¿Cuáles son los miedos más habituales del ser humano? El miedo es una emoción de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. Se trata de una reacción fisiológica y psicológica desencadenada por un estímulo amenazador. Sin embargo, también podemos desarrollar miedos (o fobias) ante motivaciones no peligrosas. En este sentido, hay miedos más «irracionales» que otros.
Por otro lado, la realidad es que nuestra genética está programada para sentir miedo. Y es que el ADN contiene datos que nos hacen emitir respuestas de miedo ante potenciales depredadores y ante situaciones que pueden poner en riesgo nuestra vida.
En este artículo, hablaremos de miedos psicológicos. Temores relacionados con el dolor, la soledad y el fracaso, entre otros. Si quieres conocer qué nos da más miedo y por qué, ¡sigue leyendo!
Miedos más habituales
Está claro que todos tenemos miedo a algo, pero hay algunos más habituales que otros. Temores que forman parte de nuestra esencia como seres humanos, porque aunque todos tenemos un cerebro racional, la irracionalidad también está presente en nuestra psique, y de ella muchas veces se alimentan los miedos.
¿Qué nos da pavor? ¿Son miedos universales? ¿Por qué existen estos miedos? Reflexionamos sobre esto.
1. Miedo a la soledad
El miedo a la soledad es uno de los más frecuentes. Como seres sociales que somos, buscamos el contacto con las personas, la compañía, el afecto. No obstante, eso no quiere decir que no nos guste también estar solos.
Si bien hay personas que lo prefieren, lo cierto es que la mayoría de nosotros quiere tener a personas a su lado, aunque no sea de forma constante. Por ello, uno de los miedos más profundos del ser humano es el temor a estar solo.
Nos da miedo la soledad, muchas veces porque tememos ese diálogo con nosotros mismos. En cierta manera, nos cuesta aceptarnos en nuestra totalidad y cuando estamos solos, no tenemos más remedio que hacer frente a todo aquello que llevamos dentro. Y eso nos asusta.
De manera curiosa, para el miedo a la soledad no hay remedio más eficaz que estar solo, al menos un tiempo. Y es que nos sorprendería lo mucho que podemos aprender de nuestra propia experiencia en solitario.
«La peor soledad es estar con alguien y, sin embargo, sentirte solo».
-Anónimo-
¿Cómo afrontar el miedo a la soledad?
Una manera de afrontar este miedo es reducir el sentimiento de soledad o las probabilidades de que ella se presente. A continuación, te daremos cuatro estrategias para conseguirlo. Para ello, nos basaremos en los resultados de un metaanálisis de la revista Personality and social psychology review que tuvo como objetivo identificar las mejores intervenciones para reducir la soledad.
- Mejora tus habilidades sociales: estas habilidades te ayudarán a interactuar con los demás, a comunicar tus deseos e ideas y a resolver conflictos interpersonales. En pocas palabras, te permitirán integrarte a la vida social de manera efectiva. Para potenciarlas te recomendamos ser asertivo, practicar la escucha activa, ser empático, formar parte de grupos sociales y mejorar tu lenguaje no verbal.
- Incrementa tu apoyo social: otra manera de reducir el miedo a la soledad es tener una red amplia de apoyo. En este contexto, entendemos el apoyo social como la asistencia, los recursos y el apoyo, emocional o físico, que una persona recibe de sus principales redes sociales. Hay varias cosas que puedes hacer para mejorarlo, pero la principal es fortalecer tus relaciones familiares y sociales (amigos, compañeros de trabajo, pareja romántica…).
- Aumenta tus oportunidades de contacto social: integrarte en nuevos espacios sociales, donde puedas tener contacto con otras personas es fundamental para afrontar el miedo a la soledad. Para ello, asiste a grupos comunitarios que compartan tus intereses personales, por ejemplo, un grupo de lectura o un voluntariado. La idea es que participes en actividades que te permitan tener una mayor conexión social.
- Disminuye las cogniciones sociales desadaptativas: La cognición social es un conjunto de procesos mentales que te permiten, entre otras cosas, percibir, interpretar y responder ante las conductas de las otras personas. Por lo general, son desadaptativas cuando generan pensamientos o creencias distorsionadas sobre los demás y sobre ti. La mejor forma de atenuar su impacto es reflexionar sobre las ideas irracionales que tienes de los demás y reemplazarlas por otras más coherentes con la realidad.
