Debate y Convergencia

ué mirás, bobo? ¿No entendés que no hay dinero del mundo que compre una pasión?

No ves que, si no te llenaste de raspones en un potrero con arcos inventados, donde se gritaban los goles con los ojos cerrados y los sueños abiertos, se vuelve más difícil comprender lo que nos pasa, pero no imposible.

¿Qué mirás, bobo? ¿De verdad sos capaz de desear que nos vaya mal y estar en paz con eso?

¿En serio no te acordás que uno en una villa nació con una zurda inmortal y que el otro estuvo sentenciado a no crecer, y nunca dejó de creer ni ilusionar? ¿Te parece casualidad, bobo? Las casualidades no existen, lo dijo también el Messías.

Y a vos bobo, que tratás de arrastrar esto a alguna grieta, te diría que no, que no es por ahí, que esto trasciende esa chicana.

El capitán se enojó porque siempre respeta y no respetaron a su equipo. Cómo habrá estado de enfurecido que espetó: ¡bobo! Y no es que no se enoja, es humano, aunque quieran ascenderlo a nivel Dios. Llora, ríe, ama, abraza, baila…respeta. De pocas palabras, pidió a su gente, a nosotros: confíen, no los vamos a dejar tirados. No les habló a detractores, a panquequeros, ni siquiera a su familia, fue más simple, a la gente.

¿Qué mirás, bobo? ¿Te vas a sumar a la fiesta?, a esta pausa que anestesia dolores, pesares, diferencias, injusticias, desigualdades, desempolva ilusiones, atraviesa generaciones que entrelazan las manos, se miran a los ojos, saltan, bailan, gritan, putean, sufren, alientan. Festejan.

Es la misma gente que en pandemia enterró a su otro ídolo y trasladó sus trastos emocionales a la mochila del que quedaba. Y con esa mochila caminan estos 26, más todo el equipo técnico que nos llevaron a una nueva final de la copa del mundo de fútbol. En Qatar, una sede insólita que solo ejemplifica eso de que el fútbol mueve millones, y que no es la primera vez que se juega donde los derechos no están garantizados para habitantes y visitantes.

Por eso, bobo. No hay que entender ni racionalizar. Solo dejarse llevar un rato, esos ratos que duran una eternidad. Ellos tienen que divertirse, porque cuando lo hacen, algo mágico recorre el país de extremo a extremo y nos vuelve a ilusionar, que, como el amanecer, no es poco. Porque, además, los más jóvenes del equipo viven un sueño en mamuschka: soñaban con jugar, con jugar un mundial, con jugar con Messi y con llegar a la final, y no quieren despertar porque esto se trata de cuando los sueños hacen bien y los ídolos también.

Bobo, tal vez estás algo extraviado y no te encontrás o recordás, entonces podrías buscarte en los ojos de los niños y las niñas que miran a Messi y en los ojos de él cuando los encuentra. En la abuela que baila abrazada a la bandera argentina, las brujas curando ojeaduras, en la amistad, el amor, las cábalas, el himno tarareado, el abrazo con desconocidos, en este gracias colectivo que empuja a La Scaloneta. No sé, bobo. Solo tratamos de ayudarte para que no te sientas solo, no esta vez. Pero si no podés, si igual no podés, no nos estorbes la alegría y andá pa allá, bobo.

Gabriela Pereyra

Fuente: La Opinion, Argentina.

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