“Actuar juntos de forma sostenible”. Este es el lema de las consultas gubernamentales germano-chinas, para las que el primer ministro chino, Li Qiang, llegó a Berlín este lunes con gran parte de su gabinete. En lo que se refiere a los puntos en común, parecen reducirse cada vez más entre Pekín y Berlín. Esto quedó patente en la reunión más reciente entre un miembro del gabinete alemán y un representante del gobierno chino: el encuentro entre el ministro de Defensa germano, Boris Pistorius, y su homólogo Li Shangfu, al margen de una conferencia sobre seguridad celebrada en Singapur. El tema fue un programa de entrenamiento de las fuerzas aéreas chinas que se había dado a conocer, en el que participaban antiguos pilotos de caza alemanes. En palabras muy claras, Pistorius exigió “que se ponga fin inmediatamente a esta práctica”. Thorsten Benner, del think tank berlinés Instituto Alemán de Políticas Públicas, GPPI, ve en el incidente “una indicación de que tenemos que estar muy atentos. Porque Pekín aprovecha cualquier oportunidad para acceder a tecnologías o capacidades críticas; para fortalecer su propia base industrial y militar”.
Crece el potencial de conflicto
Ya sea la salida de tecnología de Alemania a China, la insistencia de Pekín en mantener su “amistad sólida como una roca” con Moscú a pesar de la invasión rusa de Ucrania, las crecientes tensiones en el estrecho de Taiwán, la represión de la minoría uigur en China: el combustible para el conflicto es cada vez mayor. Y se intensifica aún más por la rivalidad geopolítica de la gran potencia emergente con Estados Unidos.
Al mismo tiempo, China sigue siendo el socio comercial más importante de Alemania, por séptima vez consecutiva. En 2022, el intercambio de mercancías ascendió a algo menos de 300.000 millones de euros, con un enorme déficit comercial por parte alemana, de más de 80.000 millones de euros.
Por tanto, las relaciones no solo son significativas, sino también complejas. Toda la naturaleza contradictoria de las relaciones germano-chinas puede verse en el hecho de que los documentos oficiales se refieren a China como socio, competidor y rival estratégico al mismo tiempo. En el pasado, Berlín había hecho hincapié en el aspecto de asociación. Las consultas gubernamentales, que existen desde 2011, dan fe de ello: este diálogo gubernamental de alto nivel solo se lleva a cabo con socios especialmente cercanos. En 2014, las relaciones germano-chinas se elevaron incluso al rango de “asociación estratégica integral”. Pero desde entonces, el tono ha cambiado, tanto en Berlín como en otras capitales europeas. El peso de las relaciones se ha desplazado claramente hacia la rivalidad estratégica.
¿Negocios como siempre?
Esto también repercutirá en la séptima ronda de consultas gubernamentales, espera Barbara Pongratz, del grupo de reflexión sobre China Merics, con sede en Berlín. “El Gobierno alemán quiere decir adiós al business as usual“, afirma la experta en relaciones germano-chinas. “Hay señales de que las consultas gubernamentales no irán acompañadas de grandes puestas en escena y tampoco de la firma de grandes contratos comerciales”.
El canciller Scholz preside las consultas gubernamentales. Esto puede crear un tono amistoso a pesar de la dureza del asunto. El politólogo berlinés Eberhard Sandschneider tiene pocas expectativas de resultados tangibles. Para él, lo más importante es que se celebren consultas, después de tres años sin encuentros personales a gran escala. “Estoy de acuerdo con los colegas chinos con los que hablo: es urgente que vuelvan a reunirse. Y no solo en las sesiones oficiales de la conferencia, sino también en las famosas pausas para el café, para intercambiar una palabra personal entre ellos. Eso cambia el ambiente. Y quizá haga posible la “acción sostenible conjunta”, al menos en algunos puntos.
(gg/ers)