A modo de resumen, la forma más eficaz de reducir el miedo a la soledad es modificar las creencias irracionales que se tiene sobre nosotros y los demás (cognición social), ya que estas tienden a recrudecerse cada vez más. En paralelo a todo ello, es preciso asistir a espacios de integración social para fomentar la conexión con otras personas.
2. Miedo a la muerte
Otro de los miedos más habituales es el temor a la muerte. Esto es así porque es algo desconocido para nosotros. No se sabe a ciencia exacta qué hay detrás de la muerte. Por mucho que exista la fe, las creencias, la religión, etc., nadie conoce qué ocurre después de morir.
¿Y si no hay nada? La nada, al igual que la muerte, nos atemoriza. Además, a veces la muerte lleva intrínseco el sufrimiento y el dolor (aunque no siempre), elementos que también forman parte de nosotros (como veremos a continuación).
El miedo a la muerte es algo natural y es común que la convirtamos en un tabú. Sin embargo, es positivo hablar con normalidad de ella porque forma parte de la vida. Esto nos ayudará a entenderla como una etapa más, sin la cual no existiría el propio acto de nacer.
Este tema es muy importante en los niños, ya que suelen crecer con cierto temor a la muerte, muchas veces derivado de las actitudes y conductas de los adultos hacia ella. Normalicemos la muerte al aceptarla como un motivador para disfrutar la vida a cada instante.
Lee: Cuando el miedo a la muerte no nos deja vivir
¿Cómo afrontar el miedo a la muerte?
Cuando el miedo a la muerte se torna irracional, vivir se vuelve insoportable. Debido a que la muerte acecha en todo momento, el temor a morir impide el disfrute pleno de la existencia. Ante un modo de vida como este, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo disminuir el miedo a la muerte? A continuación, te ofrecemos algunas estrategias tomadas de la literatura científica.
- Practica mindfulness: la atención plena te ayudará a desarrollar la aceptación incondicional de las contingencias inevitables de la vida, como la muerte, así lo indica un estudio del 2019 publicado en Religions. Además, en esta misma investigación, se halló que practicar la atención plena sobre la muerte propicia la aparición de actitudes prosociales y aumenta el enfoque en el valor intrínseco de la vida.
- Refuerza tus relaciones interpersonales: la conexión con otras personas atenúa dicho temor, ya que proporciona un sentido de cercanía y pertenencia. La muerte es menos aterradora cuando cuentas con el respaldo o la compañía de alguien más. En una publicación del 2022 de Innovation in Aging, los investigadores señalaron que el apoyo social reduce el miedo a morir y el afrontamiento, enfocado en la dimensión espiritual, se relaciona con una menor evitación de la muerte.
- Vive una vida con sentido: tener una vida con sentido y propósito hace que el temor a fallecer descienda. En una población de adultos mayores, se observó que existe una correlación negativa entre el sentido de la vida y el miedo a la muerte. Esto quiere decir que, cuanto más elevado es el sentimiento de una vida con significado, más bajo es el temor a morir.
- Habla sobre tu miedo: la mejor manera de superar un miedo es enfrentarlo. En el caso de la muerte, tan solo tienes que hablar de ella con tus amigos, familiares o terapeuta. Expresar lo que sientes, antes del momento final, te permitirá reducir los niveles de temor. En otra investigación de la revista Innovation in Aging, los expertos mostraron que hablar sobre la muerte alivia el miedo que se le tiene.
La muerte es ineludible, pero el miedo ante ella es evitable. En ocasiones, basta con tener un significado en la vida o con sentir que se ha existido de forma auténtica. No hay mayor lamento ante la muerte que descubrir que se ha terminado el tiempo y no se ha vivido de verdad.
«Morir es conmovedoramente amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido, es insoportable»
-Erich Fromm-
3. Miedo al dolor y a sufrir
El sufrimiento es otro elemento que experimentamos de forma intensa. De hecho, este miedo profundo se encuentra en la base de algunos desórdenes psicológicos.
