El desastre humanitario en el que se encuentra Sudán sigue su espiral de profundización y la tragedia no tiene un final a la vista. “Estamos en peligro de encaminarnos a una hambruna”, dice a DW la cofundadora del centro sudanés de investigación Estanad, Muzan Alneel. La experta dice que los recursos alimentarios del país empiezan a escasear debido a que no se han sembrado los campos como consecuencia del conflicto que azota al país desde mediados de abril.
Ese mes comenzaron violentos enfrentamientos entre las fuerzas armadas sudanesas, lideradas por el general Abdel Fattah al Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), bajo el comando del general Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemeti. El conflicto es una lucha de poder entre dos generales con ambiciones, y también sobre la renuencia de las FAR a integrarse en el ejército regular.
Los enfrentamientos, que siguen en curso pese a numerosas treguas, prácticamente paralizaron la economía sudanesa. Además, una inflación por las nubes, un sistema financiero colapsado y escasez de agua, comida, electricidad, medicinas y personal de salud exacerbaron la situación al punto de volverse insostenible para la población.
Según el Ministerio de Salud de Sudán, los combates han provocado 800 muertos y al menos 6.000 heridos hasta la fecha. Sin embargo, es probable que haya que multiplicar esa cifra debido a que muchas bajas sencillamente no se reportan. Innumerables cuerpos siguen sin recoger y sin contar en las calles.
“Guerra de desgaste”
“Nuestro barrio es como una ciudad fantasma”, comenta a DW el investigador de la Universidad Nacional de Sudán, Yasir Zeidan, quien logró salir del país en barco vía Puerto Sudán y ahora vive en el exilio en Arabia Saudita. Zeidan cuenta que un vecino que decidió quedarse le contó esta semana que “los paramilitares saquearon todo el barrio” y también “irrumpieron” en su casa. Los soldados buscaban dinero u oro, además de llaves de vehículos. “Tomaron automóviles para transportar armas y hombres”, explica. Su propio automóvil fue alcanzado por una bala, pero sigue estacionado fuera de su casa.
“En los últimos dos meses, la lucha por el poder se volvió desesperante”, señala a DW la investigadora del think tank alemán GIGA, Hager Ali. “Los combates en Jartum no se van a decidir solo por las armas y no hay espacio para una victoria decisiva”, precisa. Esta visión de las cosas es apoyada por Theodore Murphy, director del Programa para África del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Esta guerra se ha convertido en una guerra de desgaste, donde el resultado se determinará por el apoyo que reciban los bandos”, explica.
“Ese apoyo puede ser externo, en forma de dinero y armas por parte de socios regionales, pero también puede ser interno”, prosigue, pues el respaldo de grupos tribales es también relevante en este contexto. “Esto da nuevos bríos a conflictos locales por motivos étnicos preexistentes, como ocurre en Darfur”.
Darfur, campo de batalla otra vez
No es la primera vez que las diferencias étnicas en la región occidental de Darfur (donde una parte de la población se identifica como árabe y la otra como africana) alimenta un choque violento entre facciones. Entre 2003 y 2005, la división árabe-africana fue la razón por la que se cometieron toda clase de crímenes contra la humanidad con alrededor de 200.000 civiles muertos, lo que derivó en una condena en ausencia contra el entonces presidente Omar al Bashir y su milicia Janjaweed por parte de la Corte Penal Internacional. La Janjaweed posteriormente se convertiría en las Fuerzas de Apoyo Rápido.
“En el conflicto actual, cuando se le pidió al grupo africano que se pusiera del lado del rival de las FAR, el ejército sudanés lo hizo como una forma de vengarse de la violencia ejercida por los árabes de Darfur”, explica Murphy. Entretanto, Darfur se ha convertido en la segunda zona donde más combates se han registrado, después de Jartum.
“Llevar la lucha a Darfur le da a las FAR la ventaja de combatir en casa, porque sus tácticas de merodear, saquear y quemar estructuras funciona mejor allí que en un entorno como el de Jartum, donde las fuerzas regulares tienen una ligera ventaja”, dice Hager Ali. En su opinión, los paramilitares están especializados como tropa móvil terrestre y para ellos el campo de batalla de Jartum es desconocido. Muchos ni siquiera habían estado en la capital antes del conflicto.
Breve alto al fuego
El viernes 9 de junio se alcanzó el octavo acuerdo de cese al fuego entre las partes. Se extendió por solo 24 horas, aunque esta vez al menos sí se detuvieron los combates en ese lapso. Mientras, uno de los negociadores clave, el enviado de ONU, Volker Perthes, fue declarado “persona non grata” el jueves en la noche por el general Al Burhan, el jefe del ejército. Antes, había acusado a Perthes de haber tomado partido en el conflicto.
Por su parte, el Ministerio de Exteriores de Alemania dijo en Berlín el viernes que la comunidad internacional “sigue apoyando a Perthes y sus esfuerzos”. Perthes continuará su trabajo desde Kenia.
(dzc/rr)
DW