas y regalando plata, amenazando que si no lo votamos, esa plata ya no llegará, en lugar de proponer un plan político que nos muestre las soluciones, dado que son ellos quienes gobiernan y no se ve que fueran a ofrecer algo distinto a lo que ya están haciendo.

Qué ironía, los que nos llevaron a esta situación de miseria, corrupción y espionaje quieren que los votemos para que todo eso cambie, cuando son ellos los que lo han producido. Muy extraño. Si bien la participación de los ciudadanos es limitada a cada dos años, dado que no existen mecanismos de participación y control sobre los actos de gobierno, la decisión que tomemos el 19 es clave, dado que una vez que le damos el voto, o sea nuestra voluntad ciudadana, tendremos que esperar dos, cuatro u ocho años para cambiar el rumbo.

Por lo tanto, por más que nos sacrifiquemos, que le pongamos ganas a la necesidad de salir adelante a base de esfuerzo, estudio y sacrificio, si los que gobiernan aplican políticas que ya fracasaron, nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio caerá en saco roto y nuevamente la frustración nos hundirá en la angustia y el desconcierto, si siguen robando los recursos del Estado y organizando grupos de tareas para controlar la voluntad de los ciudadanos con fines extorsivos, si el engaño sigue en pie y la demagogia domina el escenario político, nuestro esfuerzo será en vano.

El 19 de noviembre depositamos en las urnas esa cuota de autoridad que debe emanar de nuestra reflexión, de nuestra experiencia y de nuestra proyección sobre qué futuro queremos para todos. No hay ideología posible que pueda obstaculizarlo.

Osvaldo Gonzalez Iglesias – Ecritor, Editor

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