La Argentina está sumergida en la incertidumbre. Un Ministro de Economía que no le encuentra la vuelta o no sabe o no quiere, ¿una estrategia electoral? Nos está sumergiendo en un pozo que no será fácil salir, en caso de que encontremos a la fuerza política u hombre, o mujer, al plan económico y político que sepa cómo hacerlo, cómo sacarnos a la superficie. Si algo han logrado con sus comportamientos es instalar la desazón, el desinterés, la bronca, al punto que no son pocos los que prefieren que se vaya todo al carajo para que una vez en el infierno se tome conciencia de que las cosas no deben seguir siendo como hasta ahora, que es momento de un viraje radical y profundo. Están los que votando a Milei quienes pretenden hacerse escuchar como quien rompe un vidrio de la ventana de un comercio, tira una molotov, o atropella a un inspector de tránsito, golpean, irrumpen con tanta fuerza que nadie puede dejar de prestar atención al mensaje y no ver hacia las profundidades de esos comportamientos, en la profundidad de la psiquis de un pueblo, de cientos de miles de jóvenes que insultan a la maestra con la intención de que los padres presten atención en ellos.
Esto, por supuesto, se debe a años de incomprensión, de abandono, en donde pareciera que los políticos que han conducido los destinos de este país por años, se mueven en otra dinámica, hacia otra dirección, con sus oídos tapados y sus vistas vendadas por la impericia, la soberbia o simplemente la mala leche, como suele decirse en las formas más coloquiales. Milei es el vidrio roto, el daño sin consecuencias (por ahora) para que el mensaje se haga escuchar y sean capaces, aunque más no sea una sola vez, de mirar hacia abajo, donde millones de personas trabajan, luchan, sobreviven porque aún les queda su fuerza, su energía, sus ilusiones intactas.
Cuando lo que reacciona es el corazón, los sentimientos, la impetuosa voluntad sobre la razón, significa que hay mucho adentro de la psiquis humana acumulado, la razón parece fría y hasta ahora infructuosa, el respeto a la ley, la obediencia, el disciplinamiento parecen ser ahora un recurso pobre para lograr resolver los problemas, cuando vemos cómo ellos son impunes, actúan con soberbia sintiéndose con derechos no cedidos por nadie, la ley se acomoda, es elástica, flexible (de eso sabe mucho la señora monarca), años en donde las normas y las leyes se fueron acomodando permitiendo beneficiar a tantos otros sin que la justicia llegue, a tiempo y ejemplificadora. ¿Qué más quieren de nosotros, pacíficos ciudadanos que vemos cómo nos empobrecemos, cómo a nuestro alrededor la gente se desespera por poder armar una comida, cómo los niños crecen junto con sus demandas, cómo la desesperación de los padres parece ya no tener un techo? Nuestra psiquis no es inmune, nuestra resistencia tiene el límite que le impone nuestras posibilidades, esa voluntad que no arranca, esa angustia por la mañana que nos impide tomar impulso para afrontar un nuevo día.
“Que se vaya todo al carajo”, esa es la respuesta que permite descargar la energía que acumulamos y que nos es difícil contener. “Que se vaya todo al carajo” es un grito de desesperación que nos abarca a todos, los más o menos pobres, porque pobres somos todos. Todos padecemos restricciones a nuestros derechos, a nuestras libertades, a nuestra dignidad. Todos somos pobres, carecemos de un estado que nos considere, una sociedad que nos contemple, un destino que nos abra las puertas, que nos permita avanzar hacia adelante, hacia el frente.
Milei es el vidrio roto, pero no quien lo vaya a reparar. Carece de volumen, de propuestas viables, de seriedad. Abunda en sus filas la soberbia de quien supone que los argentinos somos un pueblo fácil de manejar, sobreestiman su capacidad, se creen una élite, impolutos como para realizar acuerdos que permitan avanzar hacia los cambios que el país necesita, tienen cierto desprecio por las formas institucionales. Es otra forma de ver; el kirchnerismo dinamitó nuestras instituciones y prostituyó nuestros valores, instaló falsas antinomias y construyó un discurso engañoso para sostener en la calle grupos de gritones que imponen su voluntad contra las mayorías silenciosas. Milei, si gente abordara el estado desde otro ángulo, tanto o más destructivo que el realizado por este gobierno. Ni derecha ni izquierda, concepciones de gobernabilidad peligrosas. No siempre el mercado tiene razón, no siempre el libre juego de la oferta y la demanda nos llevará a mejorar nuestra situación. Si bien es una arista a desarrollar, amputada hasta ahora, un estado moderno eficiente es imprescindible para regular los poderes. Si bien estoy de acuerdo con el mérito y el esfuerzo, hoy, dada nuestra situación social y económica, no todos cuentan con las mismas herramientas, no todos parten del mismo lugar. Un argentino vale tanto como otro argentino, desde la Quiaca hasta Tierra del Fuego. No vale todo, no es lo mismo todo. “Que se vaya todo al carajo” es la peor opción. El vidrio roto se ve, se percibió su estallido, nos conmueve dado que por ahí penetró la brisa de estos días helados, pero ¿quién llama al reparador? ¿Quién tiene al mejor para que la ventana sea recompuesta, la economía revitalizada? ¿Quién acabará con la pobreza, con la inseguridad? ¿Quién nos dará libertad para ser seres humanos que quieren vivir con, por lo menos, algunos chispazos de felicidad? Nuestra psiquis está estallada, ¿iremos por más vidrios rotos o nos remangaremos todos para reparar tantas heridas?
Osvaldo González Iglesias – Editor