La corrupción va más allá de las condiciones sociales y económicas de los ciudadanos, atenta contra la vida misma de la sociedad. Hoy vive una profunda crisis institucional, económica y de valores, que afecta la convivencia equitativa entre los seres humanos, empobreciendo a los mas rezagados y beneficiando a una casta de privilegiados.
Los controles regulatorios se convierten en focos evidentes y comprobables de corrupción. Cada vez que se requiere la firma de un funcionario para habilitar una obra, una transacción, un subsidio o una autorización, la corrupción encuentra su lugar. La falta de cumplimiento intencional de los controles establecidos por el Estado también es un foco de corrupción.
La distribución de millones de subsidios sin control y discrecional por parte de los funcionarios genera un bolsón de privilegios que consolida el poder de una élite social. Este poder se utiliza para manipular a las personas que, arrastradas por la pobreza, se subordinan a los proyectos políticos de estos grupos. Esto perpetúa el ciclo de pobreza y permite que se enriquezcan a costa de la miseria ajena.
El Estado alimenta estas estructuras corruptas con el fin de contar con masas de pobres que puedan ser utilizadas en movilizaciones políticas. Los aplaudidores se vuelven imprescindibles para mantener la ilusión de que el pueblo está de acuerdo con estas conducciones humillantes.
Esta estructura de privilegios y corrupción se consolida y se convierte en un poder corporativo con capacidad de daño, tanto en movilizaciones como en reacciones violentas. El objetivo es preservar los privilegios a cualquier costo y desacreditar cualquier intento de desmantelar estos bolsillos de corrupción.
Estas prácticas de corrupción generan más pobreza, obstaculizan la generación de empleo, frenan la inversión en infraestructura educativa, impiden mejorar los sistemas de seguridad y perpetúan la exclusión social. La lucha entre izquierda y derecha ha perdido su verdadero sentido, ya que ambos lados han abusado de los términos que históricamente representaban.
El poder no está oculto en las sombras, sino en los rostros de aquellos que nos mienten y se lucran a través del poder que ostentan. La derecha es la que esta hoy en el poder, es la que mantener privilegios a costa del sufrimiento de miles de personas, que son arrastradas a rendir culto a quienes se han enriquecido a expensas de su propia miseria.
La corrupción estructural en Argentina no solo genera más pobreza, sino que también priva a la sociedad de la generación de empleo, la inversión en infraestructura educativa y la mejora de los sistemas de seguridad. Es fundamental desarticular estos bolsillos de corrupción para avanzar hacia una sociedad más justa, en la que los derechos de todos los ciudadanos sean reconocidos y su dignidad sea recuperada.
Los pueblos asumen la cultura que predomina en un contexto histórico determinado de un país cuyos gobiernos institucionaliza, la corrupción a sido el núcleo conceptual que ha movilizado las principales acciones de este gobierno, un replanteo de los hábitos de convivencia entre los ciudadanos y sus instituciones, sus estructuras e instrumentos, es urgente para recuperar y proyectar nuevos valores que prioricen la transparencia y la honestidad en todos los actos, no solo del gobierno, sino de los ciudadanos que deben ser con su comportamiento quienes reconstruyan los valores que han sido degradado por años de corrupción.
Osvaldo Gonzalez Iglesias – Editor