Por ejemplo, en el trastorno de personalidad por evitación o en el trastorno de evitación experiencial, la persona teme, entre otras cosas, estar expuesta al dolor y al sufrimiento. Esto hace que se acaben emitiendo conductas evitativas que impiden conectar con ese sufrimiento o experimentarlo. Sin embargo, nadie está exento del dolor, ya que este forma parte de la vida.
Además, a través del dolor, obtenemos grandes lecciones de vida. Pero, ¿es lo mismo dolor que sufrimiento? En realidad, hay pequeños matices que los diferencian: uno de ellos
es que el dolor es algo natural, una reacción humana ante una situación desagradable o traumática. En cambio, el sufrimiento es un estado que nosotros «creamos» al resistirnos al dolor.
¿Cómo afrontar el miedo al dolor y a sufrir?
Al intentar superar este miedo no se busca eliminar el dolor de la vida humana, sino configurar una relación más sana con él. Se trata de gestionar de otro modo la aflicción, al dejar de lado el miedo irracional para abrirse a la posibilidad de aceptar lo que está sucediendo. De acuerdo con la evidencia científica, algunas claves para reducir este miedo son:
- Edúcate sobre el dolor: saber qué es el dolor, para qué sirve y qué significa, te facilita reducirlo. Familiarizarse con lo temido elimina la incertidumbre, la cual genera miedo, debido a que estamos programados para sentir temor a lo desconocido. Por eso, aprender sobre el dolor ayuda mucho, además, al hacerlo las creencias cambian, con lo cual se pueden modificar también las emociones. En un estudio de The Clinical journal of pain se encontró que cuando los pacientes con dolor crónico reciben educación sobre el dolor, sus creencias y actitudes cambian, las ideas catastróficas se reducen y el rendimiento físico mejora.
- Realiza ejercicios de relajación: las técnicas de relajación como la respiración profunda, las visualizaciones guiadas y la relajación muscular son útiles para reducir la tensión, el estrés, la ansiedad y los miedos. Por tanto, si quieres restarle fuerza al temor que el dolor puede provocar, saca tiempo para relajarte un poco en tu día a día.
- Cambia tus pensamientos sobre el dolor: las creencias que tienes sobre el dolor hacen que tu miedo aumente o disminuya. Por ejemplo, si piensas: «no seré capaz de aguatar tanto dolor», el temor incrementará porque percibes que no tienes recursos para afrontarlo. Cambia tu manera de pensar para que tu miedo ceda terreno. Este consejo está basado en la terapia cognitivo-conductual (TCC). En relación con ella, un artículo publicado en Current pain and headache reports sostiene que la TCC disminuye las creencias de evitación del miedo.
- Exponte de manera gradual y moderada al dolor: como ya hemos mencionado, una de las principales intervenciones para superar los miedos es exponerse a ellos. Un ensayo controlado aleatorizado de la revista Pain señala que la terapia de exposición interoceptiva reduce el miedo al dolor. Así pues, si quieres vencer tu miedo, acércate al dolor de manera progresiva para que no afecte tu salud.
Este tipo de miedo puede paralizar a los individuos y hacer que tomen medidas extremas para no sentir dolor. Trabajar sobre él permite que las personas recuperen la alegría de vivir sin temor a sufrir y que se involucren nuevamente en sus actividades cotidianas.
4. Miedo al fracaso
El miedo al fracaso es otro de los más habituales en el ser humano. Este puede llegar a paralizarnos por completo a la hora de afrontar nuestros retos y proyectos vitales. Así, aunque muchas personas son optimistas, otras sentimos ese miedo inherente al fracaso, derivado del hecho de tener sueños y aspiraciones.
La realidad es que casi nunca estamos 100 % preparados para todo, pero eso no debería frenarnos, ya que podemos intentarlo incluso si no tenemos los resultados imaginados. El «no» ya lo tenemos, ¿no es así? Sin embargo, nuestra mente está «programada» para temer a los peligros y a las amenazas, y eso es algo evolutivo. Esto hace que, en cierta manera, estemos «preparados» por si las cosas no van bien (el fracaso).