La victoria del Partido Republicano liderado por José Antonio Kast en las elecciones del consejo constitucional de Chile marca un giro hacia la derecha radical en un país que había sido reconocido como líder del movimiento anti-neoliberal en la región. A pesar de que en octubre de 2020 la ciudadanía había decidido por amplia mayoría la necesidad de una nueva Constitución, los grupos que se opusieron al proceso constituyente y que ahora tienen mayoría en el consejo serán los responsables de redactarla. Esto significa un retroceso en la lucha contra la desigualdad y la perpetuación de las estructuras neoliberales erigidas por el régimen de Pinochet.
Los políticos chilenos se han subido a la ola de radicalización que ha tomado a América Latina en los últimos años, y Kast ha surgido como un vencedor aparentemente improbable en este contexto. La victoria de Gabriel Boric en las elecciones presidenciales de diciembre de 2021 también era considerada improbable, pero su gobierno se ha enfrentado a problemas que superan sus ambiciones programáticas, lo que ha resultado en una popularidad de solo el 25%. La nueva Constitución se vio interpretada como una extensión de su gobierno, y cuando los chilenos salieron a votar para aprobar o rechazar el texto constitucional, también salieron a demostrar su insatisfacción con la actual administración.
La Convención Constitucional falló al alejarse de las demandas económicas y sociales que originaron el estallido social, poniendo todo el énfasis en temas progresistas innovadores, promoviendo un abordaje académico y enzarzándose en disputas internas e identitarias. Esto ha permitido que los grupos de extrema derecha que defienden las estructuras neoliberales y que mantienen el status quo durante décadas, tomen el poder en la redacción de la nueva Constitución de Chile.
Boric también ha sufrido en su mandato justamente por no haber sido – hasta el momento – capaz de hacer frente a la precariedad económica que asola al país. En 2022, su primer año como presidente, la economía chilena experimentó una desaceleración económica más pronunciada que la observada en los países de la región y las proyecciones para 2023 no son muy alentadoras.
Frente a ese escenario, la extrema derecha – muy versada en tácticas populistas que han conquistado espacio a nivel mundial en tiempos recientes – ha apelado a las necesidades de la gente que sufre las consecuencias de una economía en declive.
La estrategia queda clara en el tuit de Kast luego de la victoria de su partido en las elecciones de candidatos constituyentes del último domingo. “Los Republicanos no tenemos nada que celebrar, porque nuestro país no está bien y hay demasiado trabajo por hacer. Pero hay esperanza”, escribió. Kast demuestra que la ira de la gente es justificada y se pone a sí mismo y a los suyos como la solución.
Con la derrota de la vanguardista Convención Constitucional, Chile se ha convertido en un experimento político desconcertante. El proceso constituyente sirvió de banco de pruebas para potenciales procesos constituyentes de ese tipo alrededor del mundo, que deberán aprender de los múltiples errores cometidos y rescatar algunos de los aciertos, que sin duda los hubo.
Chile tendrá una nueva Constitución, que fue la salida que la clase política encontró para canalizar el malestar de un estallido social masivo y violento que sacudió los cimientos de la sociedad chilena. La derecha tendrá todo el protagonismo en la redacción del segundo intento mientras que la izquierda debe hacer autocrítica para aprender de sus errores.
Ahora todo el espectro político tendrá que trabajar para conseguir un texto constitucional en el que quepan todos y que pueda ser redactado y aprobado este mismo año y que consiga inaugurar una nueva etapa en la democracia chilena. Pero con este resultado tan escorado a la derecha, no será fácil.