Inusual Designación de Eugenio Zaffaroni por el Vaticano: ¿Casualidad o Estrategia Política?

Resulta sorprendente que, en medio de la campaña electoral, el Papa Bergoglio haya incorporado a su equipo a Eugenio Zaffaroni, un conocido exponente del cristinismo en el ámbito legal y una figura destacada en el entorno del chavismo jurídico. El cambio de rol de Zaffaroni, de juez de la Corte a asesor de Cristina Fernández de Kirchner, y su nuevo estatus dentro de la Iglesia, ha generado controversia y especulaciones sobre su papel como vocero jurídico informal del Papa ante propuestas políticas que desagraden a Bergoglio.

En esta nueva función, se espera que Zaffaroni se involucre en cuestiones relacionadas con derechos sociales y colonialismo, y actúe como un portavoz en temas sensibles, como seguridad, limitación de protestas, privatizaciones y casos de corrupción. El Papa también ha nombrado a Roberto Gallardo, un juez kirchnerista, para presidir un comité de jueces en Roma. Este movimiento parece otorgarle a Zaffaroni un estatus relevante, aunque más adelante se explorará por qué el Papa ha tomado esta decisión.

A pesar de su carrera inicialmente respetada como juez y su contribución al derecho penal, Zaffaroni ha perdido seriedad al adoptar teorías abolicionistas, que cuestionan la aplicación y cumplimiento de penas a los delincuentes. A pesar de su desprestigio, Bergoglio lo ha incluido en un selecto grupo de argentinos que lo rodean, junto a figuras como Juan Grabois. Esta decisión refuerza el discurso de Zaffaroni contra el “lawfare”, que implica la manipulación de la Justicia para perseguir líderes progresistas.

Aunque Bergoglio critica la manipulación de la Justicia, sus acciones podrían ser interpretadas como una estrategia política interna para afianzar su posición. A través de estas designaciones, el Papa parece estar alineándose con figuras del kirchnerismo y dejando claro su apoyo a ciertas posturas políticas. En última instancia, la inclusión de Zaffaroni y Gallardo en su equipo no parece estar dirigida a mejorar la Iglesia o su doctrina, sino a fortalecer su juego político interno.

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