[Coalición electoral o de gobierno]
El escenario pos-electoral abre el interrogante sobre si la actual gestión responde a una coalición electoral en disputa o a un modelo de coalición consolidado de gobierno. En ese marco, a diferencia de los sistemas parlamentarios europeos que son más permeables a las coaliciones de largo plazo, siendo el mismo sistema el ordenador entre las distintas fuerzas y partidos que componen tal coalición, en Argentina se parte de un modelo presidencialista que requiere de un liderazgo fáctico y carismático en la primer magistratura.
En lo que refiere al gobierno del Frente de Todos, la crisis interna no logró conformar un modelo de gobernanza dentro del ámbito gubernamental ni tampoco instalar una hegemonía entre otros actores de la sociedad civil como los gremios, las organizaciones sociales o el sector del empresariado nacional, siendo la base central de sustentación de los gobiernos peronistas.
Otro análisis refiere a las contradicciones del sentido de la política económica, como los cuestionamientos dentro de la misma coalición a los ministros de Producción (Matías Kulfas) y de Economía (Martín Guzmán) por su propuesta monetarista anclada en el ajuste fiscal. Lo mismo ocurre en materia de seguridad, con las pujas entre la exministra de Seguridad de la Nación (Sabrina Frederic) y el de la provincia de Buenos Aires (Sergio Berni) por sus enfoques en torno a la gestión en el abordaje del delito y la seguridad ciudadana.
Desde el inicio de la gestión, la presente coalición mostró cómo la correlación interna de fuerzas no resuelta marcaría avances y retrocesos en materia de políticas públicas,aspecto visibilizado en mayor medida en la opinión pública luego de los resultados en las Primarias Abiertas Simultaneas y Obligatorias (PASO), sumada a la crisis socio-sanitaria que obligó a orientar toda la atención hacia un sistema de salud profundamente desmantelado desde la gestión anterior.
(Voto bronca]
Muchos analistas partimos de visibilizar el voto rechazo de un sector importante de la población que en el 2019 votó al oficialismo y, en esta coyuntura, no asisitó a votar o le dio la espalda al oficialismo eligiendo otras opciones. Así, como una dimensión central aparece la situación socio- económica, signada por el sucesivo aumento de precios en sectores con empleos formales en los que la dinámica de salarios fue por debajo de los índices inflacionarios.
Según la canasta básica del INDEC, en agosto una familia de cuatro integrantes necesito $68.359 para superar el umbral de la pobreza. La inflación aparece como aspecto estructural de una economía concentrada, dependiente de los insumos importados para nuestra matriz productiva, donde los precios internacionales marcan el compas y se trasladan automáticamente a los del mercado interno, aspecto que obligó al gobierno, por ejemplo, a poner un cepo temporario a las exportaciones de carne, para poder bajar el precio local. Es aquí donde el Estado debe institucionalizar la creación de organismos que diseñen políticas públicas duales para generar equilibrios en los precios hacia el mercado interno en toda la cadena de valor y distribución, evitando las remarcaciones en coyunturas con distintos tipos de cambios y variables al alza.
El voto rechazo se profundizó en aquellos sectores de la población que perdieron su trabajo por la pandemia, la gran cantidad de comercios que bajaron sus persianas al no poder afrontar los costos fijos como el alquiler o servicios sin ingreso de ganancias y los cuentapropistas que sobreviven con el ingreso diario.
En menor medida, otro obstáculo para construir hegemonía en el oficialismo fueron las estrategias discursivas de los extremos del espectro político, tanto por la performance electoral de los grupos de izquierda (esto se observa en su avance en algunos sectores del sindicalismo), como desde el liberalismo con sus discursos de “libertad” coartada por la pandemia, mismo discurso fue utilizado por el sector más radicalizado de Juntos siendo la única coalición ganadora de la última contienda electoral.
[Adiós a “las viejas internas” ]
Otra crítica que se recrea en el imaginario político refiere a la falta de conformación de ofertas electorales diversas, dado que en muy pocos distritos se habilitaron listas internas del Frente de todos. Este aspecto es central no solo como mensaje hacia el electorado independiente, mostrando mayores márgenes democráticos, sino como una demostración de concentración de poder de los dirigentes principales de la coalición gobernantes hacia las bases. Así, sin debate interno territorial, se profundiza la crisis de hegemonía de otros actores normalmente politizados como son los gremios, los movimientos sociales, etc.
La presente estrategia dejó a muchos sectores que responden al oficialismo fuera de la oferta electoral y la disputa de poder. Cabe aclarar que la falta de oficialización de listas internas no solo se dio en esta coyuntura electoral, sino también en otros escenarios como en el 2019 y que es un déficit de gran parte de las fuerzas políticas y no solo de la presente coalición gobernante.
[“La política como espectáculo”]
Otro aspecto fue la falta de debate de ideas y plataformas en todas las fuerzas -no solo en el oficialismo-, un fenómeno que, aunque fue creciente en las sucesivas campañas legislativas, en esta última alcanzó su mayor banalización, donde los pre-candidatos a legisladores se mostraban como un producto no ya del marketing sino como un show de discursos carentes de propuesta. Una campaña donde el placer, el goce y el consumo de drogas es diferencial por el nivel socio-económico. Estos discursos sin contenido propositivo en el diseño de una agenda legislativa incentivan el “que se vayan todos” y el odio a la política, olvidando su única escencia que es la de ser capaz de transformar la realidad de las grandes mayorías de la población.
[Los límites del bio-poder]
Gobernar un Estado federal implica fortalecer el liderazgo a nivel nacional, tarea que se dificulta no solo en la actual gestión sino que, más allá del color político, cuando los gobiernos son como composición porteña donde carecen de influencia en la opinión pública nacional, esto habilita que cada gobernador plantee propuestas parceladas sin prestar atención a un diseño federal para fortalecer las capacidades nacionales. Esto se visualiza en los discursos del exgobernador de Mendoza, queriendo emancipar su provincia del Estado federal o en el modelo de “Peronismo cordobés” que es presentado por Juan Schiaretti.
La presente lectura se evidencia en la actual designación de Juan Manzur (gobernador de Tucumán) en la Jefatura de Gabinete de Ministros, queriendo dotar de territorialidad al esquema de gobierno. Mismo razonamiento se utilizó al designar a dos intendentes ganadores en puestos claves del gobierno provincial. Si bien el presidente Alberto Fernández planteaba desde lo discursivo que gobernaba con todos los gobernadores, en aspectos fácticos eso solo se logró al inicio de la cuarentena dado que luego orientó gran parte del accionar estatal al conurbano de Buenos Aires y, esencialmente, en la tercera sección electoral: la más densamente poblada y de extracción/tradición afín al Peronismo.
Director de Consultora ConPerspectiva
Sociologo